Embarazo y crianza en tribu
"Para criar un niño hace falta una tribu". (Proverbio africano)
Antiguamente, era habitual que los chicos se críen en ambientes comunitarios. En las tribus indígenas y en los kibutz en Israel, los recién nacidos eran educados de forma colectiva y los adultos tejían redes para favorecer su crianza y contenerse unos a otros.
Pero en los últimos años, con la inclusión de la mujer en la vida laboral, la emergencia del capitalismo más salvaje y la eclosión de nuevas tecnologías, esta costumbre se perdió casi por completo e irrumpieron con fuerza los benditos manuales de maternidad. De esta forma, la crianza pasó a ser patrimonio exclusivo de los padres o, a lo sumo, de las instituciones.
En paralelo, ganaron visibilidad las publicidades y los programas de televisión que muestran la maternidad como un mundo color de rosa, donde con un pañal determinado el bebé duerme toda la noche de corrido, la leche de fórmula se disfraza del mejor alimento y donde se le exige a la mujer ocuparse de sus hijos, tener la casa impecable y la cena lista para su marido, ser exitosa laboralmente, lucir curvas perfectas y ser una bestia sexual. Una estafa lisa y llana. Porque el embarazo y la crianza pocas veces se parece a lo que muestra la industria del entretenimiento.
La maternidad nos revoluciona como mujeres y modifica nuestro vínculo de pareja, laboral, las amistades y las elecciones de cada día.
Si el 28 de julio cuando me enteré que estaba embaraza alguien me preguntaba si quería transitar un embarazo en tribu con otras mujeres en mi misma situación hubiera dicho NO. Y si la pregunta hubiera hecho referencia a la crianza en tribu la respuesta hubiera sido la misma: No, no y no. Y si por alguna razón la tribu sería obligatoria, hubiera elegido (y de esto no tengo ninguna duda) mujeres de mi edad, que piensen como yo, se indignen por las cosas, tengan los mismos dilemas y me echen luz en los momentos de confusión. Hubiera pensado que un grupo de esas características me ayudaría mejor a transitar estos 9 meses que un conjunto de mujeres heterogéneas que apenas se parezca a mi. ¡Qué equivocada que estaba!
El sábado 13 de septiembre, con 11 semanas de embarazo cumplidas empecé aquagym para embarazadas. Mi idea era hacer deporte durante el embarazo y cuando fui al obstetra me recomendó natación. Porque en el agua una no se siente tan pesada, no tiene que sufrir las temperaturas de verano y porque es una de los deportes permitidos durante los 9 meses (o, en realidad, hasta que se sale el tapón mucoso).
Sin amigas, hermanas, cuñadas ni primas embarazadas enseguida me di cuenta de lo inevitable: cuando dos embarazadas se juntan siempre terminan hablando del momento que están atravesando. Comparten dudas, tips y sensaciones. Es algo inexplicable pero pasa en casi cualquier ámbito: transportes públicos, salas de espera, locales de ropa o reuniones. Y cuando me quise dar cuenta ya tenía en WhatsApp un nuevo grupo: "Aquagym".
La maternidad te aleja de mucha gente, te acerca a otra y te hace conocer nuevas amistades. Es difícil de explicar, pero con amigas muy cercanas a veces sentís que te separa un abismo, hay muchos prejuicios y temas que no podés o no te interesa compartir. En cambio, personas con las que apenas tenías relación se vuelven grandes aliadas y "las chicas de natación" se vuelven imprescindibles.
Somos siete: Mariela, Florencia, Lujan, Marina, Marcela, Emilia y yo. Ellas fueron/son mi sostén durante el embarazo y estoy segura de que lo van a ser una vez que nazca Julieta. Lo bueno del grupo es que nadie cuestiona ni critica. Creamos un espacio de contención y crianza totalmente horizontal donde todas las voces tienen el mismo volumen y todas las preguntas el mismo peso.
No sé cuándo pasó ni cómo ocurrió pero en un momento ellas se convirtieron en las primeras a las que les mandaba un mensaje cuando salía de una ecografía o del obstetra. Perdón familia, perdón amigos, pero las novedades (siempre) primero son para ellas. Son una agenda abierta que nunca se olvidan de mandar mensajes de aliento y la pregunta inevitable del "cómo te fue".
¡Somos tan diferentes y pensamos tan distinto! No tengo la menor idea de a quién votaron (podría ser a Macri o Cristina que les juro que me parece el dato más irrelevante del mundo), tampoco sé si tienen muchas o pocas amigas, si estudiaron tal o cual carrera o qué tanto sus parejas están comprometidas con la crianza de sus hijos. Incluso, tenemos diferentes ideas respecto al parto, la lactancia y la educación de nuestros hijos.
(Esta publicidad refleja bastante bien esto que estoy planteando. Se las dejo para que la vean)
Como yo arranqué natación muy temprano la mayoría de ellas ya fueron teniendo familia. Una mañana nos despertamos con un mensaje de Marie que decía "Hoy no voy a la pileta, estoy yendo al Alemán parece que nace Emilia". Y así fue: tuvo un parto natural y en dos días se fue a su casa. Después siguió Flor, que nos tenía a todas preocupadas porque tenía contracciones desde la semana 32. Finalmente en la 38 nació Lolo por cesárea y aunque estuvo en neo una semana hoy ya están planificando las primeras vacaciones familiares. Luján decidió tener a Fátima en su casa y nosotras éramos las únicas que conocíamos su decisión: para su familia y sus afectos más cercanos ella iba a tener a su hija en la Trinidad. ¿Para qué preocupar a sus más cercanos si la decisión ya estaba tomada? El parto fue un éxito. A Marina la vi en la pileta un día antes de parir: no tenía contracciones, ni dilatación ni la panza baja. El día del parto se hizo un monitoreo y vio al obstetra, que no vio para nada probable un parto inminente, pero a la tarde nos escribió: "Acabo de romper bolsa no sé cuando voy a volver a ver el teléfono pero quería avisarles. Después les cuento". Finalmente, fue cesárea y resultó tan bien que a los pocos días estaba con Santiago en su casa. Y mientras escribo este post (no les miento chicas, leo el celular y se me caen las lágrimas) recibimos un nuevo mensaje: "Empecé con contracciones y llamé a la partera. No rompí bolsa pero estoy yendo al Mater". Es Marce y mientras escribo este texto su vida está cambiando 180 grados. La próxima soy yo y después sólo queda Emilia.
Casi sin planificarlo los tópicos del grupo fueron cambiando a medida que se sumaron los bebés. Ya no se habla tanto de ecografías, monitoreos y obstetras como de tetas y cólicos. Nos pasamos contactos de duolas y puericultoras. Discutimos sobre mochilas y fulares. Sobre pañales y baños. Fiebre y leche. Y mientras yo transito estas últimas semanas Marie y Flor (las primeras en ser mamás) están averiguamos para hacer matronatación y cursos de masajes shantales.
Todas las mañana cuando me despierto tengo mensajes de ellas de las 3, las 5 o las 6 de la mañana preguntando si todas duermen o alguna también está amamantando, luchando con los dolores de teta y el cansancio.
Nos animamos a colapsar y hablar sin reparos. Siempre sobre la base de la maternidad no edulcorada. No nos conocemos, no hay preconceptos ni prejuicios. Somos nosotras en nuestro estado más salvaje: vulnerables, llenas de preguntas y deseosas de encontrar palabras de apoyo. Somos nosotras criando en tribu.
¡Dejo planteado el debate! ¿Qué opinan ustedes de la crianza en tribu? ¿Sabían que en Argentina funcionan varios de estos grupos? ¿Tuvieron una red de contención durante el embarazo?
¡Muy buena semana para todas! Acuerdense que por cualquier consulta privada me encuentran en ppanzallena@gmail.com
Deb
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