Florencia Freijo, politóloga: “Hagamos un pacto para mirarnos con más amor”
"Todavía hay un 25% de brecha salarial (en Argentina es el del 27%), todavía luchamos contra los techos de cristal (a las mujeres nos cuesta acceder a puestos de poder y, cuando lo hacemos, ganamos menos), las mujeres seguimos subrepresentadas en las cúpulas de todo... No obstante, quienes más se reciben en las universidades son mujeres, pero después ocurre lo que se conoce como ‘escalera rota’: al momento de cuidar a sus hijos o a sus padres, las mujeres bajan un escalón en la escalera que venían subiendo…", dice Florencia Freijo, 32 años, nacida en Mar del Plata y madre soltera de Gael. Flor es politóloga y divulgadora de temas feministas. A los seis meses del nacimiento de su hijo, la nombraron directora de programas de una Organización de Responsabilidad Empresarial coordinando proyectos para la Fundación Leo Messi. Después pasó a trabajar en una organización de origen alemán de desarrollo humanitario para América Latina. Ahora es asesora en la Legislatura Porteña para Roy Cortina, un diputado socialista, pero también da clases sobre perspectiva de género en todo el país, tanto para el ámbito público como para el privado.
¿Cómo es tu feminismo doméstico? ¿Alguien te ayuda?
Como no tengo empleada doméstica y tampoco tengo familia acá porque viven en Mar del Plata, mi red de cuidado son las madres del colegio. Soy madre soltera.
¿Pero tenés ayuda del padre de tu hijo?
Económica. Él paga lo que la justicia dictaminó que tenía que pagar, que no equivale al valor de criar a un hijo, porque las mujeres gastamos no solo dinero, sino carga mental. Por ejemplo, yo en este momento no puedo capacitarme porque no puedo pagarle a alguien que cuide a mi hijo, y esa capacitación que no puedo hacer ahora es la que me permitiría el día de mañana tener un sueldo mejor... Yo tengo una militancia muy orientada a las madres que crían solas. En mi familia, hay tres generaciones de mujeres que criaron solas, tres generaciones de varones que se borraron.
Hay toda una nueva escuela que educa a las niñas para ser valientes. Necesitamos varones que no generen que las mujeres tengan que serlo.""
Tenés un hijo varón..., ¿cómo lo criás?
Creo que todas las mujeres que tratan de criar en el feminismo tienen que saber que no van a hacer milagros, porque la sociedad también educa. Por más que yo le hable a mi hijo de feminismo, él va a salir y ver que los colectiveros son varones, que quienes se ocupan de los cuidados de la primera infancia son casi siempre mujeres, él ve esa realidad. Creo que lo importante es tratar de intervenir con observaciones que inviten a la reflexión, no solo sobre sus conductas, sino sobre el entorno que nos rodea.
Y si fuera una mujer, ¿cómo la criarías?
Lo mismo, supongo, pero no sé cómo es. Para educar en el feminismo trato de observarme a mí primero, para ver los estereotipos que reproduzco. Una vez, cuando mi hijo tenía tres años, le dije: "No llores como una nena". Pero si hubiera sido mujer, la habría justificado porque "ella es muy sensible", ¿no? No sé cómo sería con una mujer, pero sí sé que hay una mirada de que para criar mujeres fuertes hay que darles una pelota, pero no tanto que para criar hombres fuertes hay que darles una muñeca... Los juegos de rol son fundacionales en la infancia. A los varones no se los educa en la afectividad, pero hay toda una nueva "escuela" que educa a las niñas para ser valientes. Necesitamos varones que no generen que las mujeres tengan que serlo.
¿Hay algún hombre que te resulte inspirador por algo?
Mi abuelo. Creció con doce hermanos en una casita de chapa. Pero decidió estudiar y se metió en la Marina. Mi abuelo era el prototipo del hombre de la época, bastante autoritario. Y, sin embargo, admiro que, a pesar de toda su coyuntura, se pudo relacionar conmigo desde el afecto.
Hablemos de feminismo. ¿Cómo llegamos al 8 de marzo?
Pareciera que el feminismo argentino empezó a hacer ruido en 2015, con Ni Una Menos, cuando reclamamos que pararan de matarnos. Sin embargo, tenemos más de 34 años de encuentros de mujeres: en 1896 Virginia Voltean fundó el diario La Voz de la Mujer, tuvimos precursoras como Lanteri, Grierson y la Liga Feminista, ni hablar de Victoria Ocampo... Las demandas feministas son históricas: plantean las cuestiones de las mujeres en su representación política, en su nivel económico de vida, en su condición de maternidad, las mujeres que sostienen el mundo desde su trabajo doméstico y aun así quedan relegadas de la producción. Si nosotras no estamos, el mundo se para: nadie te va a esperar con la comida lista, ni te va a llevar a formarte, ni se va a ocupar de vos doce horas por día todos los días y sin vacaciones... Así fue que, cuando pasó el femicidio de Lucía Pérez, en lugar de gritar por un nuevo femicidio, salimos a gritar: "Si nuestras vidas no valen, produzcan sin nosotras". Y llegamos a enero de 2018, al reclamo de los derechos sexuales y reproductivos, otro tema que había que volver a hablar. Si casi todas conocemos a alguna mujer que abortó, ¿cómo es que no hay una política pública? Se trata de poner el foco sobre todas esas condiciones que tienen que ver con la dignidad de la mujer.
¿Qué hay por fuera de la turbulencia que se genera entre las distintas facciones del feminismo?
Hay ruido porque el feminismo está planteando un cambio social en un tiempo histórico que es increíble. Ningún cambio histórico se gestó con tanta rapidez. Aunque la verdad es que no sé si fue tan rápido, porque La ciudad de las damas, de Christine de Pizan, es un libro ¡de 1405! Sí, hay resistencias, hay contradicciones, pero el feminismo es una realidad.
¿Vos pertenecés a alguna organización particular?
No.
¿Cómo se canalizan los reclamos del feminismo?
Por varias vías. Institucionales, desde el Congreso, obviamente, a través de diputados o diputadas que presentan proyectos de ley y piden asesoramiento feminista. Pero también hay demandas que surgen de la calle, como la del aborto, y que después los partidos integraron para generar políticas públicas. Esto también habla de la capacidad que tiene el movimiento feminista de trabajar transversalmente, y de abajo hacia arriba.
Vos te pronunciás abolicionista, ¿qué es el feminismo abolicionista a diferencia del regulacionista?
El feminismo tiene una fractura en el interior muy fuerte que es sobre si la prostitución es trabajo o no. A partir de ahí empiezan las discusiones sobre qué posición tiene que tomar el Estado. Porque, por un lado, están las mujeres que manifiestan querer desarrollar el trabajo sexual y piden derechos para las trabajadoras. Y por el otro, las mujeres en situación de prostitución que no quieren ejercerla y piden derechos para las mujeres para no tener que terminar en esa situación.
El tema es creer que el feminismo es una persona, cuando en realidad es un movimiento político que tiene una coyuntura y una complejidad.
¿Nos explicás qué estamos discutiendo?
Hay tres posturas principales. El regulacionismo plantea un modo de que el Estado genere diferentes estructuras que permitan reglamentar el trabajo sexual, permitirlo. El abolicionismo condena a los consumidores y tratantes, porque sostiene que ninguna mujer que es prostituta llegó ahí porque quiso sino por una situación de desigualdad. Yo soy abolicionista porque tengo un enfoque moral sobre la vida de las mujeres. Para mí la prostitución no es un trabajo, porque tiene implicancias en la salud física-psíquica de una persona. Pero no desde la moral de que prostituirse está mal, sino desde la moral de que los hombres paguen por sexo para pedirle a una mujer que haga todo lo que quiere ya que no puede decir que no, porque necesita el dinero. Pero además porque la regulación es la aceptación por parte del Estado de que eso está bien, de que es normal que el 90% de las personas que se dedican a la prostitución sean mujeres... ¿No nos hace ruido? El prohibicionismo condena tanto a la mujer que ejerce la prostitución como a los consumidores.
¿Qué opinás de lo que pasó con Jimena Barón, con su campaña con afiches que reproducen la estética de los de las trabajadoras sexuales?
¡Qué tema! Pienso que el feminismo nos atravesó a todas y eso llevó a que muchas mujeres se declaren feministas, lo que lo popularizó un montón. Jimena Barón es una de ellas, y enarboló tanto la bandera que ahora se le exige un montón y se la observa con bastante crudeza. El tema es creer que el feminismo es una persona, cuando en realidad es un movimiento político que tiene una coyuntura y una complejidad. El feminismo pasa por pedir derechos, prepararnos para pedirlos, conquistar espacios de poder, dar esa disputa, y nos necesitamos juntas.
Solas (aun acompañadas)
"En este libro repaso las coyunturas y los mensajes que nos dejan aisladas, como los mandatos ‘amate a vos misma’, ‘aceptate’, etc., que nos cargan de exigencias: ser buenas hijas, madres, amantes, esposas, bellas, inteligentes... Exigencias que nos van asfixiando, tanto que terminamos sintiéndonos solas. Lideramos los índices de depresión a edades tempranas, por eso vamos a terapia como si nuestros problemas fueran individuales, pero no, son colectivos.
Las mujeres nos sentimos solas por tres factores: la desigualdad histórica, la carga mental que aguantamos de mandatos y roles sociales y la misma competencia femenina. Nos juzgamos mucho unas a otras, lo veo en redes. Por eso en el último capítulo propongo que hagamos un pacto de mujeres, para mirarnos con más amor".
Solas (AUN ACOMPAÑADAS), de Florencia Freijo (EL ATENEO, $699).
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