¡Frida Khalo, Violeta Parra y Juana Azurduy: antiprincesas para imitar!
Crecí -crecimos- leyendo historias de princesas extremadamente flacas, con vestidos preciosos, cabellos cuidados y uñas perfectas. Mujeres cuya principal meta era conquistar el corazón de un príncipe, ser elegidas (si, elegidas) por un hombre para casarse o esperar a que el valiente caballero de ojos celestes las salve de una situación "límite". ¿Por qué las historias infantiles no hablan de mujeres trabajadoras, luchadoras y revolucionarias? ¿Por qué el disfraz preferido de toda nena es el de princesa? ¿En qué momento Disney pensó que el cambio que tanto reclamaban sus críticos pasaba por cambiar la tez de sus protagonistas y no su destino? ¿No son más inspiradoras las mujeres que se enchastran, pelean por sus derechos e influyen en el curso de su nación?
Pienso que hablar de crianza es también plantearnos estas cosas. Pensar qué referentes queremos mostrarles a nuestros hijos y qué luchas son las verdaderamente importantes. ¡Ojo! Eso no quiere decir prohibirles las películas de princesas o superhéroes o negarnos a pasar una tarde maquillándonos. Pasa por mostrar opciones.
Por eso me parece tan estimulante el proyecto de Nadia Fink (autora), Pitu Saá (dibujante) y Martín Azcurra (diseñador), que crearon la colección de libros "Antiprincesas", que incluye la historia de la patriota latinoamericana, Juana Azurduy; una de las máximas referentes de la canción de protesta, Violeta Parra y la pintora mexicana Frida Khalo.
Les dejo esta entrevista que le hice a Nadia para compartir con ustedes.
–¿Cómo nace la idea?
–Nació hace casi un año, con ganas de contar historias de mujeres reales; una especie de biografías pero hechas como un cuento. Que la colección se llamara "Antiprincesas" surgió casi como un juego, porque estábamos oponiendo estas vidas de mujeres fuertes, luchadoras, que rompieron los moldes de su época (y que trascendieron como para llegar hasta nuestros días y seguir teniendo plena vigencia) a los cuentos tradicionales que tanto leímos.
–¿Por qué arrancar con Frida Khalo, Violeta Parra y Juana Azurduy?
–Eran personajes que había investigado, al menos a las dos primeras, y con las que no había dudas sobre la fuerza de su historia. En el caso de Frida Kahlo, nuestra primera antiprincesa, si bien se transformó en un personaje muy icónico, creíamos que su vida, su compromiso -con el arte y con su pueblo- y su búsqueda de la felicidad eran más profundos que una imagen. Las tres tienen las características que mencionaba antes: en el caso de Violeta es importante el trabajo que hizo del rescate de la música popular (antropológico, diríamos) y en el de Juana como puso el cuerpo a las luchas por liberar no sólo a su país, sino incluso a todo el Virreinato del Río de la Plata. Además de todas estas características, hay que sumarle que fueron mujeres, y por eso tuvieron que enfrentar los prejuicios y límites de cada época.
–¿Qué debe tener un personaje para ser Antiprincesa?
–Creo que lo que contaba antes, son varias características y por eso luego de las tres primeras vamos pensando muy bien cuáles son las próximas: sí deben ser latinoamericanas porque ya hemos escuchado muchas historias de princesas europeas y la idea es rotar de países y de disciplinas en las que se destacaron, para que mostremos toda la variedad posible. Así, ya está saliendo Clarice Lispector, la próxima, escritora brasileña, una de las primeras reporteras de Brasil.
–¿Por qué no contar historias de princesas de ficción con esas características?
–Que las llamemos antiprincesas, indica desde un principio que princesas no son. Sobre todo porque, si bien esto no quiere decir que las princesas no tengan que existir más, la idea es plantear otros modelos y otras formas de ser mujer. La imagen de la princesa está asociada con mujeres que se preocupan por cultivar su belleza exterior (como forma única de ver la belleza, además), que aguardan ser rescatadas por un príncipe, que continúan mandatos o herencias de realeza y que llegan a un final feliz para siempre. Queremos romper con esos estereotipos pero también a partir de hechos y cuerpos concretos: temíamos que generar otras princesas con ciertas características hiciera que nosotras y nosotros mismos cayéramos en estereotipos. Hablar de personajes reales permite, sobre todo al dibujante, Pitu Saá, trabajar con colores, cuerpos y formas verdaderas y cercanas.
–¿Para qué edad están pensados?
–Los pensamos de 6 a 12 años pero sabemos que se lee a chicas y chicos de más corta edad y que las y los adolescentes también.
–¿Cómo se le explica a un nene conceptos tan complejos como "revolución" o "arte popular"?
–Trabajamos a partir de no subestimar a chicas y chicos. Ese punto de partida hace que no esquivemos temas que fueron parte de la vida de estas mujeres. Así como en los cuentos tradicionales el maltrato por parte de madrastras o el asesinato entre familias es un tema recurrente (y no demasiado cuestionado), tratamos de ir contando dentro de un relato, un cuento, sucesos que forman parte de su vida... en los libros se integra a través del diseño, a cargo de Martín Azcurra, que inventó una manera interactiva de contar sobre el papel. Así, aparecen ventanas a modo de hipervínculos; definiciones de palabras para tener a mano y mascotas preguntonas que intervienen como lo hacen las chicas y los chicos cuando se les lee en voz alta.
–En la tele ahora está Princesita Sofía, que tiene que "aprender" a ser una buena princesa y hay muchas nenas –muy chicas por cierto– que festejan su cumpleaños en spa. ¿Todo esto reproduce estereotipos?
– Las antiprincesas son otros espejos en el sentido de que proponen menos uniformidad y un lugar activo de las mujeres en la pintura, la música, la escritura, la política y en el deseo de otros mundos. Los mundos lejanos de castillos, chicas tranquilas, con uñas pintadas (sobre todo cada vez más pequeñas) son juegos que reproducen fantasías lejanas. Nuestros cuentos también generan una fantasía a partir de un cuento pero hablan de otras formas de pararse frente a lo femenino... la idea de que haya otros espejos es para sumar formas de ser, de desear y de mirarse. Uno de nuestros lemas es "a cada quien lo que más le guste", y creemos que tiene que ver incluso con nuestra infancia, donde un rato disfraces y otro rato bicicleta; un rato muñecas y otro treparse a un árbol; un rato autitos y otro pintura. Algo de eso queremos transmitir.
–¿Cómo ves la oferta de la literatura infantil?
–No soy una especialista, puedo hablar desde lo que veo y no como algo absoluto. Creo que la literatura infantil en la Argentina es muy rica y siempre he sido lectora voraz de libros infantiles. Tengo mis preferencias por la generación de Gustavo Roldán, Laura Devetach, Silvia Schujer, Graciela Montes... Hay mucha literatura que busca romper lo establecido y editoriales independientes y autogestivas que trabajan en eso. Muchas Nueces y Madreselva son ejemplos actuales de eso.
–¿Tienen pensado sumar personajes masculinos?
–¡Ya lo hicimos! En enero salió nuestro primer antihéroe, Julio Cortázar, y Eduardo Galeano está a punto de salir. En este caso, los antihéroes vienen a interpelar a los superhéroes, en el sentido de una manera de pensarlos fuertes, valientes al extremo, autosuficientes... Nuestros antihéroes también tienen súperpoderes, pero más reales: Julio, el de la palabra que juega y Eduardo, el de la palabra justa (por exacta y por buscadora de justicia).
¿Qué les pareció este post? Además: ¡A comer solitos!
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