Entre bratwurst y Playmobil: conocer Núremberg con los chicos
ALEMANIA. El Museo del Juguete, el Castillo de Faber Castell y el parque de Playmobil, tres espacios que convocan a la sorpresa, la diversión y la nostalgia
NÚREMBERG.–Las luces que se prenden y apagan disimulan el movimiento de la noria. Hay banderines que colorean el ambiente, olor a carne ahumada y música que acompaña al movimiento de gente que llega al festival folclórico Volksfest. En este ambiente, que se multiplica por el resto de la ciudad, se respira primavera. No importan los 10°C de temperatura; mientras haya sol, los alemanes salen con ropa de verano. Mientras tanto, los turistas llegan en grupos, pareja o familia, porque después de los mercados navideños de diciembre, esta es una buena época para visitar Núremberg.
Es la segunda ciudad más grande de Baviera, un estado que tiene como capital a Múnich y ocupa el sureste de Alemania sobre los límites con Austria y República Checa. La salchicha y la cerveza son los bastiones gastronómicos que pueblan cada mesa al aire libre, y cada festival que convoca tanto como un concierto de Modern Talking. Son celebraciones que se suman a una oferta de paseos atractivos para todas las edades. Por eso, aparte de chequear el calendario de eventos, quienes viajen con chicos o quieran recordar momentos de la infancia hay tres lugares para marcar con una cruz en el mapa: el Museo del Juguete, el Castillo de Faber Castell, y a pocos kilómetros del centro el parque de Playmobil.
Juegos y caminos con historia
El Museo del Juguete tiene una fachada renacentista y se reconoce enseguida por los carteles de la entrada. Una vez dentro, hay 1400 metros cuadrados llenos de juegos para recordar, desde los antiguos de madera, hasta los más modernos y sofisticados. Un recorrido por la historia de los juguetes desde 1945 que incluye: un mundo de muñecas, maquetas de trenes, infinidad de colecciones y espacio para que los chicos dibujen o lean. Durante el verano, el bar La Kritz, que está dentro del edificio, saca las mesas al jardín. Para acceder a tomar un café y probar la pastelería alemana, no es necesario pagar la visita al museo.
A pocos metros, la calle Weissgerbergasse es una peatonal que parece de fábula. Las casas están pegadas unas a otras. Son blancas y tienen un entramado de vigas exteriores de madera roja, amarilla, o naranja. El poco movimiento hace que casi no se escuche ni un ruido. Si bien los pasajes del casco antiguo tienen un aire medieval, este es un capítulo aparte. Se conoce como el callejón de los curtidores, porque era la zona donde vivían los comerciantes del cuero en la Edad Media. Se distingue porque es un camino curvo que concentra más de veinte construcciones. Hoy esos edificios no conservan la tradición de la curtiembre, por suerte tampoco los olores fuertes de esas épocas, sino que la mayoría están abiertos como bares, cafés y tiendas.
A menos de cinco minutos de distancia, al final de la calleAlbrecht-Dürer, una construcción de piedra blanca y madera roja es del mismo estilo y está abierta al público. La Casa- Museo del artista alemán Alberto Durero es una edificación de 1420 y parece salida del callejón. Se puede entrar a las habitaciones originales, al taller y a las diferentes exposiciones sobre los trabajos y vida del artista.
La línea de metro U2 es la que va hacia Stein. Ahí el Castillo de Faber Castell está cerca del museo, la fábrica y una tienda especial con todos los instrumentos de escritura. No quedan dudas de que acá nació la empresa de lápices. A lo lejos, en el estacionamiento del castillo, se ve una escultura color bronce que parece una guitarra criolla. Vista de cerca tiene más sentido, es un sacapuntas afilando a un lápiz y se podría considerar el kilómetro cero. Un punto central entre todo lo que hay para ver, sobre la historia de una marca que tiene 257 años y pasó por las manos de ocho generaciones.
Para conocer el museo, el castillo o la fábrica hay que llegar en el momento justo, saberse los horarios de antemano, o haber reservado un tour, porque no siempre están abiertos al público. De todos modos, quien no coincida con las fechas de apertura, siempre puede visitar la tienda a pocos metros del castillo que se ve casi pintado, igual al que aparece en las cajas de lápices.
Playmobil es a Alemania lo que Lego es a su vecina Dinamarca. Y si existe Legoland cómo no va a haber un parque de Playmobil. Está en las afueras de Núremberg, a menos de una hora de viaje en trasporte y es el plan para pasar un día o más.
Los chicos tienen de todo para hacer. Desde tomar un curso de manejo, jugar en los trampolines, los juegos de agua, los toboganes con todas las alturas y formas, hasta afinar la puntería en un minigolf. En cuanto a los Playmobil el tamaño real están: el barco pirata, el arca de Noé, laberintos, un castillo, una granja y un mundo de los dinosaurios. Si el tiempo no alcanza y dan ganas de quedarse, hay un hotel del parque para pasar la noche y continuar al día siguiente. A la hora de comer, las opciones son variadas: bares, locales de crepes, cafeterías y restaurantes.
Para los grandes, mil cervezas
Sin salchicha y sin cerveza nadie se siente en Alemania. Sea en un festival o en un bodegón, para probar lo más típico hay que pedir una bratwurst. En verdad una es poco. Lo común es pedirlas de a tres si vienen en sándwich, de a seis o doce si vienen al plato, porque son chiquitas como los dedos de una mano. Esta salchicha es la especialidad de Núremberg, se hace a partir de una receta tradicional de 1300 y se produce solo dentro de la ciudad.
El predio donde se organiza el Volksfest está detrás del Centro de Documentación y el Antiguo Terreno de congresos del Partido Nacionalsocialista. Si bien durante 1945 y 1946 Núremberg protagonizó las portadas de los diarios del mundo por los juicios a los militares nazis, parte de su fama se remonta a 1927 cuando se convirtió en el centro de los congresos nacionales que organizaba el Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán. Esto explica por qué se dice que durante la Segunda Guerra Núremberg fue ferozmente atacada y solo un 10 por ciento de las construcciones quedaron en pie. A simple vista no parece, pero la ciudad y en especial el casco antiguo están reconstruidos casi por completo.
Aunque el viento baja la sensación térmica, tres hombres en musculosas caminan entre las mesas del festival al ritmo de la música folclórica. Cada uno toma una cerveza de diferente color y no sorprende porque en el menú hay una gran variedad para elegir, entre rubias, ahumadas, rojas o negras como el café. Mientras la noria sigue su ritmo imperceptible, ellos pasan por delante de un cartel de la Oficina de Turismo que promociona a la región y la confirma como la tierra de las mil cervezas. SS
datos útiles
Cómo llegar
Núremberg tiene su propio aeropuerto a 5 kilómetros del centro histórico. Es posible, por ejemplo, organizar un viaje desde Roma, Londres, París o Madrid con aerolíneas europeas de bajo costo, como Easyjet o Ryanair, entre otras.
Qué hacer
Museo del Juguete. Abierto de martes a viernes entre las 10 y las 17. Sábados y domingos cierra una hora más tarde. El precio de la entrada es de 6 euros para adultos. Con un pago adicional de 3 euros se accede gratis, con esa misma entrada y durante el mismo día, a cualquier otro museo municipal. Karlstraße 13 – 15.
Casa Museo de Alberto Durero. Se puede visitar de martes a viernes de 10 a 17, jueves de 10 a 20, sábados y domingos de 10 a 18. La entrada vale 5 euros. Albrecht-Dürer-Straße 39.
Castillo y Museo de Faber Castell. Abiertos de 11 a 17, el tercer domingo de cada mes. La entrada combinada, con acceso a ambos edificios, vale 9 euros. Hay una opción de boleto familiar por 14 euros. Los menores de 6 años entran gratis. Nürnberger straße 2, Stein. Las visitas guiadas están disponibles, solo con reserva previa, de lunes a viernes para ver la fábrica a pleno trabajo, y todos los días en el caso del museo y el castillo. Las reservas se toman con hasta seis meses de anticipación.
Playmobil Fun Park. El 1° de mayo empieza la temporada alta que dura hasta mediados de septiembre. El valor de la entrada es de 11 euros. Los menores de 3 años no pagan. Durante estos meses, el parque abre desde las 9 hasta las 19. Brandstätterstraße 2-10
Si el castillo de Núremberg está rodeado por mesas, sombrillas y puestos de comida, es porque empezó el Franconian Beer. Cada año, turistas y locales se reúnen en mesas, una pegada a la otra, para comer y tomar lo típico. Sopas, quesos, salchichas, platos a base de espárragos blancos por un lado, y por el otro una variedad de más de cien tipos de cerveza. Este año la fiesta empieza el 31 de mayo y termina el 3 de junio. La entrada es libre.
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