“Es tiempo de que nadie descanse, ni las mujeres, ni los varones, ni nadie”: la mamá de un adolescente reflexiona sobre lo importante que es hablar de violencia de género
Un relato en primera persona de Euge, la mamá de Valentino, que nos invita a reflexionar sobre los desafíos de educar a su hijo en la sociedad actual
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“Uno se convierte en adulto cuando tiene un hijo adolescente”. Esa frase la dijo el viernes pasado en una reunión Mabel Ugarte, médica pediatra y especialista en constelaciones familiares, cuando estábamos charlando con parte del equipo de OHLALÁ! sobre una nota sobre la fuerza del linaje familiar. La frase me tocó especialmente; asentí en silencio, la mastiqué. Y la anoté prolijamente en mi cuadernito de apuntes. La subrayé. Tengo un hijo de 17 años y un hijastro de 20 que, además de guiarme a la hora de maternar, también me llenan de preguntas, de desafíos, de incertidumbres existenciales y de cuestionamientos cotidianos. En esa misma reunión también anoté otras cosas: que los adolescentes son los denunciadores del sistema, que como padres nos toca ayudarlos a construir una “desobediencia responsable” y –otra frase que también escribí - que “lo que se evita, se invita”. Pero claro, era viernes. Todavía no habíamos amanecido con la noticia de que 6 varones de entre 20 y 24 años habían violado de manera grupal a una mujer de 20. A plena luz del día en Palermo, en el mismo barrio en el que vivo.
El fin de semana transcurre; por Whatsapp, mi hijo Valentino me cuenta sus planes para el fin de semana largo. Hace varios días que ni siquiera lo veo. Está en la casa de su papá y quiere quedarse ahí para estar cerca de sus amigos. Lo dejo. Me cuenta que esa noche dormiría en lo de un amigo y al día siguiente, se encontrarían todos en la plaza con otros chicos del curso, para ultimar los detalles del U.P.D., ese ritual extraño para celebrar el último primer día de clases. Después de hablar con él, también lo hice con su papá; intercambiamos ideas sobre el U.P.D. (si lo dejaríamos ir, si bajo qué condiciones, si nos pondríamos de acuerdo con otros padres, etc). Criar a un hijo adolescente es también un poco eso: hacerte preguntas, todo el tiempo. Aprender a mirar en silencio. Hablar en pequeñas dosis de cosas importantes –porque no soportan grandes diálogos-, muchas veces disfrazándolas para que no suenen a sermones solemnes. Esa tarde, con el papá de mi hijo también estuvimos un buen rato debatiendo por teléfono sobre cómo insistir de manera conjunta para que él adquiera definitivamente ciertos hábitos de orden e higiene -los que tienen hijos adolescentes, bien sabrán que es todo un tema-. Acordamos en insistir con el baño a diario, con las uñas cortas y limpias, con las orejas sin cera. Pero claro, era domingo. Todavía no teníamos en el cuerpo el dolor, la bronca y la impotencia de saber que un día cualquiera, seis varones de entre 20 y 24 años pueden meter a una mujer adentro de un auto y violarla repetidas veces.
Criar a un hijo adolescente es también un poco eso: hacerte preguntas, todo el tiempo. Aprender a mirar en silencio. Hablar en pequeñas dosis de cosas importantes –porque no soportan grandes diálogos-, muchas veces disfrazándolas para que no suenen a sermones solemnes.
Hoy es miércoles y ya son otras las imágenes, las noticias. Y sobre todo, las preguntas que nos resuenan. Que nos alertan. Repaso en mi mente el fin de semana y me llueven las dudas. Me cuestan mucho las palabras, porque me hacen repasar los hechos desde otra perspectiva: ¿yo hubiera podido estar tranquila si hubiera sido mamá de una chica de 17 años que anda un fin de semana por las calles de Palermo, tal como estuvo mi hijo varón durante los días que pasaron? Seguramente que no. ¿Pero puedo descansar acaso en mi propia tranquilidad? Mucho menos. Porque es tiempo de que nadie descanse quizás. Ni las mujeres. Ni los varones. Ni nadie. Porque volví a preguntarme: ¿por qué no levantamos el teléfono para hablar con nuestras parejas o con nuestras ex parejas sobre esta noticia? ¿Cómo hablamos con nuestros propios hijos varones para saber qué sienten o de qué hablan con sus amigos y amigas? ¿Saben acaso que un puñado de hombres con apenas algunos años más que ellos violaron a una chica? ¿Cómo les pega a ellos? ¿Por qué no se llenan los chats del cole hablando de esto en vez de – o además de- hablar del U.P.D.? ¿Por qué no salimos a conversarlo en las mesas familiares, en los asados con amigos? ¿Cómo hacerlo? ¿Por dónde empiezo? Vuelvo a buscar algunas respuestas en las palabras de Mabel del viernes: los adolescentes son los denunciadores del sistema. ¿Qué vienen a traernos ellos? ¿Qué piensan, qué sienten? ¿Qué necesitan denunciar hoy? Quizás tantos años de callarnos o de dar por sentado tantas cosas. Porque mientras sigan violando mujeres, este sistema en el que crecimos y en el que estamos viviendo está mal. Porque todavía es cómplice de la impunidad y el silencio. Entonces, ¿cómo volvernos agentes de denuncia nosotros también? ¿Cómo ayudar a sanar el sistema entonces? No creo tener aún las respuestas, pero sí creo en que definitivamente hay que dejar de evitar(nos).
Vuelvo a buscar algunas respuestas en las palabras de Mabel del viernes: los adolescentes son los denunciadores del sistema. ¿Qué vienen a traernos ellos? ¿Qué piensan, qué sienten? ¿Qué necesitan denunciar hoy? Quizás tantos años de callarnos o de dar por sentado tantas cosas
Ayer fue martes y mi hijo volvió a casa después de estar todo el fin de semana con amigos. En un momento, estábamos en el sillón del living, reencontrándonos. Él se acurrucó en mi regazo. Le dije –por enésima vez quizás- que quería que se bañara todos los días, que tuviera las manos limpias, que se sacara la cera de las orejas y que se cortara las uñas, tal como habíamos acordado con su padre. Adentro mío, nada de eso me importaba demasiado en realidad. Porque hoy me prometí a mí misma otras charlas: más profundas, más urgentes, más necesarias. Es hora de habilitar esos espacios de diálogo en nuestras intimidades, en nuestras casas, en nuestros grupos de Whatsapp. Ojalá seamos capaces de escribir otra historia para ellos. Con ellos.
Es hora de habilitar esos espacios de diálogo en nuestras intimidades, en nuestras casas, en nuestros grupos de Whatsapp. Ojalá seamos capaces de escribir otra historia para ellos. Con ellos.
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