Hora de activar
Qué se pone en juego al accionar un cambio
Cambiar de trabajo, buscar un nuevo entorno social, terminar una relación que no da para más, modificar hábitos o actitudes… hace tiempo que uno sabe que tiene alguna de estas movidas pendiente, pero una cosa es saber que es necesaria y otra distinta es activarla. Es más, hacemos esfuerzos fenomenales para sostener lo insostenible aún siendo conscientes de que no activar también tiene un costo (¿mayor?) porque la cuestión se vuelve pesada, se anquilosa y nos oxida.
¿Qué podemos hacer una vez que la pregunta que nos planteamos en la primera columna ("¿Tiene que ser así para siempre?") está instalada y no deja de picotearnos? Se viene el cambio, parece. Y si es así conviene desentrañar qué se pone en juego al transitarlo.
El temblequeo
Lo primero que percibimos al encarar un cambio suele ser un temblequeo que nos atraviesa el cuerpo. Los motivos por los que solemos no activar un cambio van desde la fiaca hasta el temor a las consecuencias, pasando por la imposibilidad de prestarle atención porque hay otros frentes abiertos. Y en estos motivos, que son tan variados como válidos a nivel argumentativo según la circunstancias de cada uno, generalmente subyace el temor a ese temblequeo que nos atraviesa, que es el temblor de nuestras creencias y/o de nuestro cotidiano. Cuando las creencias o el cotidiano cambian producen ese temblor.
Ahora bien, asumiendo que ese temblor va a ser parte del cambio, ¿qué tipo de capacidades podemos poner en juego para que el cambio se genere sin que el temblor, o el miedo al temblor, lo frenen?
Poner el cuerpo
Si el cambio nos atraviesa el cuerpo, habrá que ponerle el cuerpo al cambio. Esto, en términos de capacidades, puede ser visualizado de la cabeza a los pies, así:
Ojos: Puntos de vista. La capacidad de identificar el punto de vista con el que estamos considerando tanto la situación actual como las alternativas de cambio respecto de esa situación y hacer el ejercicio de intentar otros puntos de vista. Probablemente ni la situación ni sus alternativas nos resulten iguales si podemos observar desde diversas perspectivas. Al final de este texto, unos motoqueros nos lo muestran.
Cerebro: Análisis, planificación e intuición. La capacidad de analizar lo que hay y lo que se busca y planificar en consecuencia, mientras que a la vez damos lugar a nuestra intuición, puede ser una buena estructura que nos permita trazar caminos viables: con qué contamos en cuanto a experiencia, conocimientos, habilidades y contactos y qué de eso necesitamos para activar el cambio y para sostenerlo en el tiempo; qué oportunidades existentes podemos aprovechar y cuáles habrá que generar; qué impactos (deseados e indeseados) habría en un corto, un mediano y un largo plazo.
Corazón: Compromiso y voluntad. El compromiso y la voluntad ayudan a pasar del runrún mental a la acción y, una vez que uno activa, ayudan a sostener, a tener paciencia, a seguir remando. Además son generadores de apoyo por parte de los otros: si los otros nos ven involucrados con ese cambio que estamos encarando probablemente sientan más disposición a ayudarnos, o al menos a no trabarnos.
Manos: Deshacer la madeja y amasar. Desenredar y encontrar la punta del ovillo es como identificar la esencia de lo que buscamos cambiar. Y a la hora de establecer alternativas, seguramente al principio no tengan forma y sean medio inabordables, por lo que habrá que amasarlas para darle la configuración adecuada y volverlas posibles.
Pies: Andar. Caminar el cambio es la capacidad de ejecutar, de salir de lo conceptual y pasar a la práctica, y que la práctica retroalimente lo conceptual. Es salir de la inercia. Una vez que salimos de lo estanco, se trata de encontrar la cadencia y la velocidad adecuadas (¡entre otras cosas!), pero resultan detalles frente a lo que implica pasar de un estado pasivo (inmovilidad) a un estado activo (movilidad).
Accionar de forma integral
Ojos, cerebro, corazón, manos y pies. Las capacidades representadas por estas partes del cuerpo deben ser accionadas en conjunto y de modo integral: no alcanza con una de ellas, ya que cada una no es sino con el resto. Qué trabajoso, ¿no? Es demandante activar un cambio, pero más demandantes pueden ser las consecuencias de no hacerlo.
Más adelante iremos viendo herramientas para encarar este proceso. Mientras, acá les dejo a estos chicos que en segundos nos muestran qué pasa cuando se activa el cambio de punto de vista:
https://instagram.com/p/3nl22JBRXX/
¿Podés identificar capacidades que hayas puesto en juego a la hora de encarar un cambio? También leé: Superelásticos, o el miedo a establecer prioridades
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