En primera persona: “10 descubrimientos y desafíos que aprendí del poliamor”
Alejar a la pareja de la monogamia puede ser una experiencia que traiga muchos descubrimientos y desafíos. Una mujer que lo está viviendo te lo cuenta en primera persona.
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Siempre tuve relaciones largas y –salvo excepciones– también siempre fui infiel. Al principio, el poliamor apareció como una respuesta a mis cuestionamientos hacia la monogamia. “¿Por qué, si estoy enamorada de una persona, solo puedo tener sexo con esa persona?”. Sentía que el sexo y el amor eran cosas distintas. La segunda pregunta fue: “¿Puede mi pareja atravesar esto?”. Estoy casada desde hace 13 años con P. y, cuando preparé mi cabeza para planteárselo a él, también hice el ejercicio de pensar qué iba a pasar cuando fuera él el que pusiera en marcha sus propios deseos. Como pareja, deconstruir juntos la monogamia fue un proceso no tan sencillo, que puso en jaque las teóricas “seguridades” que pareciera darnos la monogamia. Pero aprendimos mucho más en el camino.
1. HAY QUE HACERLO EN UN MOMENTO SÓLIDO DE LA PAREJA
El poliamor nunca va ser una solución a los problemas de una pareja. En mi experiencia, si uno no está bien con una pareja, no hay manera de que salga bien, porque, básicamente, es un proceso que se atraviesa juntos. Independientemente de que vos después al otro no le cuentes nada, el otro te va ver salir, el otro te va ver vincularte, el otro te va a ver volver con una sonrisa de oreja a oreja si te fue bien, el otro te va a ver chateando con el celular. Uno no puede caretear lo que le pasa. Entonces, si no hay solidez con tu pareja, el riesgo es muy grande; puede llevarte a lugares poco sanos o, directamente, al fin de la relación. El poliamor necesita mucho –pero MUCHO– diálogo y confianza.
2. ES IMPORTANTE GENERAR ACUERDOS PREVIOS
Los acuerdos de una pareja son clave porque son los límites que establecés, lo que te da seguridad cuando arrancás, y pueden ir cambiando con el tiempo. Al principio, a nosotros nos daba seguridad decir “solo nos vinculamos sexualmente”, “no nos quedamos a dormir” y “no nos vemos más de tres veces con la misma persona”. Eso nos aseguraba un retorno a casa safe and clean. Para mí, volver a casa era muy importante. Pero cuando uno les pone el cuerpo a las situaciones, lo que te pasa es diferente. Después fui la primera en decir: “¿Qué pasa si nos quedamos a dormir?”. Esos acuerdos son personales y privados de cada pareja, de acuerdo a lo que los deje más tranquilos. Y también incluyen cosas como: ¿qué contamos al otro? En mi caso, el acuerdo es: “Fijate qué preguntás, porque te voy a responder siempre con la verdad”. Yo soy muy cuidadosa de lo que pregunto porque hay cosas que prefiero no saber.
3. EL BALANCE EMOCIONAL ES EL PRINCIPAL DESAFÍO
Sostener más de un vínculo sexoafectivo es muy agotador a veces. Y el desgate pasa más por lo emocional que por lo físico. Porque físicamente, es solo sexo. Los primeros dos o tres meses en los que me veía con otra persona fueron muy difíciles, porque yo temía mucho estar haciendo algo mal en el vínculo con P. Cada vez que yo salía o los dos salíamos, después volvíamos a casa y teníamos una charla profunda y honesta en la que nos decíamos cómo nos habíamos sentido. “¿Estamos bien?”, “¿cómo te sentiste?”, “yo me fui..., ¿te pareció que fue mucho, que fue poco?”. Es muy desgastante cuando te vinculás afectivamente con más de una persona –como es mi caso– porque demanda mucha energía. Y el desafío es el balance. ¿Cómo balancear los dos vínculos? ¿Cómo sale lo mejor de mí en cada uno de esos vínculos? ¿Cómo tomo lo mejor del otro en cada situación?
4. CAMBIAR LOS CELOS POR LA COMPERSIÓN
La “compersión” es el sentimiento de alegría que vos tenés cuando tu pareja viene de un encuentro con un otro. Que vos puedas ver a esa persona no como una competencia ni alguien que te quita algo, sino como alguien que tu pareja suma a su vida, y que le hace bien. Pero llegar ahí es un proceso. Por ejemplo, cuando P. tuvo su primer encuentro con una chica, yo estaba feliz por él. Pero cuando sucedió, me generó ¡un montón! de inseguridades. Y no me lo esperaba. Es un vértigo cuando el otro se va. Me quedé mirando el techo diciendo: “¿¡Qué hice! ¿Y si conoce a alguien que le gusta más que yo?”. Pensé que la tenía re clara porque me había preparado, porque lo habíamos hablado..., pero la construcción de la exclusividad como marco de seguridad para el éxito de una relación estaba desapareciendo y lo sentí como un salto al vacío. Abrazar la compersión es un proceso que lleva tiempo y autoconocimiento.
5. SOLTAR LAS EXIGENCIAS
La monogamia se vuelve muy exigente a veces y por eso siento que es más sano separar el sexo de la “pareja”. Una no le puede pedir todo a la misma persona: que el sexo te haga ver las estrellas varias veces por semana, que el otro sea tu mejor amigo, el mejor padre, el mejor compañero, tiene que trabajar, tiene que estar de buen humor, le tienen que gustar las mismas películas que a vos, los amigos de él te tienen que caer bien. Es tanto lo que se le exige a la misma persona que resulta agotador. Entonces, si yo puedo encontrar satisfacción en otro vínculo sabiendo la satisfacción que puedo encontrar con mi pareja, también le voy a exigir a la persona con la que estoy lo que esa persona sé que puede darme. Y él probablemente con otras personas tiene cosas diferentes que las que tiene conmigo. Y está bien.
6. EL AMOR SE EXPANDE
Cuando amás a alguien nuevo, creás más amor, no le sacás amor a uno para dárselo a otro. Yo me di cuenta de que una se puede enamorar de más de una persona. Lo que pasa es que uno siente que tiene que elegir porque es monogámico. Tenés que elegir: el marido o el amante. En el poliamor no tenés que elegir. Podés vivir con los dos, o con los tres o los que quieras. El amor se vive como fuerza multiplicadora.
7. SOLTAR LA CULPA
Si hay culpa, es un síntoma de que aún se deben desandar algunos de los mandatos de la monogamia antes de relacionarse con más vínculos. Yo nunca sentí culpa, honestamente. El único momento en que sentí algo similar a la culpa fue cuando ya estaba viéndome con alguien y mi pareja todavía no. Yo quería volver a ver a esa persona, P. todavía no había visto a nadie y ahí me daba culpa plantearlo porque sentía la necesidad de que estuviéramos en igualdad de condiciones. Pero fue más una sensación de cuidarlo a él que de sentirme culpable yo. La culpa tiene que estar fuera de la ecuación: si hay culpa, hay sufrimiento, sufren las personas y sufren las relaciones.
8. NO TODOS PUEDEN EMPATIZAR
No todas las personas –por más buenos amigos y open minded que sean– pueden empatizar con esta idea. Hay mucha gente que piensa que es una forma de legalizar la infidelidad, por ejemplo, y la verdad es que yo nunca le fui infiel a P. Yo estoy con otras personas y él sabe, él está con otras personas y yo sé. Y antes de que decidiéramos esto, nunca hubo situaciones de infidelidad y yo nunca me sentí atraída por otras personas. Entonces, lo que hay es un arreglo diferente, nada más. Yo sentía que tocaba el cielo con las manos y pensaba: ¿cómo puede ser que no pueda compartirlo con la gente que me quiere? Por eso, siento que hay que tener cuidado con quién salís del closet en ese sentido. La mirada de los otros puede ser bastante pesada. Creo que también tiene que ver con uno, con qué busca uno cuando lo comparte. Yo solo buscaba compartir mi felicidad, no buscaba aprobación. Nunca busqué aprobación.
9. DARLES MÁS LUGAR AL CUERPO Y AL DESEO
Una de las cosas que más me interesan es cómo deconstruir toda la parte romántica, única, que uno le pone al sexo. Que el sexo se convierta en lo que, en definitiva, es. Despojarlo un poco del romanticismo, que no significa que no deba estar; disfruto de esos momentos de romanticismo, no soy un animal que no necesita el vínculo, yo necesito una conexión más allá del sexo, pero sí deconstruirlo: quiero ir a un lugar donde pueda decir: “Este es mi cuerpo, este es mi deseo, es por acá”. A mí me gusta asegurarme una experiencia placentera y válida, en la que la conexión del cuerpo y el deseo no esté basada en el romanticismo sino en el diálogo, en el conocimiento, en el haber dicho de antemano: “Esto no me gusta, aquello sí, me gustaría explorar esto otro”.
10. COMO EN CUALQUIER VÍNCULO, PODÉS SUFRIR
¿Qué pasa cuando uno de tus vínculos poliamorosos se termina? Como en todo final, la ruptura te va doler igual. Por ejemplo, yo me puse a llorar en el hombro de mi marido cuando otro de mis vínculos me dejó. Él era el único que podía entender lo que me estaba pasando. No le quita dolor la condición de vínculo poliamoroso: porque tu compromiso es el mismo, lo que vos sentís, el tiempo que compartiste, son los mismos que te pasan en cualquier relación. En mi caso, estar en pareja me ayudó a atravesar mejor el duelo del final de una relación. •
Para seguir en Instagram
- @relacionesa: parejas poliamorosas (son 5 en total) que conviven todas juntas y que comparten su experiencia con buena data.
- @gotitasdepoliamor: es un psicoterapeuta especializado en relaciones éticas, más allá de las relaciones monogámicas o poligámicas.
- @poliactivismo: educan sobre poliamor desde una perspectiva feminista
- @lavitaloca34: una mujer poliamorosa que cuenta en primera persona su experiencia, es una coach especializada en dinámica de relaciones y en no monogamias.
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