Envenenados, un libro necesario
Primero fue una noticia, alguien que denunciaba que habían aumentado ciertas enfermedades en poblaciones donde el uso de agroquímicos en las plantaciones era moneda corriente. Después, otras voces, desde Córdoba, provincia de Buenos Aires o Santa Fe, apenas emergentes entre la marea de noticias. A Patricio Eleisegui, que trabajaba en la sección Negocios de un portal, le llamó la atención que nadie se ocupara demasiado del tema. Entonces investigó, en 2011 empezó a juntar datos, contactar gente, viajar: le puso cara al horror. Se encontró con casos de cáncer, malformaciones, cardiopatías, alergias, desórdenes hormonales, abortos espontáneos. Muerte. Chicos y grandes. Fumigados y fumigadores. Igualados por un modelo productivo que busca aumentar la ganancia a cualquier precio, y que niega responsabilidad sobre los efectos colaterales. Total la soja transgénica se produce en cantidad y se exporta, en gran parte para forraje. La que queda no se pierde, se le agrega a los alimentos ultraprocesados, se vende, se hace milanesa, se come como sea.
El mercado funciona y siempre en expansión. Los agroquímicos también generan ganancias millonarias a las empresas que los venden: Monsanto, Syngenta, Bayer, BASF, DuPont, Nidera, Dow y Atanor. Algunos se ofrecen sin ningún tipo de control en la web, aunque estén prohibidos y discontinuados. Patricio Eleisegui supo que, además del glifosato, en Argentina hay cuatro productos que son aplicados en el 80% de control de plagas en cultivos intensivos: cipermetrina, clorpirifos, endosulfan y metamidofos. Para los productores el costo se encarece, si quieren ocupar grandes extensiones con soja, maíz y algodón, se necesita cada vez más veneno, porque las malezas y las plagas se vuelven resistentes, la tierra se rebela contra tanto daño, es menos fértil, más impermeable. Las inundaciones se suceden y no es casual. En veinte años el uso de agroquímicos pasó de 30 millones de litro por año a 300 millones.
El cóctel de agrotóxicos es explosivo. Herbicidas, pesticidas y fertilizantes artificiales.También se usa en el arroz, la yerba, el azúcar, en las frutas y verduras que llegan desde las provincias al Mercado Central, y que compramos en las verdulerías porque pensamos que nos hacen bien. El informe del SENASA publicado semanas atrás, no hizo más que confirmar una sospecha que hace años se comenta: nos están envenenando a través de la comida.
El origen del mal, el quiebre de la historia tiene su fecha, cuando el camaleónico Secretario de Agricultura, Pesca y Alimentación, Felipe Solá firmó con algunas irregularidades el ingreso de la soja RR (Roundup Ready) a la Argentina, el 25 de marzo de 1996. La soja de Monsanto resistente al glifosato -el veneno que solía matar todo-, se extendió por el país y ocupó más del 60% de las tierras cultivables. Patricio lo cuenta con detalles en su libro, “Envenenados. Una bomba química nos extermina en silencio” que publicó en 2013, y que este año reeditó Gárgola Ediciones con información reciente. Después de leerlo es imposible olvidarse del tema, los datos son certeros, las fuentes numerosas, las emociones encontradas. Para charlar sobre eso nos encontramos en un bar de San Telmo con una gran incógnita en mente: ¿hay posibilidades de cambiar esta realidad?
-En el prólogo hablas en primera persona, y contás que el libro te transformó. ¿De qué manera lo hizo y en qué fue positivo hacerlo?
-A mí me costó personalizarlo, hubo que hacer un prólogo y un epílogo porque me lo pidió la editorial, pero el libro no está personalizado en ningún momento, salvo ahí. La realidad es que los hechos son tan fuertes por sí solos que no es necesario que esté el periodista llevándote de la mano. Lo positivo fue que fui rápido. Cuando vi el problema, la información científica y demás, supe que no podía tomarme cinco años. En ese momento no había nada, lo pensé desde el apuro, a la par de que investigaba, lo iba escribiendo. Ahora es diferente, hay muchos libros, tenés estudios que certifican, un equipo de científicos que están haciendo más claras las cosas. Hay grupos autoconvocados en los pueblos, es cada vez más evidente el problema sanitario, antes tenías dos maestras, ahora tenés casi todas las que trabajan en el campo. En ese momento te enterabas de casualidad si alguien te contaba, como el caso de Tomasi, y había que buscarlo y encontrarlo.
El caso de Fabián Tomasi casi sin quererlo se convirtió en el ícono de la lucha contra los agrotóxicos. Un hombre que en 2005 fumigaba las plantaciones a bordo de un avión en Basavilbaso, Entre Ríos y que no usaba ningún tipo de protección para hacerlo porque nadie le había advertido que podía ser tan perjudicial. Hoy, con una polineuropatía tóxica que no le permite levantar sus brazos, sigue vivo contra todo pronóstico. Con su cuerpo esquelético participa de las iniciativas en contra de los agroquímicos, difunde en los medios información valiosa, y con mucha lucidez muestra al mundo su enfermedad. Patricio llegó a él a través de su colega Rodrigo Sans, fueron varios meses hasta poder ubicarlo. En las primeras charlas los autos pasaban por la puerta de su casa, amenazadores. Hubo algún atentado en contra de la propiedad. En el pueblo, Fabián incomoda porque el negocio continúa y son muchos los intereses que se mueven. Pero el hombre es resistente, como el amaranto al glifosato.
En la primera edición, de la editorial Wu Wei, su foto ocupaba la tapa. A Patricio Eleisegui le dijeron que era amarillo exponer al hombre enfermo. La distribución del libro se hizo difícil porque la editorial encargada guardó ejemplares, había razones políticas y económicas para ocultar la información. La nueva tapa es un stencil de Tomasi que hizo Facundo, un chico de la facultad de Bellas Artes de Rosario. Junto a sus amigos, lo pintaron en las paredes de la ciudad y en otras provincias, para que la denuncia sea bien visible. El stencil es un símbolo.
-¿Cómo fue la tarea periodística de investigación? Imagino que fue duro enfrentarte a lo que veías.
-Nunca lo pensé demasiado. Me costó mucho sobrellevar las historias, la de Fabián me hizo muy mal, me iba metiendo cada vez más y era más grave. Yo somatizo todo. Tuve tres cirugías en cuatro años, en un punto no puedo no vincularlo. Convivís todo el tiempo con gente que está mal. Como el caso de Alexa Estévez, que es una chica de 20 años que tuvo un bebé con graves malformaciones y que murió, fue muy difícil preguntarle cómo fue, cuántos dedos tenía. Eso va quedando y no lo sacás nunca. Pero yo no puedo entrevistar a los chicos y decir "acá termina todo" y dejarlo ahí, sigo en contacto con todas las personas, nunca dejé de volver.
Desde Italia, un informe para el mundo
En 2016 a Patricio Eleisegui le llegó la propuesta de colaborar con un informe de Le Iene, el CQC italiano. El fotógrafo Pablo Piovano había presentado la muestra “El costo humano de los agrotóxicos” en Europa y causó mucho impacto, los italianos estaban interesados en contar lo que pasaba en Argentina. Pablo les recomendó leer “Envenenados” en la web, y buscaron al autor como asesor. Se pidió dos semanas en el trabajo, y se fue con ellos: el conductor, el traductor, y el camarógrafo, en un auto alquilado.
-Armé todo el circuito en Buenos Aires. Los contacté con la gente de Chaco, fuimos a ver a Damián Marino de la Universidad de La Plata, en Córdoba vimos a Medardo Ávila, viajamos a San Salvador, fuimos a la casa de Tomasi. Acá entrevistamos al vocero de la cámara aceitera, que produce harina de soja, buscamos al vocero de Monsanto.
-¿Qué repercusión tuvo el informe?
-Fue uno de los programas más vistos allá. Pero acá pasó sin pena ni gloria, salvo en algunos medios chicos. Ellos estaban muy sorprendidos, ¿cómo en Argentina no se habla de esto? Nadie los contactó.
-Pareciera que nos cuesta reaccionar. ¿Qué sería necesario para que el problema se vea?
-No está bueno lo que voy a decir, pero me parece que faltan más casos de cáncer y malformaciones, lamentablemente. Eso lo dice el doctor Medardo Ávila, parece que estamos necesitando una tragedia mayor para tomar conciencia de que el problema existe. Acá en Buenos Aires hasta que no hubo una discusión sobre los alimentos, el tema ni se tocó. Que estén fumigando hace veinte años en los pueblos es intrascendente. Que les digas que la capital del arroz tiene un 40% de cáncer, porque todo el arroz está siendo fumigado, y expliques que es el arroz que se come acá… Hay una disposición de los medios a minimizar el tema, apuntalado por los políticos. Para mí el problema y la solución es política, no creo que sea meramente discutir o no si hay que usar glifosato. Hay que tomar una decisión acerca de un modelo de producción establecido, con una decisión política que es profundizarlo. Esté quién esté.
Política y agronegocios
-En el libro mencionás un informe que pidió Cristina Fernández de Kirchner en el que se tomaron datos antiguos que aportaron las empresas, pero no de los de los pueblos fumigados, y que no aportó nada. ¿Con Macri hubo algún cambio?
-No por el momento. Sí, lo que me llamó la atención es que el año pasado convocaron algunos sectores, a mí me tocó ir, para discutir una eventual Ley de Agroquímicos de alcance nacional, es algo que no existe. A mí me convocó la UCR. Fue el ingeniero Eduardo Cerdá, Miryam Gorbán (nutricionista) y yo. Del otro lado estaban las empresas, la Cámara de CASAFE, representantes provinciales. Ahí se dijo que había un consenso de todos los bloques para avanzar con un proyecto de ley. Del macrismo todavía no puedo decir lo que puedo decir del kirchnerismo, que fue una gestión nefasta en términos ambientales. A un nivel de que ellos cuando asumen había cuatro o cinco transgénicos y al final de la gestión había casi una treintena de transgénicos aprobados. Lo podés aplicar a cualquier ámbito, también a la minería.
-Pero hoy estamos vendiendo todo a China.
-Sí pero las dos centrales que se van a construir fueron un acuerdo anterior. Hay una herencia que quedó. Claramente no le vamos a pedir a Mauricio Macri que sea un ecologista. Esto que dice, que la Argentina sea el supermercado del mundo, yo se lo escuché decir a gente de Agronegocios de la UBA hace cuatro años. Y que lo repita Macri no es antojadizo. Hay cada vez más consumo de carne en China, el objetivo es abastecerlos. La presión ambiental va a seguir aumentando. Por otra parte, el negocio de los agroquímicos sigue creciendo, subió el 6% y facturan 3.500 millones de dólares anuales. El mercado nunca se achicó desde la entrada de la soja RR, siempre fue positivo y superior al período anterior, siempre en expansión.
-Se usa más porque la tierra con este modelo requiere más.
-Eso lo dice Eduardo Cerdá, que el sistema es drogadicto. Cada vez necesitás más cantidad de herbicida. Hay variables que van cambiando, pero en términos generales, tenés la reacción de la naturaleza. Tenemos cerca de veinticuatro biotipos de malezas, lo cual es una locura.
Patricio Eleisegui dice que La Asociación de Productores en Siembra Directa (AAPRESID) viene midiendo el tema que le preocupa. Admiten que el glifosato solo no sirve y que lo deben combinar con 2,4-D, pero la resistencia también se acumula. “No hay manera de combatir con el glifosato solo un amaranto, un sorgo de Alepo”.
Caminos posibles
El desafío es enorme, muchos pensamos que el camino es la agroecología pero ¿en cuánto tiempo puede llegar a darse para que sea algo sustentable para todos? El periodista y escritor Patricio Eleisegui cuenta que desde AAPRESID están preocupados porque el avance de la maleza resta superficie productiva a la Argentina, que hace unos años la superficie “perdida” era del 8% y que sigue creciendo. Por lo que el modelo es insostenible, en algún momento -tal vez en cinco, o en diez años- se va a agotar, ellos lo saben. Pero las excusas para mantenerlo son múltiples, algunos hablan de una revolución por los alimentos que podría darse si dejamos de abastecer al mercado con lo que producimos en nuestra tierra.
¿Hacia dónde vamos? Hay gente que está trabajando para buscar soluciones.
-Yo creo que un Nunca Más sería bastante bueno. No te compro más manzanas, exigile al tipo que produce que no use agroquímicos, pero eso no va a pasar. Así como los pueblos tienen que convivir con las fumigaciones, acá tenemos el inconveniente de que no podemos tener una huerta. Ese problema es un punto positivo porque necesariamente nos obliga a discutir el modelo, qué es lo que llega acá, qué están haciendo fuera de Buenos Aires. En los pueblos la solución está más a mano, mi mamá tiene su huerta. Allá es más probable conocer la trazabilidad del producto, ir a comprar la miel al productor, saber dónde se venden las ovejas.
-Acá es una cuestión de fe. O de etiquetado de orgánico.
-Claro, acá no hay otra manera que ajustar un control, ejercer el derecho de saber. Ahora tenemos el problema de fijarnos en lo que estamos comiendo. La solución es orgánica o agroecológica, la gente deberá pagar un poco más si es necesario. Hay una trampa con eso, que dicen que lo orgánico es más caro, estamos en una economía de mercado, si pedimos más debería bajar el precio, por ende, se va a terminar abaratando. Al mismo tiempo va a repercutir de manera tal que el productor que utiliza agroquímicos va a tener que rever si le conviene fumigar o no.
-Es difícil llamar la atención sobre el problema.
El tema es que no tenés, salvo algunos medios, formas de alfabetizar. La agricultura química ha hecho docencia durante más de 20 años. La directora de ArgenBio, la Cámara de Biotecnología da charlas en las universidades, difunde que los transgénicos son buenos. Tienen tiempo y presupuesto para hacerlo. Hay medios de comunicación diciendo que lo que pasa no es tan grave, tenés un Estado que te dice que es la manera de producir porque así recaudamos, proyectos políticos que están asentados en esa caja que genera la soja. Debemos generar mensajes todo el tiempo, más en un momento en el que los medios son instantáneos y la gente al otro día se olvidó.
Recomiendo este documental, para no olvidar:
Patricio Eleisegui sigue viajando a las provincias, convocado por activistas y también por autoridades preocupadas por el panorama, da charlas en Timbúes, San Lorenzo y alrededores. Vuelve a Entre Ríos y Chaco. Conoce otras problemáticas, observa la complicidad del Estado y escribe. Ya tiene su próximo libro terminado, donde se enfoca en la gente de la industria, la versión del otro lado, para saber hacia dónde se dirige el negocio. Entrevistó a la gente de Nidera, Agronegocios de la UBA, BioCeres, Monsanto. Cuenta que habló con los científicos de Monsanto sobre las técnicas de modificación de las semillas, que ya se están usando en el algodón y en el maíz Bt, donde el insecticida está en la misma semilla. Por eso, explica que la concentración del modelo de Monsanto va hacia el desarrollo de semillas transgénicas y no de agroquímicos, por eso la fusión con Bayer -que tiene un portafolio de químicos poderosos-, tiene sentido. “Es la fusión más grande en la historia de la industria química”.
-¿Qué ocurre cuando comés Bt? -pregunta Patricio. Eso es algo que Monsanto todavía no te puede contestar. Nosotros no comemos maíz transgénico, por lo general comemos el choclo dulce, el transgénico se usa como forraje. Casi todo se exporta y lo come la vaca, supuestamente el Bt se degrada, la realidad es que no hubo cultivos que tengan 30 años de expansión como para poder determinar que no te pase nada. Es un interrogante enorme. Es un proceso en el que estaban trabajando, creo que todavía no tienen patente comercial. Es la gran apuesta de Monsanto hacia adelante. Entienden que la alimentación va a estar basada en maíz, no en soja. Insisten con el proyecto de patentar las semillas, no hay Estado que pueda competir a nivel investigación con ellos, Argentina es su campo de experimentación.
Muchas gracias, Patricio Eleisegui por la charla y la reflexión necesaria que genera. Lo pueden seguir en las redes sociales, en Twitter es @Eleisegui y en Facebook, la página de Envenenados.
A mí, como siempre, me encuentran en kariuenverde@gmail.com o Kariu en Verde
Abrazo
Kariu