El verano, un momento Cumbre
Uno de los tradicionales lugares de descanso en la provincia se renueva y mantiene su encanto
Hubo un tiempo donde el descanso de vacaciones era, por definición, el momento de reunión familiar, de reponer energías en la naturaleza y de cultivar el espíritu con lecturas, arte y charlas estimulantes de gente interesante. Ese es el tiempo que aún se vive en La Cumbre, surcado por calles arqueadas, casonas señoriales y árboles centenarios que, sin apuro, trepan por la ladera de las Sierras Chicas.
Causa o consecuencia del entorno bucólico, atrae desde hace años artistas, emprendedores y visitantes de paso que se apartan, al menos por unos días, del frenesí de la playa o del vértigo de la ciudad. En La Cumbre el verano tiene aires de reencuentro entre familias, de hasta cuándo te quedás así nos vemos, de largos almuerzos, siestas y caminatas en la variopinta nada del bosque serrano o por las diversas expresiones de arte que aparecen sin aviso en sus calles.
Con menos de 8000 habitantes permanentes, muchos de los locales no lo son en realidad. O lo son desde hace sólo cinco, diez años, por lo que el recorrido se colorea con los relatos de cada quien y cómo llegó hasta ahí, casi siempre buscando un cambio de estilo de vida, de profesión, de familia o las tres cosas. El especialista en aceite de oliva que fue profesor de francés, el empresario de limpieza que hoy es maestro heladero, el ilustrador que decoró tantas veces mis notas y hoy crea hijos y una galería de arte.
Mucho antes que ellos, el clima seco y templado por la altura (1200 metros), los ríos y la escarpada y vistosa geografía habían atraído al Valle de Punilla a algunos españoles de la recién fundada Córdoba. Tres siglos después, los ingleses conocieron el paraje mientras construían el ferrocarril y lo hicieron su lugar en el mundo. Dejaron huella en su población, donde todavía se escucha español con acento, en el esmero de sus jardines y construcciones que parecen sacadas de cuento, además de la infaltable cancha de golf. La zona se hizo conocida como lugar de recuperación de enfermedades para familias tradicionales de Córdoba, Rosario y Buenos Aires, y con el peronismo también se establecieron grandes hoteles sindicales.
Así, La Cumbre fue tomando una identidad de centro de turismo, que completa con las localidades alrededor. Cada verano renueva su propuesta intercalando los paseos de siempre con novedades de las últimas temporadas.
Está dicho que el lugar invita a largas estadas. Aquí, una guía imprescindible para disfrutarlo:
-Desde hace 90 años, la Estancia del Rosario produce los alfajores con que disciplinadamente volvían los turistas a sus casas. Con nuevos dueños desde hace una temporada, el lugar luce remozado y dispuso de facilidades para almorzar, tomar el té o hacer un picnic, además del consabido recorrido por la fábrica. Este mes inauguró el espacio Peñón del Águila, con juegos de arquería, palestra, tirolesa y el paso del águila, que invita a tirarse al vacío (desde $ 190 por persona).
-Alternar largos almuerzos en lugares tradicionales, como la Casona del Toboso (Belgrano 349) y el restaurante del Club del Golf (Belgrano 1095), con noches más inesperadas que empiecen merodeando por el pequeño centro y terminen probando tapas en Pan y Tomate (Av. Caraffa 270), o aceptando sin chistar cualquier sugerencia de Andreas Harpe en su heladería, Llevame Contigo (Belgrano 215).
-Conocer todos los artistas que encuentre a su paso, pero ir a buscar a Miguel Ocampo a su exclusiva sala ($ 40, José Hernández 630) y a los fantasmas de Manucho Mujica Lainez en El Paraíso ($ 40, Cruz Chica).
-Pedir un trago y esperar que alguna vez llegue mientras atardece en Aeroposta (Aeroclub, ruta 38, km 67) o en el coqueto Viva La Pepa (Virrey Sobremonte s/N°), del otro lado de la aldea.
-Al menos un chapuzón en el río Pinto, parando antes o después a echar una mirada lejana y romántica a Cuchi Corral o a los campos de lavanda de Domaine de Puberclair (ruta 38, km 68,5).
-Una vuelta por el barrio, que tiene sus peculiaridades: la insólita ambientación de Los Cocos (a 11 kilómetros) desconcierta, pero la subida en la telesilla, el acuario de altura y el extraño parque de El Laberinto ($ 100 por persona) amerita la experiencia. En San Marcos Sierra (43 km) está el museo hippie, la comida hippie, la venta de ropa hippie, muchos hippies reales y varios aspirantes; mientras que en Capilla del Monte (21 km) se instalan quienes han visto o esperan ver los extraterrestres. Si esto no logró el asombro, en San Esteban (14 km), sin ninguna pompa ni cuidado, están los restos de un bellísimo molino de agua diseñado por el mismo Gustav Eiffel, que hizo la torre emblema de París y que llegó en barco a Buenos Aires y por mula a estos lares, donde funcionó hasta hace 30 años.
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