Hernán Casciari: "Escribir es una forma de luchar contra el olvido"
Dejó atrás la depresión, un infarto y algunos bloqueos creativos. Hoy vive de día, cambia pañales, come sin sal y encontró una nueva forma de escribir en vivo.
¡Estás haciendo de todo! Salió un nuevo número de la revista Orsai, leés cuentos a la noche en Telefe, tenés shows en vivo y podemos escucharte en Spotify.
Sí, esto de subir los audios a diferentes plataformas ya lo había empezado a hacer con mis cuentos. Funciona bien, porque me da la impresión de que la gente de a poquito está dejando de leer, y sigue informándose o haciendo ocio desde la oreja. En tiempos tan veloces en los que hacemos catorce cosas a la vez, estar dos horas dejando todo para poner los ojos en un papel es complicado. El formato audio está buenísimo, podés escuchar mientras lavás los platos.
Igualmente, tu "revista objeto", Orsai, sigue saliendo sin publicidades, financiándose con la plata de la gente.
Sí, pero yo no sé si hay lectura ahí. Probablemente sí en algunas personas, pero no creo que todos los que la compran lo hagan por la lectura, sino por el fetiche del papel, por tenerla. No hay una urgencia en leerla, pero sí, en cambio, hay una urgencia de tenerla: porque seguimos apostando a la edición limitada, porque no la vas a encontrar siempre, etc. Incluso en estas épocas de crisis a mí me sorprendió mucho que la preventa funcione igual que siempre, es raro. Yo tengo muchas ganas de que a este número podamos incorporarle el audio de cada uno de los textos. La realidad es que no todos los autores leen bien, eso es una cagada, por eso estaba viendo incluso la posibilidad de usar actores, que haya algo más del orden del radioteatro, porque en algunos casos el autor le da la impronta que necesita el texto y en otros casos te lo baja.
¿Y cómo fue para vos esto de saber cómo interpretar? ¿Lo entrenaste con alguien?
Creo que es producto de haber estado dos años haciendo cuentos para Vorterix. Yo vivía en España en ese momento, y Mario Pergolini me pidió que empezara, creo que hice 220 cuentos en dos años, pero los hice muy a conciencia. No me importaba tanto entregarlos sino la parte del proceso de producción. Me bajé un programita y empecé a entender qué había que hacer. Por ejemplo, cuando hablo de mi vieja, la voz es aguda; mi viejo es grave. Después me empecé a dar cuenta de que yo mismo leía como si estuviera leyendo, entonces empezás a tratar de sacarle eso de "había una vez". Me da la impresión de que cuando te dicen: "Te voy a leer un cuento", la gente empieza a bostezar antes de saber de qué se trata, "¡uy, un tipo leyendo!". Entonces traté de entender qué era lo que a mí me gustaba escuchar, pero no de locutores, sino en la calle, en una sobremesa, cómo un amigo empieza a contarte algo y te parece interesante. Después, ya cuando me subí a un escenario, puse todo eso que había aprendido y empecé a aprender la gestualidad, que es otra cosa que también es súper importante y que yo nunca había tenido en cuenta.
"Nunca quise usar la literatura para mostrarme mejor, sino para mostrarme real".
Es muy loco que hayas hecho todo eso solo, sin haberlo trabajado con otra persona que entendiera del tema.
Me gusta aprender trabajando, siempre. El primer día me fui a un diario y empecé a aprender así. Nunca fui a estudiar nada, me parece que trabajar es más divertido.
Enfrentaste varias situaciones que requirieron de vos un renacer: tuviste un infarto, te lanzaste con un proyecto autónomo... ¿Cómo vivís vos internamente esos momentos en los que tenés que reinventarte?
Los momentos en donde no está pasando eso, para mí son meseta. De alguna manera estoy buscando eso, aunque no lo busco de manera forzada. Sé cuando ocurren y me pongo muy contento. El cambio es un motorcito: siempre que se viene un cambio digo: "Qué bueno, ahora tiene que cambiar todo"; "qué bueno, me mudo", "qué bueno, tengo una hija", todo eso que para mí es nuevo, me encanta, me divierte. Es como lo que le pasa al surfista: las olas están, pero cuando hay una muy bestia, te dan ganas de ver qué pasa del otro lado.
O sea que tiene algo de disfrute también, no es todo padecimiento. Una piensa en un infarto o que siendo escritor estuviste tres años sin escribir y dice: "¡Uy!"...
Pasa que el infarto realmente son cinco minutos, la sensación de que te podés morir. Y en realidad, cinco años antes del infarto yo ya estaba convencido de que me iba a morir entre los 45 y los 46. Venía teniendo hábitos malos, horribles, y sin ninguna razón que me dijera: "Bueno, vamos a hacerlo mejor", vivía en una especie de autodestrucción clarísima en España, algo así como decir: "Bueno, duraré hasta acá, qué me importa". Entonces, seguía fumando como una bestia y seguía comiendo como una bestia, y además estaba convencido de que tenía cáncer de algo, nunca iba al médico para que no me dijera de qué, no quería saberlo. Entonces, en un momento tengo un infarto y digo: "Bueno, listo, es el momento". Pero zafo, me salvan, me hacen un chequeo involuntario y me dicen que no tengo cáncer, que no tengo nada, es como decir: "Es buenísimo", o sea, todo lo que yo pensaba no era. Es como si te dijeran: "Bueno, vas a jugar el segundo tiempo entero, ahora, en tanto y en cuanto no fumes", ahora sí es una boludez.
¿Y cambiaste los hábitos?
No fumé nunca más, no como con sal. Hago una vida diurna, me vine a vivir acá, o sea, es como si fuera una persona completamente distinta. No escribí más, pero tampoco me importa, me puse a hacer otra cosa que me divierte igual. Entonces, el momento dramático habrán sido los cinco minutos en los que no podía respirar, pero después estuvo bárbaro, fue divertido, fue un desafío lindo cambiar de profesión, de país, ser padre de vuelta, todas cosas que pasaron ese mismo año.
"El cambio es como un motorcito. Los momentos en los que no está pasando de todo, para mí son meseta".
¿Cómo vivís esta segunda paternidad que es totalmente diferente, en otro país, con otra mujer, a otra edad?
Con mucha culpa respecto de la primera. Hablo mucho con Nina, mi hija grande, que viene muy seguido a visitar a su hermana, y en general trato de que no saque el tema ella, lo saco yo antes, le digo: "Soy mejor papá ahora, ¿no?".
¿Y ella qué te dice?
Me dice que no y me recuerda las cosas buenas que vivimos, pero yo soy consciente de que vivía enfrascado en mi trabajo cuando estaba en España y no era muy feliz, me metía solamente en lo laboral, que me iba súper bien, y no miraba para allá ni en pedo, y entre lo de "mirar para allá" estaba Nina también. En los tiempos de mi depresión no estaba involucrado en mi familia, en mi ex mujer y mi hija. No fui un papá de salir a pasear, de llevarla a lugares, de hecho, lo hago más ahora con ella que vivimos lejos y tenemos una relación muchísimo mejor que cuando vivíamos en la misma casa. Hablamos de eso, y a mí me da una culpa tremenda, porque, si bien está recompuesta la relación, se ve el contraste con una hija de dos años. Ella ve cómo soy yo con la infancia hoy, que estoy súper involucrado. Pero tiene recuerdos buenos, o me calma, me dice: "¿No te acordás de que fuimos a Brasil?", tiene como los mejores recuerdos. Igual, yo creo que en cualquier momento se van a abrir las puertas de esto que te digo, todavía no tenemos peleas, pero ella está entrando en la adolescencia y va a salir todo esto en algún momento, y está bien que así sea.
Tus textos son muy autobiográficos; ¿cómo se da este cruce entre realidad y ficción en tu literatura?
Siempre que escribo es autorreferencial y siempre pasó lo que cuento, salvo que sea muy evidente, como algunos textos en donde hay cosas sobrenaturales; si no es tan evidente, es porque pasó, no tengo eso de que está mezclado. Además, porque involucro a mi vieja, a mi mujer, a mi hija, a mis amigos, de verdad, con nombre y apellido. En la literatura, en general, siempre utilizo personajes reales y cercanos, entonces no soy muy de mentir. Lo que sí hago es editar, por ejemplo, si algo pasa en el transcurso de un año, puedo hacer que en la literatura pase en el transcurso de una semana, porque me sirve a nivel arco narrativo, pero no miento, agarro cosas reales y las pongo en otro lugar. Es lo que hace la memoria en nuestra propia vida.
¿Y cómo es ese proceso mediante el cual algo que te pasó se convierte en texto?
Yo genero una historia desde mi propia emoción. Lo único que tengo son pequeños momentos en el recuerdo, vos me nombrás una persona cercana y posiblemente a mí se me prenda algo. Ese "algo" que se me prende primero tiene un porqué, y yo voy a ahondar en ese porqué; por ejemplo, la mesa de un departamento en 1995 donde la persona que me nombraste estaba llorando. ¿Por qué se me prendió eso? ¿Por qué no me lo olvidé nunca? Bueno, recordemos ese día, ese llanto es el final del cuento, es obvio. Pero vamos a ver qué pasó el día anterior... "¡Ah, me acordé!", entonces ya está, es contarlo, nada más. Es como un proceso más bien terapéutico, de no olvidarme del todo, tiene que ver con eso, muchas veces. A cierta edad me pregunto, con las historias que me vienen: "¿No me estaré olvidando de esto? Bueno, vamos a traerlo porque si no, se va, se pierde en mi cabeza para siempre". También hay una lucha contra lo que te vas olvidando.
¿Cuál te parece que es el mayor poder de las historias?
Siento que es la harina de todas las comidas, después vendrán los formatos, pero la harina con que se hacen todos esos formatos es alguien contándole algo a alguien más, en todos los casos, incluso en el periodismo, todo. Posiblemente se salve la música de eso que es más simbólico, y en realidad es un colchoncito que te invita a recordar, pero después todo es una historia, una foto es una historia. Un cuento es un símbolo también de otras cosas. Cuando yo estoy en el teatro contando cosas de mi viejo, hay gente que se pone a llorar y no piensa en mi viejo, sino en su tío, en su abuelo o en la persona que la crió.
Pareciera que sos muy honesto con vos mismo, que te enfrentás con tus emociones de una manera muy franca.
Ha habido cuentos que fueron escritos pura y exclusivamente para pedir perdón o para poder decirlo en voz alta; ha habido cosas muy puntuales que las escribí y apreté el botón de enviar en su momento como diciendo: "¡Ya está!". Hay otras cosas que son puro divertimento, porque me reí mucho y quiero provocarle al otro esa misma sensación. En realidad, es como una especie de traspaso de emoción, a ver si logro que te pase eso en este rato.
"Contar historias, para mí, es terapéutico, es una forma de luchar contra el olvido. Es lo que hace la memoria en nuestra propia vida".
¿Hiciste terapia?
No, nunca. Pero me llevo súper bien con los psicólogos, y no es que no hice porque no creo, me encanta, de hecho, le estoy diciendo a Julieta de hacer terapia de pareja preventiva. Ahora que estamos bien, vamos a charlar las pequeñas boludeces que discutimos, discutámoslas con alguien, así no pasan a mayores, o aprendemos trucos para que no nos pasen otras cosas. Estoy re a favor de la terapia.
¿Te funciona recurrir a la escritura como terapia?
Siempre traté de no usar la literatura para mostrarme mejor, sino para mostrarme real, porque me parece que es más genuino para el otro después, y es mucho más divertido de escribir. Si no, tenés que mentir siempre: "No, porque el día que yo salvé a este bebé..."; prefiero el antihéroe siempre.
De todos los formatos, ¿cuál es el preferido hoy?
El teatro, por lejos. La radio y la tele me gustan, pero es el marketing que necesito para que esté lleno todo. Al principio me lo tomé como un ensayo, con el tiempo fui aprendiendo a hacerlo, y ahora ya directamente me subo con determinados objetivos internos. Siguen siendo ensayos para mí, con un público que paga, pero yo sigo viendo si puedo modificar esto, si puedo generar que este tercer párrafo sea mejor, cosas mías, como si yo fuera un director que le dice al actor qué es lo que tiene que hacer, y la gente disfruta de eso. A veces hay cuentos que voy escribiendo función a función, pero cuando estoy ahí arriba digo: "Ah, listo, acá estábamos en este punto..., pongámosle un párrafo más", y lo escribo, ahí, lo digo. La gente, la risa, me ayudan a que se pueda apretar un poco más el botón. Y cuando llega el día en que lo tengo terminado, lo dejo de hacer. Ahí arranco con otro y empieza de vuelta el proceso.
¿Disfrutás este proceso aun más que escribir?
Siento que ya están en el mismo lugar. Encontré esta manera de estar escribiendo mientras lo digo, hay como una especie de tobogán que digo: "Uy, estoy escribiendo, estoy con la gente ahí y estoy contando algo". Y el resto de las cosas que hago es para que haya gente y yo pueda seguir jugando sobre el escenario. •
Agradecemos a Papelera El Artesano y a El Faro Bar por su colaboración en esta nota.
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