Hamburgo, aires portuarios y luces de una gran ciudad
La imagen de enormes barcos cargueros se distingue en la cotidianidad de una urbe con espíritu cosmopolita y sofisticado, y una inigualable vida nocturna
HAMBURGO.– Famosa por su puerto (el segundo en tamaño de Europa) y por la deliciosa hamburguesa, es una de las ciudades que no hay que dejar de visitar al pisar tierra germana. ¿El motivo? Conjuga el espíritu tradicional de los pintorescos pueblos alemanes (aunque declare casi dos millones de habitantes) y ese indiscutible charme que sólo tienen grandes capitales como París o Londres.
Esta metrópoli a menos de 120 kilómetros del Mar del Norte se caracteriza, ante todo, por su vida marítima. Los enormes barcos cargueros, las extensas pasarelas que recorren los docks del puerto –sobre las que se realiza cada sábado la popular feria gastronómica de pescados–, los hermosos canales que se inmiscuyen en la vida citadina, y su espíritu cosmopolita y sofisticado (se la conoce como la Puerta al Mundo alemana) delinean un paisaje más que encantador. Se le suma a todo esto una amplia movida nocturna que atrae a turistas de todo el mundo.
Muchos locales, quizá los más fanáticos, se animan a decir que las luces portuarias tienen un parecido a las de Broadway. Semejante comparación parece exagerada, pero no se puede negar que esta urbe es, después de Nueva York y Londres, la que más musicales de renombre internacional tiene en cartel en el mundo.
Ocho son las piezas que hoy se presentan. Entre las más destacadas están Tarzán, Cambio de hábito, El rey León (que tiene un teatro exclusivo en el puerto al cual se cruza con un barquito temático con imágenes y música típicas de la sabana), Rocky y el más reciente: La Era de Hielo. Sin embargo, la noche hamburguesa es mucho más que musicales.
Noches eclécticas
La movida tiene presencia en cuatro barrios, cada uno con una personalidad bien definida. Los preferidos para salir son: St. Pauli, Sternschanze y Hafencity. Y hace muy poco surgió tímidamente, pero con gran proyección, St. George, el barrio gay friendly de la ciudad.
El primero es de mayor tradición e historia. Allí, sobre la famosísima avenida Reeperbahn, se concentran la mayoría de los teatros y una singular lista de personajes, entre punks, turistas, amantes del teatro, jugadores empedernidos y fanáticos del nightlife. En casi veinte cuadras conviven en aparente armonía sex shops de los más modernos (algunos hasta con tres pisos y mucho lujo), bares, salones de varieté, casinos, discotecas y la comisaría Davidwache, la de mayor actividad de toda Alemania.
Sobre la calle Grosse Freiheit –la misma en la que The Beatles dieron sus primeros pasos fuera de Inglaterra (¡y cantando en alemán!)– se destacan algunos de los mejores clubes de música, entre ellos, Baalsaal, China Lounge, Doks o Frida B. A unos metros de allí aparece casi como por casualidad la Herbertstrasse (¡sí, la calle de las prostitutas!), a la cual sólo los hombres tienen el paso permitido.
Por su parte, Sternschanze (unos quince minutos a pie dirección oeste de St. Pauli) despliega un abanico de propuestas mucho más canchero y alternativo. Esta zona, que supo ser punto de encuentro de socialistas, vegetarianos revolucionarios y movimientos de okupas hasta hace unos años, es hoy el polo fashion de Hamburgo.
Entre las angostas calles se entremezclan tiendas de diseño con bares (cada uno con una propuesta de decoración y gastronomía diferente), tradicionales fachadas grafitadas y esos locales donde el tiempo parece no haber trascurrido. La estación de subte Sternschanze es la puerta de entrada al barrio; frente a ella se destaca el restaurante Bullerei, del famoso cocinero televisivo Tim Mälzer, montado en un galpón que funcionaba como matadero. Sí o sí hay que probar una absenta (en más de sus 400 variedades) en el bar Absinth, que tiene un ambiente bien bohemio y amistoso. Aclaración: compartir mesa –y charla, por supuesto– es condición obligada si uno se anima a este famoso elixir.
Los más exigentes y tradicionales a la hora de palpitar la noche en Hamburgo deben visitar a su vez la Hafencity (una especie de Puerto Madero). Entre las calles y los muelles que cruzan los canales, los restaurantes impactan por el lujo y la hermosa vista que tienen del río Elba.
Los recomendados son Vlet, con deliciosos pescados, y Coa, de reciente apertura y con gastronomía tailandesa de excelencia. Desde allí se aprecia la que será una de las construcciones más emblemáticas europea: La Elbphilarmonie, la filarmónica de la ciudad que está casi terminada y será inaugurada próximamente.
Este edificio –construido por los arquitectos suizos Herzog & de Meuron– impacta por su diseño vanguardista y por estar erigido en la cabecera del puerto. Muy cerca de allí, en la zona de Landungsbrücken (donde se toman los ferries para pasear por el puerto), las playitas se transforman en lugares de encuentro espontáneos. Muchos jóvenes arman sus propios asados monopolizados por las típicas salchichas alemanas. Equipados con música y, por supuesto, varias botellas de cerveza, disfrutan de la noche y el tremendo skyline de la ciudad desde la ribera.
Para los que prefieran alejarse de los ya instaurados circuitos nocturnos, es cita ineludible pasear por St. Georg, al este, cerca del lago Alster. Saliendo de las oscuras avenidas que surcan la estación central de trenes, basta solamente con inmiscuirse por algunas pequeñas arterias y guiarse por las banderas color arco iris que sobresalen de algunos ventanales. La mayoría de los bares está en la calle Lange Reihe, donde también proliferan hoteles boutique y algunos monumentos urbanos de gran originalidad. Zum Alten Ritter y Frau Möller son de los restaurantes más concurridos de la zona.
A 15 minutos en auto o con transporte público (el tren U-Banh es ideal), cualquiera que visite esta ciudad puede jugar a ser cool, alternativo, bohemio, chic y hasta un típico hamburgués.
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