Entrená tu optimismo. Consejos para que lo conviertas en una actitud de vida y veas los resultados
¿Sos del team “todo va a estar bien” o no tanto? En tiempos de incertidumbres y crisis, te ayudamos a que esta actitud de vida esté en diálogo permanente con la realidad
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Muchas veces, los humanos caemos una y otra vez en nuestra propia trampa: etiquetarnos y pensarnos en términos opuestos y reduccionistas. “Estoy feliz” o “estoy mal”. “Todo va a estar bien” o “me persigue la nube negra”. El riesgo es que, desde esa mirada sesgada, nos condicionamos a recorrer siempre los mismos caminos en el mapa de nuestras emociones. Nuestra realidad incluye luces y sombras y no siempre podemos elegir caminar por la vereda del sol; por eso la clave es aprender a lidiar con los días nublados.
Venimos transitando desde hace muchos meses un contexto difícil; el coronavirus no nos dio respiro. Nuestros trabajos desaparecieron o cambiaron, la energía está enfocada en la distancia social, los protocolos, la pérdida de seres amados o el inminente acecho de una nueva ola. El lado B de ese panorama fue una epidemia de depresión y ansiedad causado por este realismo brutal, que se centra en destacar lo negativo y lo repite incansablemente.
Pero no todo es desazón. Los tiempos de crisis también son suelo fértil para sembrar cambios profundos. Cuando una crisis deviene, algo se rompe y abre un espacio de análisis del que podemos aprender. “Sé optimista: te sentirás mejor”, decía el Dalai Lama, y así impregnaba de simpleza algo que muchas veces se nos hace tan complicado: el hecho de elegir ver el vaso medio lleno de las cosas. Biológicamente, debido a nuestro sesgo de negatividad, nuestro cerebro tiende a centrarse naturalmente en lo negativo, en lo que falta, en lo que aún no tenemos/logramos/somos. Pero la buena noticia es que, con entrenamiento, ciertos hábitos y estrategias, podés elegir cultivar tu optimismo.
¿QUÉ ES EL “OPTIMALISMO”?
Este concepto que fusiona optimismo + realismo es, en definitiva, la propuesta; creemos que este es el momento indicado para repensar las bases de un optimismo nuevo, más real, autogestionado y que juegue a nuestro favor. Incluye todo: lo positivo y lo negativo. Ser una auténtica optimista no es el clásico “ver la vida color de rosa”, llena de unicornios y emojis sonrientes, porque ese es un optimismo nocivo y marketinero que se niega a negociar y dialogar con la realidad. “El optimismo es una necesidad para nuestra salud mental; es válido alimentarlo con ilusiones positivas, pero no debe negarnos lo malo. Porque la fortaleza conjuga ambas dimensiones: el ser realista, pero también un poco ilusorio”, dice Inés Dates. El “creernos más” nos protege; un poco de ilusión con pies en la tierra no solo es necesario, sino que es parte del combo básico para mantener nuestra autoestima y estabilidad emocional.
De hecho, la psicología positiva –liderada por el psicólogo Martin Seligman– ha abandonado el hecho de enfocarse en enseñarnos solo a ser más felices, y nos da herramientas para gestionar las situaciones difíciles. Porque el optimismo se fortalece viviendo los momentos duros y aceptándolos como algo transitorio que hay que atravesar. Esa es la base del optimismo eficiente: poder dialogar con las malas noticias confiando en vos.
¿Sabés de dónde viene la palabra optimismo? Proviene del latín optimum, que es “lo mejor”. Y de eso se trata: de hacer, con lo que hay en el presente de tu vida, lo mejor que puedas. ¿Cómo se traduce esta idea en la práctica? Es intentar una y otra vez más allá del resultado, es confiar ciegamente en la vida y en tus propias capacidades. Es mirar la realidad objetivamente, sí, pero enfocándola de forma positiva, convencida de que el futuro juega a tu favor. Esta actitud es “optimalismo”, porque le suma a la postura optimista el no perder contacto con la realidad.
Administrar el pensamiento
Aproximadamente, solo el 40% de nuestro optimismo está determinado por factores genéticos. El 60% restante depende de nuestros pensamientos, acciones y entorno. Así que es fácil imaginar todo lo que podrías ser capaz de hacer con ese 60% si lo administraras a tu favor.
Debido a la directa relación que existe entre nuestro estado emocional y nuestros pensamientos, detectar la rumiación constante (que no es otra cosa que el enrosque de nuestra mente) es el primer paso del entrenamiento, porque, si bien hay muchas cosas en la vida que no podemos controlar, sí tenemos poder sobre nuestros pensamientos. Otra cosa que ya sabemos es que existe una coherencia entre lo que sentimos y lo que pensamos: gracias a las neurociencias, descubrimos que nuestro cerebro es muy plástico y que las expresiones del rostro típicas de ciertas emociones, como la risa o el llanto, aunque sean provocadas artificialmente, terminan por producir los sentimientos genuinos que representan. Por ejemplo, está demostrado que obligarse a sonreír durante cinco minutos nos hace sentir mejor, porque el cerebro recibe la información de los músculos que intervienen en la sonrisa e interpreta que hay algo que te hace sentir bien.
Claves para un mindset positivo
- Ponete en mood positivo: hacé el ejercicio consciente de hablar, actuar y pensar como la persona que querés ser.
- Identificá si aparecen pensamientos negativos: y si es así, fijate si podés cambiarles el sentido a esos enunciados saboteadores. No es lo mismo encarar una reunión de trabajo con la mente en “uf, esto va a ser terrible, no vamos a llegar a un acuerdo jamás” que encararla con un “creo que hoy vamos a llegar a un acuerdo justo para todos”. Tu mente se predispone de otra manera.
- Cortá con el piloto automático: elaboramos una infinidad de pensamientos automáticos que resumen la evaluación de una situación u otra (y que muchas veces ni siquiera son nuestros, sino que son ideas heredadas o contagiadas de otros); volvete consciente de ellos para decidir qué te suma a una visión realista de la situación que enfrentes.
“IT’S OK NOT TO BE OK”
“Por inmensidades o estupideces, todos tenemos derecho a sufrir; y también tenemos derecho a ser felices hoy”, resume Inés Dates cuando debatimos acerca de esta frase que pareciera ser la contracara natural del “todo va a estar bien” y que en el último tiempo estuvo circulando en entrevistas y redes sociales, como una forma de no llevar al frente una suerte de “optimismo fake” y poniendo sobre la mesa el tema de la salud mental. Si algo entendimos (y habrá que ver si realmente aprendimos), es que durante estos años de pandemia en los que parecía que nada iba bien, sí estaba bien permitirse estar mal. Y algo aún mejor: poder expresarlo. “Todo el mundo sufre problemas relacionados con la salud mental. La cantidad de mensajes que recibí lo confirma”, dijo Naomi Osaka, la tenista que se retiró de Roland Garros por un estado depresivo, en la entrevista que fue tapa de la revista Time con la frase que luego se viralizó y marcó la importancia de poner sobre la mesa el debate en este tiempo centennial.
Volvemos a la idea principal: transitar todas las emociones (las amables y las no tanto) también forma parte de un optimismo realista. Y esa fortaleza conjuga suavidad, ilusión, flexibilidad, vulnerabilidad; el permitirte sentirte una humana teniendo un mal día, aceptando el presente y ocupándote de generar esas emociones positivas para tener un mañana mejor es el más amoroso de tus desafíos. “Pertenecer a la humanidad te acompaña y te sostiene en lo real. Para bajar los niveles de perfección siempre recomiendo algunas preguntas: ‘¿Quién soy yo para que todo me salga bien?, ¿o para gustarles a todos?’, eso nos ayuda a construir un ego más flexible y fuerte”, asegura Inés Dates.
Experta consultada: Inés Dates. Nuestra psicóloga. @ines.dates.viviendo.
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