En Villa Luro. Una casa en planta alta con historia y nuevos relatos
Las vueltas de la vida la encuentran hoy en esta casa que fue refugio, también, en su niñez. Ahí, donde pasaba tardes enteras después del colegio, armó esta casa para vivir con Amadeo, su hijito de 5 años. Flor Lamas estudió Artes Combinadas, fue "actriz en otra vida" –como dice ella– y hoy es fotógrafa, con una comunidad fiel de seguidores en Instagram (@flor_lamas). Tiene un ojo estético muy marcado por sus años de estudios, pero también por la herencia de sus abuelos, que siempre la inspiraron (él era fotógrafo). Hace unos años, se mudó a la planta alta de esta casa donde vivían ellos y, en este primer piso, armó su lugar: "La casa está cargada por la historia de la familia y yo siento esa energía de conocer cada espacio desde siempre. Pero a la vez, la siento nuestra". Y es que ella y Amadeo están escribiendo una nueva historia. Estos días, en cuarentena extendida, con todo lo bueno y lo malo de la vida puertas adentro. "Después de esta pandemia –dice Flor– ya nada será igual".
El living
El antiguo jardín de invierno de sus abuelos es hoy el living y la cocina. Un espacio lleno de luz, con "piso de patio" y paredes de mosaico marrón, que ella misma pintó de blanco. Eligió madera, textiles y plantas (tiene mucha mano verde), para hacerlo bien cálido y así sentir que su casa la abraza. Es el espacio que más usan y donde reciben: "Cuando entran y se tiran en el sillón, pienso: ¡funcionó!".
Cuando llegó al lugar, solo había dos sogas para colgar la ropa y un antiguo pie de máquina de coser Singer. Le sumó un estante de un viejo mueble y armó un recibidor con libros, un cuadro calado (Kirie Art), una postal enmarcada (Franca Mandia), una cámara de fotos antigua de su mamá y una radio AM, que le regaló su abuelo cuando tenía 15 años. "La familia unida, en este rincón", sintetiza Flor.
Cocina
Flor no quería una cocina convencional. Le llevó un mes transformar el jardín de invierno en este espacio que hoy es el alma de la casa. Diseñó sobre un papel las líneas de esta barra que divide y hace de lugar de encuentro. Para darle personalidad, le sumó unas placas que hizo el artesano Marcos Masciangelo con persianas recuperadas, de la zona del Delta.
Se mudó un diciembre, apenas pasada la Navidad, y esa primera noche fue especial: "Amadeo corría de un lado al otro con esa sensación de libertad que está tan buena".
Cuarto
"Amo mi cuarto –dice Flor–. Ahora, está en su máximo esplendor". El cuadro de Ana Chaveros que decora el respaldo de la cama es el gran protagonista. De él, se desprenden los colores de los almohadones (Teodolina Deco) y el pie de cama (La Vie). La mesa de luz es parte del juego de la cómoda que tiene en la cocina y que pintó de blanco. Sobre ella, velador Ballon en cobre (Casa Tilia) y un cuadrito como extensión de la obra principal. El espejo Gota (Cari Rios) le da un toque especial al ambiente: "Tiene un juego de reflejos con el cuadro y la maceta que me encanta".
Como el resto de los ambientes, este espacio tiene una base neutra. Le gusta pensarlos como fotos en su cabeza y después, materializarlos. Así, también, genera las escenas para sus posteos: "En estos días, estoy produciendo un montón de material, inspirada en lo cotidiano. Me parece un buen ejercicio detenerse en lo simple, que es lo que termina generando más empatía". Por las noches, lee poesía y escribe textos sueltos que después harán match con sus fotos. "Quiero llegar a la simpleza y creo que la cuarentena nos lleva un poco a eso", se ilusiona.
El cuarto de Amadeo
"Terminé el cuarto de Ama en cuarentena", cuenta. Eligió un mueble de guardado (Carola Mauer) y una cama antigua, que vistió con almohadones rayados y un cubreedredón haciendo juego. Como detalles: velador (Cari Ríos), robots de madera (Juguetes Fogi), casita armada (Amor Mío), cuadro con perro salchicha (Monoblock) y una plantita que cuida Amador. "Cuando está medio loco, nos ponemos a regar. Mete las manos en la tierra y ¡listo! Las plantas te conectan con lo simple".
Este espacio, además, tiene mucha historia, porque era el cuarto de la mamá de Flor y el lugar donde ella dormía cuando se quedaba en la casa de sus abuelos. "Me acuerdo de que cuando era chica, acá jugábamos con mis primas a vender hojas de los árboles con una pinza de facturas que nos prestaba mi abuela".
Escritorio y más
Flor armó su espacio de trabajo en el antiguo dormitorio de sus abuelos. La obra de la artista Romina Haiatzanian se lleva todas las miradas y es uno de sus objetos preferidos. Fue amor a primera vista: "Fui a hacer fotos a su taller y a la noche no podía dormir, pensando en el cuadro. Al día siguiente la llamé y le dije que lo quería". Para completar la escena, lindos objetos: escalera (Gea Interiores), alfombra (Punto Calma) y puf (Casa Lulu).
En este espacio, especialmente durante la cuarentena, Flor medita, hace sus clases de yoga y toca el acordeón. En sus épocas de actriz, sumaba la música a sus obras. Ahora, está retomando la relación con este instrumento que tanto le gusta. Esas cosas solo suceden cuando todo queda en silencio: "Cuando Amadeo duerme, se me abre la casa de vuelta solo para mí. Son tres horas sagradas, en las que además leo, ordeno y ¡como chocolates!".
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