Es psicóloga y cuando murió su marido encontró el coraje para salir adelante
A los 40, la enfermedad y la muerte de su marido le arrancaron a Anita Olmedo su proyecto de vida inicial. Pero no se paralizó. Activó rápidamente para darle a sus hijos (y a ella misma) un nuevo comienzo.
Anita había tildado todo para empezar a disfrutar de su vida soñada. Casada con Sebastián, tenían dos hijos y era su propia jefa en una consultora. Habían comprado la casa de sus sueños en un barrio que les encantaba. Todo iba muy bien, hasta que una enfermedad fulminante se llevó a Sebastián y pudo haberse llevado todo lo demás, solo que Ana lo defendió, no con uñas y dientes sino con algo mucho más eficaz: el movimiento.
¿Cómo fue esa caída, de sentir que te cambió la vida en un segundo?
Esa semana de enterarme de la enfermedad de Sebi fue la peor a nivel emocional, porque el momento más duro es cuando te cambia la vida, cuando estás en una realidad y te ponen en otra. Ese golpe es tremendo. A mí ya me habían pasado cosas en la vida tipo la separación de mis papás, que fue re dura, o enterarme de que no podía tener bebés de forma natural y pelearla. Pero esas veces yo no cambié tanto o, si cambié, fue para peor: me sentía mal, no sabía qué hacer con mi vida… Esta vez fue distinto. Atravesé un dolor enorme, pero después me empecé a sentir mejor.
¿Cómo fue ese camino?
Pasaron cien días desde que nos dieron el diagnóstico hasta que Sebi se murió. Cien días a full de estudios, quimio. Yo dejé el trabajo, de los nenes se ocupaba el que podía. Él me dijo: "Anita, quiero estar con vos", y yo no lo soltaba para nada. Fue tremendo y a la vez hermoso: cien días de observar cómo él fue evolucionado, perdonando un montón de situaciones y a un montón de personas, dándose cuenta de cosas en las que se había equivocado. Para mí esa fue una escuela de vida tremenda porque pensé: "Cuando llegue mi hora, no quiero arrepentirme de todo esto, así que tengo que construir distinto, vivir distinto".
Fue un proceso revelador, en ese sentido.
Totalmente. Sebi era un tipo difícil. Era empresario, iba al gimnasio, era un tipo canchero, no era espiritual. Yo tuve la suerte de estar ahí para verlo evolucionar, como si se hubiese conectado con otra sabiduría, y eso también me hizo muy bien a mí, me sacó del enojo.
¿Y tu duelo?
Sebi se murió y en esos primeros días no me acordaba de cómo era el proceso del duelo. Lo había estudiado en la facu, pero no podía reconstruirlo así que busqué en Internet, repasé las etapas para saber qué me tocaba. Negación, enojo... Y dije: "Tengo por delante un año o dos de esto, lo tengo que pasar. Como sea: triste, enojada, no vale la pena querer que la ola no me salpique: la ola me va a revolcar lo mismo".
Es medio incareteable... Pero tuviste el reflejo del movimiento.
Cuando Sebi se enfermó, yo no podía estar quieta, así que me hice un blog y un Instagram sobre el barrio, @amomartinez. Mientras él estaba en quimio, yo me entretenía con eso. Los seguidores iban subiendo y cuando él falleció puse su foto y escribí una despedida. Las redes fueron una gran compañía, hubo un lindo feedback con palabras de la gente. Y entonces, unos meses después, cuando ya tenía que volver a trabajar, pensé en volver a mi profesión de psicóloga y en paralelo tenía un chat con unas amigas, una que había tenido cáncer de mama y había zafado y otra con una separación bastante enquilombada. Ahí nos dábamos empuje: "Vamos a caminar al río", "juntémonos a comer". Ese chat se llamaba "Muévete chica" y tomé el nombre para mi emprendimiento. Me gustaba la idea de "mover", no desde lo maníaco ni desde la negación, sino para generar fuerza y energía. Por ejemplo, desde el principio, con los chicos mantuvimos la costumbre que teníamos con Sebi de salir a comer los fines de semana. Comíamos sin ganas, pero lo hacíamos. Yo decía: "A estos nenes no les voy a dar una mamá vestida de negro encerrada en la habitación".
Hiciste carne el "muévete chica".
Sí, fue eso. Redescubrí mi vocación de ayudar a quienes me consultan a encontrar algo que les haga bien corriéndose de sus frustraciones laborales. Mi misión es esa: si la estás pasando mal en lo que hacés, busquemos el modo, no te quedes atascado en eso. Tengo pacientes en el consultorio y con ellos trabajo con los recursos de la psicología positiva y también mentoreo gente que quiere emprender o mejorar.
¿Cuánto se parece esta Ana a la Ana pretsunami?
Se debe parecer en un montón de cosas, pero yo me siento tan distinta... Era "fea"... el estereotipo de la esposa quedada que está pendiente del marido y a la que en el trabajo no le sale una bien, muy miedosa, una fiebre de los chicos era un drama. Ahora me siento mucho más fuerte, segura, me doy permiso de ponerme linda y, me reconecté muy bien con mi profesión. Hace unos meses también conocí a alguien y hoy estoy en pareja, súper bien. Me di cuenta de que podía volver a sentir algo, se disiparon todas esas dudas que te quedan de si iba a poder volver a conectarme en serio.
Al final del proceso habías aprendido un montón de cosas.
Es que sos protagonista de algo muy sagrado. Yo no puedo dejar de agradecer ese día en que Sebi se fue. Es doloroso, pero ¿qué tiene de malo que así sea? Sentilo. Atravesalo y salí, no te quedes anclada toda la vida enojada y enquistada ahí. Dejate atravesar, sé permeable a la lección.
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