Gostoso, la playa brasileña de la que todos hablan
Cien kilómetros al norte de Natal, en Brasil, un pequeño pueblo de pescadores, con nuevas posadas y vientos alisios, constantes y con buena intensidad ideales para practicar windsurf
Juvenal tiene 57 años, sordo pero conversador, dice que demora ocho horas para ir de Natal a São Miguel do Gostoso en bicicleta y trece para volver. La diferencia es por el viento. El mismo viento que puso a este pueblo de pescadores que está cien kilómetros al norte de Natal en el mapa internacional.
São Miguel do Gostoso, o Gostoso, como le dicen todos, está en Rio Grande do Norte, exactamente en la punta donde Brasil da la vuelta hacia el norte. Es tan chico que a simple vista no aparece en el Google Maps. Lo que se ve al hacer zoom en el mapa es el Clube Kauli Seadi, la escuela que el tricampeón mundial de windsurf abrió frente a la Praia dos Cardeiros, una playa de arena finita y vientos africanos. Después sí aparece el nombre de São Miguel do Gostoso y el trazado de esta villa donde hasta la avenida principal es empedrada.
Kauli Seadi es catarinense y después de cuatro años de buscar un lugar en el norte de Brasil para abrir su escuela encontró en Gostoso las mejores condiciones para la práctica del windsurf: sol todo el año, agua tibia, viento constante con buena intensidad, una gran área libre con olas fuera del arrecife para poder saltar y agua plana dentro de la bahía para practicar free-style. Estas son las razones por las que llegan fanáticos del wind y kitesurf del mundo, pero lo que los retiene es otra cosa. Lo que enamora de Gostoso es su gente. Los pescadores que siempre están haciendo bromas; las señoras que se sientan en las puertas de sus casas a tejer manteles de hilo blanco y son conocidas como rendeiras; los chicos jugando siempre, los techos de teja a dos aguas de las casas; la hora desolada de la siesta cuando el pueblo se cierra y no sobra un alma.
Kaulo Seadi abrió la escuela y una posada de 16 bungalows con vista a la naturaleza, piscina y cancha de tenis. Lo mismo hicieron los españoles propietarios de la posada Mi Secreto, sobre la playa Ponta de Santo Cristo, un parque de diversiones para deportes acuáticos. Aparentemente, es donde mejor soplan los vientos alisios y, seguro, es desde donde se ven los atardeceres más espectaculares.
Seguir al viento
En esa playa vuela con su tabla el italiano Michele, instructor de kite que también cayó rendido a los encantos de Gostoso y puso la posada Villa Boa Vista: chalés blanquísimos con vista a la Lagoa do Cardeiro, piscina con hidromasaje rodeada de coqueros, hamacas y todos esos detalles que combinan con el paisaje y contagian las ganas de copiar la idea: dejar todo atrás, seguir el viento y empezar de nuevo.
Como también hicieron Caio Wolf y Juliana Garea, él del interior de São Paulo, llegó al pueblo buscando el viento y encontró a esta argentina de Castelar que había ido de vacaciones. Hoy tienen tres hijos y son los dueños de Palmira, un restaurante con columnas hechas con los troncos de los coqueros y decorado con la vajilla de la abuela de Juliana que abrió este año sobre la Rua Praia da Xepa, la calle empedrada que concentra la mayoría de los bares y restaurantes de los nuevos habitantes de Gostoso: los que vinieron de paseo y se quedaron.
La pionera de la villa es Maristela Teixeira, nacida en Natal, criada en Gostoso, la mejor cocinera de estas costas. Catorce años atrás doña Maristela, los ojos color mar, descendiente de una mezcla con los holandeses que llegaron a Tourinhos por el 1600, transformó la hacienda familiar en una posada con 21 cabañas: Mar de Estrelas, la más grande de São Miguel. Cada mediodía se la puede ver comandando la cocina de su restaurante. La especialidad son los frutos de mar, como el Camarão à moda da Casa: camarón pelado y cocido en leche de coco fresco y condimento casero, con arroz y bolinhos de macaxeira –mandioca- (61 reales para dos personas). Y habría que dejar espacio para una Cartola: banana pacová –bien dulce- caramelizada con queijo coalho y miel (R$12).
Juvenal, el señor sordo pero conversador, contempla el mar apoyado en su bicicleta bajo la sombra de un almendro en la playa Tourinhos, a seis kilómetros del pueblo, esa a la que supuestamente llegaron los holandeses hace cuatro siglos. Los turistas llegan a Tourinhos en buggy, después de rodar un largo trecho por la arena, un poco por el campo y pasar por delante de los molinos eólicos que le dan la villa un aire futurista.
Es una playa desierta rodeada de palmeras y rocas que ya fueron corales y ahora están petrificados. Lo único que hay es la barraca de un pescador y su familia que venden agua de coco, cerveza siempre helada y pescado tan fresco que se lo puede ver llegando del mar en la canoa. “Não tem como não gostar de Gostoso”, dice Juvenal. Y no debe ser el viento en contra lo que le demora la vuelta a Natal. Debe ser que el hombre no se quiere ir. Y no es el único.
Datos útiles
Cómo llegar. Lo más práctico es alquilar un auto en el aeropuerto de Natal. También hay empresas en el aeropuerto que hacen transfers. Desde la terminal de Ómnibus salen 4 buses diarios de la empresa Viação Cabral (R$ 21). www.expressocabral.com.br
Dónde dormir. Bangalô Kauli Seadi Avenida Enseada das Baleias 857. T: (55 84) 99194-8893. www.clubekauliseadi.com. Desde R$ 260 la doble con desayuno.
Dónde comer. Mar de Estrelas Av. dos Arrecifes 1120. T: (55 84) 3263-4168. www.pousadamardeestrelas.com.br. Cocina casera tradicional Palmira Rua Praia da Xepa 105. T: (55 84) 3263-4297. Abierto entre semana para la cena, sábados y domingos desde las 12.