Entre copas y un tour que marcha sobre ruedas
El Bus Vitivinícola, que funciona bajo la modalidad hop on &hop off, ofrece dos recorridos de día completo por bodegas clásicas y otras tantas de renombre en la región de Luján de Cuyo
Hubo un tiempo, allá por el Cenozoico primerizo, en que las góndolas restringían la oferta de vino a sólo dos variantes: tinto o blanco. Más tarde se acuñaron otros genéricos para demarcar las fronteras del bolsillo: finos versus de mesa, aunque el catálogo se mantuvo sobrio en etiquetas.
Los años 90 –la historiografía se encargará, cuando le toque, de conceder las cucardas correspondientes– detonaron los manantiales. La Argentina, vía asesoramiento externo, incorporación de tecnología y la profesionalización de toda la cadena, entró en el negocio global. El Malbec se entronizó como marca país y el vino se consagró como un comodín de aceptación social con todos los sacramentos. Mendoza, entre tanto descorche, se transformó en la tierra santa para viajeros en busca de sensaciones de alta gama.
El Bus Vitivinícola, que desde 2013 funciona con el patrocinio de la Secretaría de Turismo local, es una de las evidencias de esa reconversión.
Los dos itinerarios que recorre dan cuenta del pasaje del vino como bebida del fuero familiar a santo y seña de la modernidad y la gastronomía de luxe.
Vamos de paseo
Este servicio de traslado por los caminos del vino funciona bajo la modalidad hop on & hop off (subí y bajá). El bus, como en la época del colegio, pasa a buscar a los turistas por paradas fijas en los hoteles principales de la ciudad y pone rumbo hacia la zona de Luján de Cuyo. Entre las alternativas, la opción del día completo prevé la salida por la mañana y el regreso por la tarde, con la posibilidad de visitar hasta cuatro bodegas de esa región.
El tour tiene dos recorridos posibles. Por un lado, el Circuito El Sol, conformado por las bodegas Dante Robino, Casarena, Vistalba, Clos de Chacras y Tierras Altas. Por el otro, el Circuito Luján Sur, que agrupa a Chandon, Dolium Bodega Subterránea, Tapiz, Dominio del Plata, Séptima, Otaviano y Terrazas de Los Andes. Una guía ofrece los precios de las degustaciones y comidas, y luego anota en una lista las elecciones de los viajeros.
Camino a la antigua Ruta Nacional 40, columna vertebral del Noroeste, los periodistas enfilamos hacia el departamento de Luján de Cuyo, uno de los territorios que más progresó en la puesta en valor de los varietales.
La Cordillera acompaña por la ventanilla, con el Tupungato nevado como referencia en el horizonte. La ruta provincial 15, ya en el distrito de Agrelo, y su túnel de plátanos, preanuncia la llegada a las tierras de Bodegas Chandon, octavo dan de los espumantes del continente.
El paisaje puertas afuera, a esta altura del año, no le adosa color a la faena que se le ofrece al visitante. La composición coreográfica es siempre la misma. Largas filas de plantas dispuestas en medianeras hacia el horizonte. Apenas devuelven el discreto encanto de la simetría y pará de contar. Yermas de exuberancia, las viñas disimulan la aridez del desierto con unos pocos brotes de primavera. Los viajeros, de todos modos, sospechan la clave del acertijo: la rica vida interior de la vid se aprecia mejor con final en boca.
Dentro de las cavas, la hoja de ruta también adopta un perfil común. El visitante puede hacer una degustación orientada de las cosechas marcas de la casa, maridadas con datos biográficos de sus mentores y los detalles del proceso de confección.
En el caso de Chandon, la entrada cuesta 40 pesos por cabeza y contempla la consumición de un Extra Brut, un Brut Nature y un Cuvee Reserve. De todos modos, el aperitivo está puertas adentro de la casa, con la posibilidad de ilustrarse sobre la saga iniciada por Dom Pérignon en el siglo XVII. O al menos fisgonear el recorrido de los pioneros Poirier, Coulon y Caraguel, emisarios de la marca en la misión de sentar reales y establecer la primera filial fuera de Francia, en los años 60. Ese medio siglo de historia y los basamentos de su posteridad aparecen retratados en video, memorabilia y en las evocaciones de la guía.
Ahora son el francés Hervé Birnie-Scott y el chef de Cave, el mendocino Onofre Arcos, los actuales responsables de llevar la antorcha y continuar la leyenda de su assemblage. El arte de combinar las uvas para que sepan como siempre.
La lengua del vino
Allí nos instruyen sobre el expertise y el terroir, dos de las contraseñas fetiches de esta subcultura. La moda lo hizo. Decenas de palabras han salido del armario para establecer una parentela semántica que ya no es privativa de cenáculos a media luz.
El nuevo esperanto se nutre de notas y recuerdos. Tabaco, terciopelo, vainilla, frutos rojos, cuero, clavo y una proveeduría gallega de reminiscencias irrumpen en las conversaciones de amigos, conocidos y saludados. La proclama lacrada por los Auténticos Decadentes, pero reformulada: cualquiera puede catar. Desde el sommelier de diploma hasta los de la Logia Lautaro de las barricas y todos los demás.
Labios rojos
De regreso en la ruta, la posta siguiente fue la Bodega Tapiz, una de las casas que florecieron al influjo del boom del Malbec (exportan el 95% de la producción). Cercada por 14 hectáreas de viñedos y olivares, Tapiz se promociona como una de las productoras más avanzadas tecnológicamente de la Argentina y certificó su disposición a jugar en las grandes ligas al incorporar a Jean Claude Berrouet, enólogo de Chateau Petrus, como consultor en exclusiva.
Los viñedos gozan de ubicación preferente en la región del Valle Uco y Agrelo en la provincia de Mendoza y en Yacochuya, Cafayate, en Salta. La altura les sienta bien. En la degustación, a 50 pesos por persona, pudimos apreciar los encantos del Tapiz y el Zolo de botella y su versión in progress, directa de barril, con los comentarios al pie de Carolina Fuller, maestra de ceremonias y encargada de las relaciones institucionales de la bodega. De puro glotones, nos quedamos con las ganas de mojar los labios con un Black Tears, etiqueta mayor de sus aparadores. La revista Tasted lo catalogó como uno de los ocho tintos excepcionales del mundo. Ya habrá ocasión.
Hacia el mediodía, sin salir de Agrelo, la combi recaló en Dominio del Plata, la tierra prometida de Susana Balbo, primera enóloga de la Argentina.
Esta bodega familiar, con sus hijos, José y Ana, integrados en el equipo, oficia de laboratorio en el que la experta destila sus convicciones, que la llevaron a ser considerada por la revista Drink Business como una de las mujeres con más influencia en el mundo del vino.
La visita sale 65 pesos, e incluye la degustación de las líneas Crios, Ben Marco y Susana Balbo. Los hay ligeros y frutados, también corpulentos y de carácter, todos con la firma de la señora de la casa, quien escoge individualmente cada lote para escudriñar como un perito. Lejos de la fórmula del ensayo y error, todo lo que sale es producto de su gusto y prédica en su máxima capacidad de expresión. Estrategia que la mantiene en la brecha con 36 mercados de exportación. Si bien la bodega se jacta sobre todo de sus varietales Torrontés y Cabernet Savignon, todas sus uvas alcanzaron una colección de distinciones por aquí y por allá.
La experiencia acumulada en 30 años de carrera, desde la batuta de la Sucesión Michel Torino hasta Martins y Catena Zapata, se teje en el relato del paseo, donde se revisitan los pormenores de sus hitos biográficos y se destaca su olfato para vislumbrar las tendencias del mercado y estar siempre en el pelotón de la vanguardia.
El restaurante, bautizado Osadía de Crear, con los fogones a cargo del chef José Cacciavillani, amplifica la apelación a la excelencia. Una tostada de paté de conejo puso los tantos sobre la mesa. Lo que sobrevino después lleva los elogios hasta la desmesura. Ceja de bife con humita cuyana regados con un Brioso y un helado de banana split con frutas tropicales y chocolate blanco. Como para rendirse sin pelear y pedir permiso para la siesta. Aunque todavía queda una parada más.
La Bodega Séptima cerró el itinerario a la altura de las circunstancias. El emprendimiento del Grupo español Codorniu hereda mandato y linaje de la familia Raventós, catalanes y productores de vino de la primera hora, cinco siglos antes de la era Guardiola.
Desde 2001 sorprendió su construcción inspirada en el sistema ancestral de la pirca, utilizada por los huarpes para sus casas en estos mismos parajes. De una sola planta, las piedras apiladas tapizan sus paredes de historia acumulada. El techo funciona como terraza, con ofertas de degustaciones regulares, especiales, puesta de sol e incluso programación musical.
En la visita estándar, por 50 pesos, el turista accede a unas copas de María Codorniu Extra Brut + Varietal Séptima + Varietal Séptima Obra. El espumante bastó para el penúltimo chinchín y avistar, junto a los viñedos, cómo cambia el paisaje de la Cordillera.
Para no cuajar un síndrome de Stendhal etílico o abrazarse al compañero de ventanilla, siempre está la alternativa de volver a la ciudad. Mañana, contra nuestras supersticiones, las bodegas seguirán en el mismo lugar.
Como siempre, la ciudad de Mendoza ofrece un paquete impermeable a los calendarios. Las cinco plazas revelan todos los secretos del centro, las acequias y la pulcritud que desprenden sus calles, no por cacareada menos real. La peatonal amerita un café y se impone la visita al parque general San Martín, una anomalía entre tanto desierto, con ascenso y foto incluidos.
La noche detona en la calle Arístides Villanueva. Bares, restaurantes y vidilla en las veredas para imaginar los nuevos derroteros y al día siguiente, en tiempo y forma, ir por otra vuelta.
Datos útiles
Bus Vitivinícola
Recorrido 1: Camino del Vino Luján Sur. Sale los miércoles y viernes, y recorre las bodegas Chandon, Dolium, Tapiz, Dominio del Plata, Séptima, Otaviano y Terrazas de Los Andes. Por persona: $ 190.
Recorrido 2: Camino del Vino El Sol. Los jueves y sábado visita las bodegas Dante Robino, Casarena, Vistalba, Clos de Chacras y Tierras Altas. Precio del ticket de traslado Bus Vitivinícola por persona: $ 190.
Camino del Vino: El Sol VIP. Jueves y sábado. Bus, más bicicleta, más seguro, guía y visita a dos bodegas con degustación y almuerzo en Resto Apapacho. Por persona, $ 790.
Dónde dormir
Sheraton Mendoza Hotel: en pleno centro de la ciudad, a minutos de la plaza Independencia. En 17 pisos, 180 habitaciones, incluyendo 18 suites, entre las que se destacan la Suite Presidencial y dos Suite Gobernador. Habitación Clásica, desde US$ 160 + IVA. Habitación Club Level, desde US$ 200 + IVA. Suite: desde US$ 240 + IVA. Todas ofrecen vistas de la ciudad y los Andes.