Después de un hiato de casi dos años, la serie de HBO Max volvió y, desde ese momento, nadie deja de hablar de cada uno de sus episodios. Ya frente al cierre, reflexionamos sobre esta ficción
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La primera y segunda temporada de Euphoria podrían ser dos series completamente diferentes. De hecho, se sienten como dos series distintas: desde la profundidad de los conflictos y la oscuridad de las tramas, hasta la propuesta cinematográfica (mucho más intelectual, mucho más poética). Esta segunda entrega volvió con una madurez narrativa que demuestra que los creadores subieron sus apuestas y ya no les alcanzaba con contar la historia de una chica que tiene problemas con las drogas.
Con episodios disruptivos y que trajeron cientos de debates en redes, ¿por qué Euphoria es la nueva 13 Reasons Why?
La generación perdida
En un capítulo de la primera temporada de True Detective, uno de sus personajes principales hace la reflexión sobre cómo los adultos siempre ven en los jóvenes a una generación perdida. Pienso en esta secuencia cuando escribo sobre Euphoria porque creo que -para analizarla- es clave alejarse de ese lugar y darle entidad a las problemáticas (comunes y propias) de cada momento.
Llamada ‘generación de cristal’, las nuevas ficciones coming to age (aquellas que hablan del paso de la adolescencia a la adultez) se ven teñidas por este concepto: chicos que frente a las exigencias del mundo adulto, no pueden gestionar los conflictos del vivir. Euphoria no se escapa de esta tendencia, sino que, por el contrario, la apropia y -sobre todo con su segunda temporada- decide transformarla en algo que se anima a ir mucho más allá.
En esta intancia, estamos frente a otro punto clave: es fundamental comprender que la serie ícono de HBO Max está lejos de ser una ficción sobre chicos que ‘solo se drogan, tienen sexo y tiran su vida por el tacho’. Hay que ir más profundo y perder los prejuicios que a veces llegan con la edad.
13 Reasons Why abrió una puerta y Euphoria se adueñó de la fiesta
Desde Trainspotting hasta Skins, es cierto que lo que estamos viviendo con Euphoria está lejos de ser novedoso. Al contrario: es una historia que ya hemos visto y con la cual -probablemente- nuestros padres tuvieron una reacción muy parecida a la que hoy muchos adultos tienen con la serie protagonizada por Zendaya.
Trayendo como novedad los elementos identificatorios de la generación (el impacto de la tecnología, la macroaccesibilidad de la información, las consecuencias de los movimientos feministas y el empoderamiento), existe una fuerte desromantización de la adolescencia (basta de divinas y populares). Una situación que habilita la posibilidad de desarrollar de manera adulta los conflictos que atraviesan a los adolescentes hoy.
De esta manera es fácil sostener que Netflix inauguró este movimiento con 13 Reasons Why (la historia de una chica que decide quitarse la vida y que, por medio de grabaciones en casettes, cuenta sus razones) y Euphoria se posiciona como la ficción cúlmine del fenómeno.
Del arquetipo a la problemática social
Hace unas cuantas semanas una reconocida periodista norteamericana -especialista en series de televisión- publicó en Twitter: “No entiendo cómo Euphoria hace apología de las drogas. Si hay algo que cada uno de sus episodios logra es que... jamás quiera drogarme”. Un comentario que responde a los millones de debates que se dieron alrededor del mundo sobre cómo la ficción recrea todo tipo de abusos y adicciones.
Sacudiendo los prejuicios, es súper interesante preguntarnos qué nos deja Euphoria y cuáles son las oportunidades:
- Una mirada teñida por los elementos tóxicos. Desde aquella escena en donde Kat (Barbie Ferreira) es atacada por diferentes versiones de sí misma mientras le gritan que se ame, hasta las secuencias de posesión y control que se dan entre ciertas parejas; Euphoria deja a la vista algunas de las dinámicas más tóxicas que hoy vivimos como sociedad. ¿Qué pasa con esos días en donde el autoamor no es posible?, ¿en dónde radica la naturalización de la violencia?, ¿cuál es el límite entre ‘experimentar al extremo porque la vida es una sola’ y el abuso?. Mientras que nosotros como generación luchamos por romper con ciertos estereotipos y trabajamos en empoderar a la generación siguiente, este tipo de historia deja en claro que con solo eso no alcanza. En teoría alejados de las viejas estructuras, los desafíos siguen existiendo y las herramientas para lidiarlos no siempre están disponibles. ¿Cuál será nuestro rol en esa fórmula?, es probablemente la pregunta que deberíamos estar haciendo.
- Desmitificar el uso de las drogas. Desde el alcohol hasta el tabaco, para llegar a diferentes sustancias, casi el 100% de los personajes de Euphoria consume algo. En ese espectro que plantea diferentes tipos de consumo, es que también se permite romper con viejas ideas sobre cómo es el abuso de sustancias. Es que lo que vemos en Euphoria está lejos de aquel junkie tirado en la calle (clásico de las series y películas de los 90) para mostrarnos una problemática que tiene muchísimos más matices. Desde salud mental hasta problemas sociales y familiares, la desidia de los padres no es una constante obvia, ni un lugar común con el que se termina justificando todo.
- En el centro: la salud mental. Alejándonos de los maquillajes decorados, el brillo y los looks escolares fashionistas, la mayor riqueza de Euphoria es su planteo sobre la salud mental adolescente. No es rebuscado pensar que cada uno de sus personajes es, en realidad, la representación física de un problema de una enfermedad. Desde depresión y bipolaridad, hasta trastorno de ansiedad y trastorno obsesivo-compulsivo, para llegar al universo de las inseguridades (de la autopersepción y del cuerpo, del proceso de definición de identidad, de la construcción de lazos, etc). Una diversidad que se ve enriquecida por el trabajo de los matices, de las historias personales de cada uno de los personajes y de las diferentes situaciones en las que cada uno de ellos se encuentran. Plantenado así de una manera muy clara, una problemática real, profunda y difícil para las adolescencias actuales.
En definitiva, creo que el mayor valor de Euphoria no llega desde la novedad, sino desde la obviedad. ¿Por qué? Mientras que mirarla o no con nuestros hijos adolescentes es algo que cada padre definirá en su intimidad, sí es innegable que crea una enorme oportunidad para abrir ciertos debates. Conversar con ellos sobre qué les está pasando, cuál es su relación con lo que ven (si lo hacen) o en qué se sienten reflejados. No porque Euphoria sea la vida real, sino porque lo que sí plantea son problemáticas actuales y presentes en una generación que tiene sus propios desafíos y con ellos, todos somos responsables de crear nuevas herramientas para acompañarlos.
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