Hacedora de esta época
Mercedes Korin invitó a Melina Furman a Tiempo de Liderazgo porque es una de las impulsoras de un nuevo clima de época en el que la ciencia, las ideas y la colaboración se están volviendo cada vez más populares. Desde ese lugar tan valioso, Melina nos da tres consejos que le sirvieron en su desarrollo profesional.
Cada persona es única e irrepetible. Pero también es hija de su época, y eso la hermana con otra gente de su generación. Comparte con otros que viven en su tiempo ciertos códigos que son distintos al de generaciones criadas en otros tiempos. Pensemos si no en cómo iba vestido alguien en 1800 y cómo lo hace ahora. O qué se entendía como una vida plena para mujeres y para varones en ese entonces y cuáles son los valores actuales.
Hay un clima propio de esta época en que los chicos están criándose y que no está solo atravesado por los electrónicos. También tiene otros componentes clave que podemos sintetizar en Más Ciencia / Más Ideas / Más Colaboración. Veamos. La ciencia se está volviendo apetecible para un público más amplio: la imagen del científico loco que se aísla en un laboratorio dejó lugar a la del especialista en neurociencias que se convierte en best seller. Cada vez hay más eventos que fomentan que las personas estén atentas a las ideas de otros y generen sus propias ideas. Y hay un espíritu de co-creación, de crear entre diferentes, como lo muestran las redes sociales donde las opiniones se construyen colectivamente, o las formaciones académicas que combinan distintas disciplinas. Y este clima de época no se hace solo: hay personas que andan moviendo los hilos para que suceda. Una de ellas es Melina Furman.
Melina y sus mundos
¿Y desde qué lugar Melina trabaja para este clima de época? No hay un lugar único, y eso también es parte de esta época: para lograr un objetivo podemos habitar distintos espacios con distintas modalidades. Para los estándares más formales, cumple y supera: se recibió de Bióloga en la UBA, de doctora en Educación en la Universad de Columbia (Estados Unidos), es investigadora del CONICET, profesora de la Escuela de Educación de la Universidad de San Andrés y autora de libros como “Educar mentes curiosas”. Pero la actividad académica es sólo una parte de su hacer. Es que Melina se disfraza de científica colorida en un programa de tele que escribió para chicos, La Casa de la Ciencia; creó Expedición Ciencia, una organización de científicos que ofrece campamentos para adolescentes; codirige El Mundo de las Ideas, un curso sobre creatividad e innovación; y es parte del equipo organizador de TEDxRíodelaPlata.
Y acá tienen un poco de Melina en La Casa de la Ciencia, por si de paso quieren saber cómo el yodo reacciona ante el almidón:
Contectar y desconectar
Científica, educadora, con gran espíritu colaborativo y la convicción de que una nueva manera de enseñar es posible, Melina es más que bienvenida a Tiempo de Liderazgo para darnos sus consejos de desarrollo profesional, que tienen que ver sobre todo con el modo en que aprendió con qué conectar y cuándo desconectar. Nos dice Melina:
Escuchar las tripas. Muchas veces tenemos una sensación fuerte pero no del todo consciente ("en las tripas") de que algo no nos cierra, que no va. Y en genera, nos lleva mucho tiempo escuchar a esa voz que nos dice que hay que cambiar de camino; a veces hasta que no nos queda otro remedio que dar el volantazo. Escuchar esa voz interna, que incluso muchas veces se manifiesta desde el mismo cuerpo, me parece clave para ir en la dirección que genuinamente queremos.
La primera vez que tuve esa sensación muy fuerte, esa de las tripas diciéndome que no, fue cuando estaba terminando la carrera de Biología. Trabajaba en dos laboratorios de Neurociencias al mismo tiempo, estudiando los mecanismos de la memoria, con lindísimos equipos de gente, buenos jefes, financiamiento. Todo iba genial, al menos desde lo que yo imaginaba que quería. Pero inexplicablemente tenía esa sensación en la panza de querer salir corriendo. La tenía todos los días, pero me costó un par de años escucharla. ¡Sentía que algo en mí venía fallado!
En esos días trabajaba como ayudante en una materia de la Facultad a la que, como alumna, había considerado un bodrio total: Química Biológica. Y fue en ese espacio en el que empecé a sentir, de nuevo, una sensación fuerte en la panza. Pero a diferencia de la otra ésta era una sensación placentera, como de fluidez. Me acuerdo el primer día en que me cayó la ficha de que lo que más me hacía vibrar era ver el brillo en los ojos ajenos cuando entendían algo que yo les había ayudado a entender. Cuando a ellos mismos les caía una ficha. Esa fue la punta del ovillo para mi volantazo profesional, que consistió en zambullirme de lleno en el campo de la Educación.
Tal vez esta segunda sensación de la panza, cuando cambié de camino, no fue de felicidad sino de alivio. Y fue la misma sensación que tuve cuando volví a la Argentina después de unos años de vivir afuera, otra decisión que me costó tomar. Hoy trato de escuchar a las tripas todo lo que puedo. No siempre me sale, claro, pero si imaginarme una posible decisión me produce alivio, ahora sé que voy por el buen camino.
Buscar nuestro porqué. Muchas veces vamos por la vida en piloto automático, sin pararnos a pensar en qué es eso que realmente nos conmueve, que nos saca de la silla. En ese porqué que le da sentido a nuestras acciones.
Hace unos años vi una charla de Simon Sinek, un experto en organizaciones, que se llamaba, justamente, “Empezá por el porqué” (si no la vieron, ¡se las recomiendo!). La charla hablaba de cómo para convocar a otros a nuestras causas es clave empezar por el porqué, en lugar de por el cómo, o por el qué. Planteaba que aquellos que inspiran suelen transmitirnos muy claramente su porqué, y que es desde ahí desde donde nos invitan a compartir el camino.
La charla me pegó fuerte, y empecé a escribir en una hoja de papel mi porqué, o mejor dicho a borronear varios, tratando de llegar a algo claro. Tardé un montón, y tiré varios bollos de papel al tacho de basura. En ese proceso descubrí que mi vida no tenía uno solo: tenía muchos. Algunos porqués eran más profesionales, otros más personales. Y también había montones de cosas que hacía sin saber del todo cuál era el sentido.
En estos años, en el marco de un curso sobre innovación y creatividad que se llama El Mundo de las Ideas, vengo trabajando con mucha gente de distintas profesiones y recorridos laborales, acompañándolos en la búsqueda de ese porqué personal y profesional. A veces encuentro que, para algunos, ese porqué está lejos de lo que hacen todos los días. Y que no siempre es fácil acercarlos. Pero siento muy fuerte que, cuanto más alineados estén nuestros porqués con nuestros qués (eso que hacemos) y nuestros cómos (la manera en que lo llevamos a cabo), la vida fluye de manera más suave, más feliz.
Hacer una desintoxicación digital. Este consejo es el que más me cuesta cumplir de todos, pero cuando lo logro, me doy cuenta de lo que me sirve. Hace un par de años tomé la decisión de hacer una “purga digital”. No parecía nada del otro mundo. Era simplemente desconectarme, por unos cuantos días, de los emails, el teléfono, las redes sociales, internet. Aproveché unas vacaciones familiares, y empecé la abstinencia. Como cualquier abstinente en recuperación, ¡sentí que los primeros días el cuerpo me pedía mirar el teléfono a cada rato! Estaba en plena sensación de ansiedad, incómoda, hasta un poco fastidiosa. De a poquito esa sensación se fue transformando en una tranquilidad vigorizante, fresca, de conexión total con el momento. Y ahí me di cuenta de cómo la tormenta de información, de correos por responder, de múltiples conversaciones simultáneas, me estaba alborotando más de la cuenta, como si mi mente hubiese estado en una nube de niebla. Desde esa vez repito la desconexión digital cada tanto, y siempre al principio empiezo a regañadientes, como cualquiera que vuelve a entrar en síndrome de abstinencia. Pero, todas las veces, enseguida la sensación de plenitud vuelve. Y ahí me prometo hacerlo más seguido.
Acerca de los consejos de Melina
Es tan saludable identificar los criterios propios con los que evaluamos nuestro trabajo como asumir que pueden ir variando según la etapa de la vida en que nos encontremos. Con su experiencia Melina nos enseña que vale la pena tratar de alinear lo que hacemos a nivel laboral con nuestros intereses más genuinos, sin marearnos con lo que para otros sería bueno si para nosotros no lo es, ni seguir sosteniendo criterios de valoración que teníamos en algún momento si es que se volvieron obsoletos. Es algo que se siente en el cuerpo y a lo que podemos asignarle racionalidad cuando contestamos “por qué hago lo que hago”. Por otra parte, esos intereses tan propios pueden ser varios y desplegarse en distintos ámbitos y bajo modalidades diversas, como de hecho lo muestra Melina con el abanico de espacios donde desarrolla su trabajo. Y en un cotidiano de intereses profesionales diversos hay que aprender también a desconectarse de ellos para conectar con otras cuestiones vitales.
liderazgo@mododelta.com
¿Te sale esto de conectar con el sentido de lo que hacés y desconectar de la toxicidad de los aparatos electrónicos? Esperamos tu opinión, mientras Mercedes trabaja con su próxima invitada para volver con Tiempo de Liderazgo el martes 29 de noviembre.