Ese lazo invisible que nos une
Sofi,
Ay ay, linda, cómo me emocioné con tu último post. Vengo de una semana intensa, y leerte me puso la piel de gallina. Me siento feliz con tu llegada, bien con cosas mías que me pasan, pero también un poco sensible. Estoy dejando que esos sentimientos fluyan.
Si tuviera que describir con imágenes la sensación, podría decirte que es como un rápido de montaña, con piedras, rocas y cascadas, pero que encuentra su camino y atraviesa los escollos con naturalidad. Un momento agitado pero tranquilo al mismo tiempo, si es que eso es posible.
Este es un instante perfecto para escuchar esta bellísima canción:
En tu correo, no fueron sólo las palabras, sino también las imágenes las que me movilizaron mucho. Tan sólo por ese arco iris que tuviste el privilegio de ver, la vida vale la pena. Y ese dibujo hermoso que le hiciste a tu hijita por nacer…., eso ya demuestra que llega a un mundo bello y amoroso, a pesar de todo.
Me quedé mucho pensando en esto que pusiste: "¡Siento que quiero todo ya el primer fin de semana que llegamos! Pero sé que eso es muy difícil y a veces cuando uno espera mucho se decepciona... "
Ese fragmento, llevado a otros planos de la vida, me trajo muchos recuerdos.
Creo que es bastante imposible no proyectar, no ilusionarse…. Y creo que tenemos que dejar de poner freno a esas fantasías por el temor a que quizás llegue la desilusión. Por otro lado, decimos "mejor no esperar mucho", y sin embargo sospecho que eso está fuera de nuestro control. ¿No es más estresante el ejercicio de reprimirnos?, ¿y no es acaso la ilusión nuestro motor?
Prefiero que las ilusiones me movilicen, aún a pesar de las potenciales decepciones.
Vos lo sabés, cuando me fui a Tierra del Fuego decidí apostar por un matrimonio que venía en baja. Esperé y fantaseé mucho, y nada de lo que vino se pareció a lo que había proyectado. Sin ese viaje, tal vez mi corazón estaría más entero, pero ¿sabés qué?, mi mente sospecho que no. Hasta hoy, estaría preguntándome qué hubiera pasado si….. En definitiva, fueron las expectativas y la esperanza lo que me movilizaron a viajar. Proyecté, accioné y si…. me desilusioné. Esto último entra dentro de las posibilidades. Lo importante es que, jugadas todas las cartas, de esa historia yo ya no espero nada. Hoy puedo comenzar un nuevo libro. ¿No es genial?
Me doy cuenta que hay muchas cosas que siento que no las puedo dimensionar de manera real hasta que suceden. Si esas cosas se vislumbran como bellas y buenas –como unas vacaciones, una cita con alguien que me gusta en serio o el comienzo de un nuevo proyecto-, primero las imagino, me armo el castillo de arena -uno bastante sobredimensionado te diré-, y después, cuando el momento llega, todo, pero todo se pone en blanco y sobreviene la realidad, a veces mejor a lo imaginado, otras no tanto y otras para nada. Son partes de toda la experiencia conjunta: la fantasía y la realidad.
Cuando aquello que está por venir no es tan feliz para mí, puedo imaginar poco y nada de lo que podría suceder después. Hablo, por ejemplo, de las despedidas, las separaciones….
Me pasó que cuando tomé la decisión de separarme, transcurrieron unos diez días antes de poner las cartas sobre la mesa. Ni en esos días, ni en las semanas siguientes, fui capaz de imaginar mi vida próxima. Fueron momentos donde más bien sentía que yo no era yo y que estaba como espectadora de mi película, sin saber qué viene después.
Con las despedidas me pasa algo similar….
Sabés, el otro día le mostré a José unos platos que recuperé, que me habían regalado nuestros abuelos finlandeses. Me mandaban uno todas las navidades, desde que nací y hasta los diez. Vienen con el año grabado en cada uno ellos y las ilustraciones relatan una historia de búsqueda, amor y prosperidad. Me puse a pensar en nuestra abuela – mumma- mami de nuestra mami. ¿Qué habrá sentido cuando supo que su hija se iba a vivir al otro extremo del mundo, tan joven, tanto por vivir? ¿Habrá podido dimensionar algo del futuro en ese instante?
Imagino a mumma, ya por octubre de cada año pensando: le tengo que comprar el plato a Cari, para que viaje con tiempo esos miles de kilómetros y llegue bien para navidad. Cada año, el ritual de empacarlo en Finlandia y desempacarlo en Argentina. Esa fue parte de la realidad, y uno de los tantos símbolos para no quebrar ese lazo invisible que nos unía.
Así pasa en nuestra familia, ya lo hablamos. Nuestro hermano ya se fue hace años (¿cuántos ya?). Recuerdo que cuando contó que se iba, mi mente se bloqueó. No supe lo que significaba su partida, hasta que ya no estuvo.
Y ya sabés, hace unos días nuestra hermana Tania nos dijo que consiguió trabajo en otra parte del mundo. ¡Ja! Increíble, no lo podemos evitar se ve…. Antes de fin de año, si todo fluye como planificado, también se va.
Otro viaje, otro futuro, otra dimensión.
Definitivamente no puedo fantasear demasiado los escenarios cuando se trata de despedidas. Pero hay cosas que no dudo: que somos afortunados si nos animamos a vivir en este Planeta Tierra de manera intensa, que jugarse a experimentar nuevas posibilidades en nuevos destinos es siempre una buena apuesta si van de la mano de la libertad y un posible camino hacia la felicidad.
Que ya sea en esta tierra o en otra, en este mundo o en otro, si las raíces son fuertes, nuestros lazos no se extinguen nunca.
Que si aquellos a los que amo son felices, yo soy feliz.
Y que todo tiene su opuesto, y el de despedida se llama bienvenida.
Algo grandioso que vamos a poder vivir en tan sólo unos pocos días.
Sobre eso, sí fantaseo mucho.
Te quiero mucho,
Cari
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