Fernando Dente baila 3 canciones de sus musicales preferidos
Canta, baila, actúa... y todo lo hace bien. Balance de un hombre que siente que hoy está saliendo a la luz su verdadero "yo" artístico.
Protagonizás Aladín, un personaje que remite a la infancia. ¿Desde qué lugar lo abordaste?
Me hizo acordar un poco a mí antes de High School Musical, cuando tenía 17 años. Aladín está lleno de ilusión, es un chico de la calle, que puede encontrar cierto bienestar y felicidad en la situación que le toca. Así va consiguiendo lo que quiere. Es una historia de superación, de ir a cumplir tus deseos.
¿Es natural para vos sentirte conectado con tu deseo?
Siempre me gustó sentirme emocionado e instintivamente fui buscando lo que me hiciera sentir algo en la panza. Por ahí tardás en conectarte con ese deseo. Podés estar 50 años sin entrar en sintonía hasta un instante en que lo hacés y ahí está, ya empezó el cambio.
A veces se complica mantener el dial en el deseo, más en una sociedad que promueve el adormecimiento.
Todos queremos adormecer lo que no nos gusta, lo que nos genera tristeza. A veces, lo que hay que hacer es entregarse, tener un poco de autocompasión, no cebarse, no echarse culpas, no alimentar esos sentimientos. Simplemente hay que dar el espacio para que te pase lo que te tiene que pasar. Es como la oruga que se convierte en mariposa: hay que darles tiempo a los procesos. Y ahí estamos todos, una y otra vez, consciente e inconscientemente. Lo único que podemos elegir es a qué llevar nuestra atención.
¿Cómo reconducís lo que va pasando por la cabeza?
Si me siento medio raro, me pregunto qué estoy pensando, por qué me estoy sintiendo así, y lo voy switcheando. Es como un recurso, es un frenar después de haberme ido mucho tiempo.
A 10 años de High School, ¿hacés algún balance?
Siempre miro para atrás porque está bueno para valorar el presente. Tenemos esa tendencia de estar siempre de cara al futuro, viendo qué va a pasar. El pasado me sirve para aprender a disfrutar lo que me está pasando ahora. A los 12 años estaba volanteando en la avenida Rivadavia para mi primera obra, que hacía con mis compañeros del Club Italiano. Había que llevar gente y yo lo hacía muy bien... Y es algo que me quedó. Después cambiamos a una sala en la avenida Corrientes y eso fue un poco más triste porque iba al Gran Rex a buscar a los que quedaban afuera de Piñón Fijo; les dábamos otra opción.
¿Ganaste experiencia y perdiste ingenuidad?
No siento que haya perdido ingenuidad; al revés, siento que vuelvo a mi esencia. En este tiempo me pasaron cosas muy fuertes en lo personal y tuve que construir una armadura para hacer todo lo que hice. Fueron muuuchas cosas, muy distintas, y nunca paré. Y ahora estoy volviendo a ser el que en verdad soy, a estar más despejado de ciertas corazas que ponen distancia para estar más frío, para poder cumplir. Porque a veces no importa si te separaste o tuviste un duelo; tenés que trabajar y tenés que trabajar. Yo soy un bendecido por lo que hago, porque lo artístico me ayudó a no engolosinarme con las tristezas.
Imagino que perder a tu mamá y después a tu papá fue de lo más fuerte que te pasó...
Imaginate. Pude encontrarle una vuelta, si no, es muy desgarrador. Hoy me siento acompañado por ellos, con respaldo divino.
¿En qué momentos extrañás "ser hijo"?
En los momentos especiales, de felicidad. Mi mamá me acompañó tanto y trabajó tanto en mi confianza...
A ella la llevás tatuada.
Tengo una foto que amo tatuada en el brazo, que es del día de mi bautismo. Estamos los dos, ella me tiene en brazos. Es una foto que va conmigo a todos lados y siempre es lo primero que entra a un camarín.
¿Qué te devuelve esa foto?
Me siento hijo, y me siento cuidado. Mi mamá no sabía nada de actuación, así que nunca le pregunté al respecto, pero una vez me dijo: "En el escenario, sos vos". Y tenía razón. Me gusta tener un poco de esa energía, me da alegría.
¿Te visualizás en el rol de padre?
Creo que sí, pero no puedo ni imaginarme cuándo. Esto que veo en el espejo ahora no es una persona que va a tener un hijo. Tengo mucho por andar antes. Tengo que resolver muchas cosas, conseguir otras. No sé si me veo padre soltero o con alguien. No lo pensé mucho. La imagen que se me aparece es difusa, pero me gustaría formar una familia.
¿Y habría bautismo, así como el tuyo? ¿Sos religioso?
No soy de ningún club de nada, solo del propio. Trato de no encasillarme y poder ir viendo quién soy. A eso vine.
Parecés tener muy elaboradas ciertas cuestiones...
Hice mucha terapia. Arranqué a los 15 y fui hasta hace poco. No estoy comulgando tanto con el psicoanálisis. No es un espacio que hoy me represente, pero arrastro mucho de ese trabajo personal, obviamente. Ahora estoy un ratito solo conmigo.
De 40 funciones en el Gran Rex el mes pasado a grabar una tira, ¿te queda algo de tiempo libre?
No lo puedo planear demasiado, pero sí. Y me gusta ir al cine, a comer, viajar, no mucho más. Disfruto de estar en mi casa, de ir al súper...
¿Planeás profundizar en la dirección teatral?
Dirigí Criatura emocional, el primer recital de Gerónimo Rauch en Buenos Aires y Colección primavera verano. Me gusta mucho, pero me demanda mucha energía. Por ahora quiero seguir nutriéndome de todo lo que me ofrece mi trabajo sobre el escenario. Quiero seguir desarrollando mi mirada, mi punto de vista sobre las cosas. Está empezando a salir a la luz quién soy a través del arte. En eso ando. •
Maquilló y peinó Andy Pisane para Estudio Correa con productos Givenchy. Agradecemos a New Balance, Giesso, Perramus, Bolivia, Kevingston, converse, Chekka Buenos Aires y Juan Martín Delgado por su colaboración en esta nota.
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