Imbassaí, un pueblito de Brasil con naturaleza, historia y mucha alegría
Este pueblo brasileño a tan sólo 83 kilómetros de Salvador, la capital bahiana, lo tiene todo: naturaleza, sustentabilidad, cultura e historia; está a sólo 4 horas de Buenos Aires; viajá con nosotras y olvidate del invierno por un rato
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La idea es esta: imaginate caminar descalza por la arena y, de a ratos, zambullirte en un mar de aguas cálidas –todo el año, la temperatura del agua ronda los 27 °C–. Amanecer con el sol que entra por la ventana de tu habitación antes de las 5 a. m. y ver el atardecer desde una playa infinita. Eso sí: ¡siempre con caipirinha o trago en mano!
Y más: estar rodeada de palmeras y sentir que la fauna y la flora del lugar te hacen estallar los sentidos, de tantos colores y sonidos. Pasear por reservas naturales y descubrir en la orilla nidos de tortugas marinas gigantes. Ser testigo de las noches más estrelladas. Comer riquísimo y descubrir sabores que no conocías. Bailar samba en cualquier momento y lugar, porque estar en Bahía –lo sabemos– también es estar dispuesta a que el cuerpo casi se mueva solo. Contagiarte de la alegría que –según dice Charly– no es solo brasileña. Todo esto y mucho más es Imbassaí, una pequeña localidad a tan solo 63 km de Salvador, la capital bahiana. Y lo mejor: ¡a tan solo 4 horas de avión desde Buenos Aires!
Por eso, si el inicio del invierno solo te hace pensar en “necesito playa y calor”, esta nota es para vos.
Imbassaí: vivir descalza
Imbassaí –en idioma indígena– quiere decir “el curso del agua”. Y esa vibra acuática podría pensarse como el hilo conductor de toda esta zona balnearia del nordeste brasileño llamada Costa dos Coqueiros, que late muy en armonía con la naturaleza virgen y que se despliega durante unos 200 kilómetros de playas absolutamente paradisíacas. Para ubicarte en el mapa, Imbassaí está entre Praia do Forte (a unos 15 km) y Costa do Sauipe (a unos 20 km). Es un pequeño pueblo de pescadores. Que tiene calles de tierra enrojecida. Que huele a selva y a humedad. Que va a un ritmo suave y lento. Y que, mires hacia donde mires, te sumerge en el verde más profundo de su exuberante vegetación. Pero hay un plus que se vuelve un highlight si lo que estás buscando es hacer turismo sustentable: está adentro de una Reserva Natural protegida, por lo que muchos de sus hábitos y prácticas –incluso los de los resorts all-inclusive– responden al compromiso de estar en armonía con el planeta.
Imbassaí invita a ese tipo de relax que tiene mucho más que ver con los placeres simples que con los itinerarios maratónicos; te mentiría si mencionara una lista de imperdibles a conocer o a visitar, porque –una vez que estás ahí– solo necesitás andar descalza. Meterte al mar varias veces al día. Entregarte a la lectura, a aprender a surfear olas, a las caminatas, a los sabores tropicales de sus frutas, a las siestas debajo de una sombrilla o a algún masaje en el spa. Ponerte el despertador solo para ver salir el sol. Dejarte sorprender por las lluvias tropicales (llueve casi todos los días, pero no más de 10 minutos ¡y vuelve a salir el sol!). Y así observar el fluir del mayor espectáculo que ofrece: la naturaleza en su estado más salvaje. Si prestás atención, seguro vas a cruzarte por el camino con las iguanas o la gran población de monos que viven en la reserva.
Salvador: todo lo que late
Estando a tan solo una hora de la capital del estado de Bahía, ni se te ocurra visitar Imbassaí y no dedicarle, al menos, un día entero a pasear por esta ciudad histórica, Patrimonio de la Humanidad de la Unesco y la cuarta más habitada de todo el país. ¿Por qué? Porque acá vas a respirar la historia y la cultura: este fue el punto de entrada de los africanos a Brasil. Porque vas a caminar por sus calles empedradas al son de los tambores. Porque vas a ver a las bahianas con sus caderas y sus turbantes cocinando acarajé en las calles o vendiendo agua de coco. Porque vas a mirar hacia arriba y ver alguna de las cúpulas de sus más de 350 iglesias. En Salvador sí vale la pena un recorrido por algunos de sus highlights:
Pelourinho: es el barrio que ocupa gran parte del centro histórico de la ciudad, donde antiguamente se humillaba y castigaba a delincuentes y criminales. Pero hoy, contrariamente, es símbolo de alegría y la manera de entender la parte más africana de Brasil: vas a ver casas coloniales pintadas de colores, calles que suben y bajan y que –si recorrés caminando– te contagian el pulso de la ciudad. No te pierdas de ver la Fundación Casa de Jorge Amado (el escritor más emblemático de Bahía, aprovechá para leer algo suyo durante el viaje) y, frente a ella, la iglesia Nossa Senhora do Rosario dos Pretos.
Elevador Lacerda: es un ascensor público que conecta la Ciudad Baja con la Ciudad Alta, en pequeñas cabinas de unas 20 personas. Por 15 centavos de real, podés disfrutar de las mejores panorámicas de la ciudad y de la Bahía de Todos los Santos.
Catedral de San Salvador e Iglesia de San Francisco: en Bahía, lo que sobran son iglesias. Entrá a todas las que puedas, porque ellas son testigos de la historia de las religiones en Brasil, que se basan no solo en los principios del cristianismo, sino también del candomblé, el culto a los “orishas”, los dioses de origen africano, que verás por la ciudad.
Mercado Modelo: si querés comprar souvenires, artesanías o productos de la gastronomía brasileña, este es tu lugar. Es de los típicos mercados municipales, con más de 200 puestos en su interior y la posibilidad de disfrutar de su gastronomía al paso.
Iglesia de Nuestro Señor de Bonfim: la historia dice que esta iglesia lleva su nombre gracias a un capitán de la marina portuguesa que, durante una brava tempestad en el mar, prometió que si sobrevivía llevaría a Brasil la imagen del santo de su devoción. Y así fue. Miles de fieles y turistas de todo el mundo llegan a este templo del siglo XVIII ubicado en la Sagrada Colina para hacer el ritual de las clásicas y coloridas “cintitas de Bonfim”, cuyos colores representan a los distintos orishas y que visten toda la fachada de la iglesia. ¿Cómo hacer el ritual? Hay que atarla en la reja de la iglesia como ofrenda con tres nudos, y al hacerlo, pedir mentalmente tres deseos. Lo mismo hay que hacer si te anudás alguna de estas cintas en la muñeca.
Praia Do Forte: sustentable y viva
Muy cerca de Imbassaí ( a unos 15 km) está Praia Do Forte; ambas comparten su aire de pueblo, su espíritu rústico y esa sensación del Brasil más genuino y profundo. Caminar por las callecitas de esta ciudad costera es cruzarte a un puñado de chicos jugando al fútbol cerca del mar y allá, más lejos, grupos de amigos tomando una cerveza bien helada al atardecer, otros haciendo piruetas en el aire y lanzándose al agua, otros escuchando samba en la orilla, mientras en el horizonte los pequeños barcos pesqueros esperan para zarpar al amanecer. En Praia una respira ese ritmo más lento del que se jactan los bahianos. Y claro, si una se entrega, ese ritmo se mete en el cuerpo.
Además del encanto de sus callecitas y de su gente, otro de los motivos para visitarla tiene que ver con la sustentabilidad, porque ahí está la primera sede de Projeto Tamar (@projeto_tamar_oficial), una ONG de conservación de tortugas marinas gigantes cuya función es proteger a estas especies que usan las costas brasileñas para desovar. Ahí vas a poder conocer de cerca estos gigantes del mar que están amenazados y contribuir –con información y conciencia– a que no se extingan, además de que los más chicos pueden vivir la experiencia de verlas de cerca y conocer su ciclo de vida. Está abierto de miércoles a domingo, de 11 a 17; la entrada general cuesta R$35 (los menores de 5 años entran gratis).
¿Cómo llegar?
Aerolíneas Argentinas tiene 2 vuelos semanales (jueves y sábados) directos a Bahía, que salen desde Aeroparque. Desde ahí, tenés una hora por carretera. En temporada alta, hay frecuencias desde Córdoba capital. Hay tarifas desde $88.458.
Más info: aerolineas.com.ar.
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