Explorando la verdadera grieta: el Gran Cañón del Colorado
Una de las maravillas naturales del planeta, se lo puede admirar desde alguno de los espectaculares miradores, pero nunca conocer realmente en profundidad; algunas recomendaciones antes de intentarlo
Tiene 446 kilómetros de largo y entre 6 y 29 de ancho, con 1600 metros de profundidad y alturas que alcanzan los 2483 sobre el nivel del mar. Pero poco se sabe del Gran Cañón del Colorado si se tienen en cuenta el alcance del hombre y la magnitud de este fenómeno, una de las maravillas naturales del planeta, visible incluso desde el espacio.
No es el cañón más grande, pero es el más famoso. Yarlung Zangbo, en el Tíbet, lo supera en tamaño, no en popularidad. Por sus dimensiones, para visitarlo hay que elegir entre cuatro sectores. Cada punto cardinal tiene su base.
En el Oeste la atracción es una pasarela de vidrio que parece flotar sobre el abismo. En cambio, el Este ofrece vistas sobre el río. El Norte es el de mayor altitud, no recomendado para visitar con niños ni para personas con problemas cardíacos o respiratorios. Finalmente, el Sur es el de las panorámicas más famosas, muy elegido por quienes viajan por primera vez. Tiene el centro de visitas más importante, propone actividades para la familia y está abierto todo el año.
Desde el South Rim
Para tener un primer pantallazo, en el centro de visitantes proyectan un video sobre el parque que se repite cada media hora. Una introducción de 20 minutos que sirve como la entrada en calor antes de pararse frente a un fenómeno natural de larguísima data. Tan larga que para la comunidad científica todavía resulta difícil de descifrar. Si bien los estudios geológicos en la zona comenzaron en 1858, hasta hoy la única certeza es que sólo una máquina del tiempo podría mostrar con seguridad cómo se formó el Gran Cañón. Mientras tanto, hay dos versiones fuertes: los expertos que afirman que todo fue obra del río Colorado, y los que sostienen que una serie de ríos erosionaron y unieron a un conjunto de cañones de diferentes edades. }
¿Cuándo se comenzó a formar? Bueno, ahí tampoco coinciden. Para unos, hace 6 millones de años; para otros, hace 70 millones de años.
En 1908, el presidente norteamericano Theodore Roosevelt declaró al Gran Cañón Monumento Nacional. Once años más tarde, el parque abrió sus puertas. Desde entonces cada año llega más y más gente a conocerlo. Hoy, el promedio anual supera los cinco millones de visitantes.
El sol se siente fuerte, el viento es fresco y el clima seco. Por eso gorrita, protector solar y un buzo son los tres básicos para la mochila. La altitud del borde sur, el más concurrido, es de 2134 metros. En invierno nieva poco, a diferencia del sector norte, que se cubre de nieve. Para moverse entre los puntos de observación hay un servicio de ómnibus gratuito que sale cada 10-15 minutos y ahorra largas caminatas. La línea anaranjada va hacia izquierda y derecha con paradas en diferentes terrazas y en el Museo de Geología. La línea azul cruza la villa y combina con la roja que se extiende hacia otra seguidilla de miradores.
Afuera del centro de visitantes están las paradas junto a un mapa que indica los recorridos con los correspondientes puntos de interés. También hay canillas públicas para llenar las botellas con agua antes de salir a la aventura.
Puntos panorámicos
La primera parada es Mather Point. Ante el paisaje uno se siente el Chapulín Colorado cuando tomaba chiquitolina. Reducido frente al poder de la naturaleza. Miro alrededor y a lo lejos. Sobre una pasarela con protección, las personas se ven como manchas de humedad en una foto. Es inevitable que se disparen pensamientos existencialistas, no como cañonazos sino como metralleta. Al punto de ver a todos los que bajan del bus como termitas con cámaras de fotos.
Colorado es el nombre del río que pasa por lo bajo y también es el color del paisaje marcado por matices desgastados y tonos más fuertes. Como si las diferentes capas geológicas que lo formaron estuvieran subrayadas con marcador indeleble.
Parece que pasaron dos minutos y en realidad volaron veinte. El bus que va para Yavapai Point estacionó y empieza el intercambio de pasajeros. Los que bajan excitados y los que esperan amansados para subir. Apuro el paso, mientras pienso que desearía poder mirar con la espalda para no perderme un segundo de esa vista.
Si bien está el servicio de transporte, mucha gente hace el recorrido a pie por un sendero paralelo al precipicio. Cada mirador tiene una perspectiva diferente. Panorámicas amplias, terrazas que introducen al abismo, bordes sin más vallas que troncos de árboles secos.
Por momentos perder la vista en la distancia activa un efecto hipnótico. Todo se ve y se siente infinito, eterno. Como en los cumpleaños de la infancia, cuando explotaba la piñata con golosinas y las manos no alcanzaban para juntar tantos dulces. Así de chicos se sienten los ojos.
El ambiente en Yavapai es relajado. Una nena, con anotador y lápiz, dibuja su versión del cañón. Algunos caminan hacia el Museo de Geología, donde hay un observatorio y la exposición que explica en detalle las capas de rocas que formaron el área.
A metros del museo, dos chicas comen papas fritas sentadas al borde del precipicio y llaman la atención con sus movimientos. Una de ellas busca algo en su cartera. Algo que deja de buscar cuando el paquete de papas se le resbala y desaparece, como el coyote cuando perseguía al correcaminos y de pronto desbarrancaba. Esta zona no está protegida por barandas. Sólo por carteles que piden tener cuidado en las orillas y prestar especial atención si se pasea con menores.
Desde Yavapai sigo hasta el otro extremo que cubre la línea anaranjada: Pipe Creek Vista y Yaki Point. Los turistas no paran con los saltos, los juegos de perspectiva y las poses de grandeza. No parecen intimidados por las alturas. Todo vale para conseguir el efecto de la foto. Sin pensar en que una ráfaga de viento sería suficiente para perder el equilibrio y caer como la bolsa de papas fritas.
Y sí, hay que tener cuidado, porque acá un tropezón puede ser caída mortal. Las estadísticas, según las autoridades del parque, dicen que se accidenta 1 de 400.000 visitantes. Es decir, 12 accidentes fatales por año.
La línea anaranjada de ómnibus completa el circuito. Es casi el atardecer. Mather Point es un buen lugar para ver amaneceres y caídas del sol. El cielo está despejado y el paisaje parece ser otro, diferente al que vi de entrada. Mientras tanto, saco cuentas. En un día llegué a ver un poco de los 20 kilómetros de la región sur. Es decir, dentro de una superficie que en el total representa menos del cinco por ciento. Muy poco.
Consejos para llevar
- Llevar ropa liviana y también abrigo porque la temperatura entre el día y la noche varía considerablemente. Por ejemplo, de mayo a septiembre oscila entre los 2 y 29 grados centígrados. En el interior del cañón es más estable, pero alta, y alcanza los 33 y hasta 41 grados.
- Entre noviembre y febrero, la temperatura baja bastante (entre -8 y 5 grados) y se puede ver nieve entre las formaciones rocosas.
- No hay que descuidarse del clima. Llevar siempre protector solar y agua. Para reducir los desechos plásticos, las autoridades del parque sugieren portar botellas recargables y llenarlas gratis en las canillas que están, por ejemplo, afuera del centro de visitantes.
- Entre los miradores hay carteles que advierten que no se debe alimentar a las ardillas. Aunque se vean amigables y se acerquen más de lo conveniente, hay que tener cuidado porque pueden morder. Así que verlas, sacarles una foto, pero no extender una mano para llamarles la atención porque puede ser peligroso.
- Si se alquila auto, no olvidar tener un mapa de las rutas a mano. La señal del GPS puede no funcionar cerca del área del parque.
Datos útiles
Cómo llegar
Los aeropuertos más cercanos al Gran Cañón están en Phoenix y Flagstaff, Arizona. Desde ahí salen servicios de ómnibus, dos veces al día, hacia el parque nacional. El aeropuerto de Las Vegas también está cerca. Desde esa ciudad, la alternativa es alquilar un auto y tomar la vía US 93, unir con la interestatal 40 hacia Williams y empalmar con la ruta 64 en dirección al parque. El viaje dura aproximadamente cuatro horas, o algunos minutos más si se opta por reemplazar un tramo de la interestatal 40 por la legendaria ruta 66. Otra opción, sensiblemente más cara, es reservar un paseo en helicóptero (por precios desde 400 dólares, por persona) y llegar en poco más de una hora.
Cuánto cuesta
La entrada del South Rim está abierta todo el año, las 24 horas. Los horarios del centro de visitantes son, desde el 1| de marzo hasta el 31 de octubre, de 8 a 22; y del 1° de noviembre al 28 de febrero, de 10 a 20.
Por auto, se paga un ingreso de 30 dólares; por moto, 25 dólares; para quienes entran a pie o en bicicleta, 15 dólares por persona. Los menores de 15 años, gratis.
El ticket habilita el acceso al Parque Nacional del Gran Cañón durante siete días. Esto permite, por ejemplo, visitar los sectores norte y sur. Para tener en cuenta en los planes, el viaje entre uno y otro es de aproximadamente cinco horas en auto.
Atención: por fiestas nacionales, el parque tiene entrada libre los siguientes días del resto de 2017: 25 de agosto, 30 de septiembre y el 11-12 de noviembre. Para actualizar las fechas gratuitas de 2018, habrá que esperar el cambio de calendario en:www.nps.gov
Qué hacer
El Museo de Geología Yavapai abre todos los días de 8 a 20. A las 14 y a las 15.30 se dan charlas gratuita sobre geología.
Dentro de la villa hay restaurantes, mercados, hoteles y una zona para acampar.
Más información www.visitgrandcanyon.com