El rol de los varones en la “cultura de la violación”: ¿Qué hacer para frenar la violencia hacia las mujeres?
La violación en grupo de una joven de 20 años puso de manifiesto la actitud de los hombres: ¿Cómo los interpelan estas situaciones? ¿Por qué muchas veces hay silencio cómplice?
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Una vez conocida la violación grupal de seis varones a una chica de 20 años, el influencer Santi Maratea reflexionó en redes sociales sobre el rol de los hombres en medio de esta cultura de la violencia hacia las mujeres. “No aporta nada que nos ofendamos en Instagram. Somos hombres, somos el género protagonista de estas situaciones como para que a cada violador que aparece lo pongamos como casos aparte. Yo como hombre y todos los hombres nos indignamos de los violadores, porque no tienen nada que ver con nosotros. Pero aparecen 10 violadores por día. ¿No les parece raro? ¿No les parece que sí tiene que ver con nosotros?”, interpela.
El debate sobre la violencia de género estuvo históricamente enfocado en las mujeres, en cómo cuidarnos en un sistema patriarcal. Ahora empieza a verse una tendencia mundial a pensar qué pasa con los varones, cómo se interpelan ellos ante situaciones de violencia que se perpetúan en el tiempo. Y, en este contexto, los hombres pueden elegir distintas formas de responsabilizarse, de involucrarse y tener acciones concretas para dejar de ser cómplices silenciosos y empezar a desmantelar esto que se llama “la cultura de la violación”.
Sigue Maratea en su intervención en Instagram: “Los hombres estamos dentro de una cultura machista heterosexual y adentro se esconde la cultura de la violación. Y nunca lo hablamos, siempre pensamos que esos casos no tienen que ver con nosotros. Y tienen que ver con nosotros. Es evidente que no todos los hombres somos violadores, pero todos somos cómplices de las violaciones. ¿Cómo? Sosteniendo y alabando una idea de la heterosexualidad que sabemos que adentro esconde la cultura de la violación y no diciendo nada”.
El discurso de Hanna Gadsby en el evento “Women in Entertainment” va en esta misma dirección: habla sobre el límite tramposo entre los “hombres buenos” y los “hombres malos”.
El colectivo de “Varones antipatriarcales”, hombres organizados que se reúnen hace años en distintos puntos del país con la idea de aportar a la lucha contra el patriarcado como sistema de opresión basado en las asimetrías de poder entre los sexos, elaboraron un comunicado en el que piden: “Basta de hacernos los giles”.
En el documento cuestionan: “La impunidad que otorgan los privilegios por el solo hecho de ser varones hace pensar que podemos satisfacernos a costa del cuerpo y el dolor de otra persona. No una, ni dos, ni tres, seis veces. Seis varones que pensaron que podían violar sin importar las consecuencias. Validando entre ellos su masculinidad, reafirmando, entre ellos, que la calle y otros cuerpos les pertenecen”.
Agregan que “los hijos sanos del patriarcado hacen uso de la impunidad que les brinda el sistema. El patriarcado permea en todos los estratos sociales y culturales, en las familias, en las escuelas, como también en el Estado, que tilda a los abusadores de locos o enfermos, cuando sabemos lo lúcidos que están cuando cometen atrocidades”. Finaliza con una interpelación: “Esperamos que este hecho aberrante interpele a los varones, que nos permita hablar de las violencias que ejercemos y de las que somos cómplices. No son monstruos, ni enfermos los que violentan, somos varones, amigos, hermanos, familiares. Es hora de hacernos cargo y romper el linaje de la violencia”.
Repensar la masculinidad
El licenciado en Historia Federico Derendinger integra “Desertores del patriarcado”, un grupo de varones que debate sus experiencias como hombres, sus vivencias, con la intención de “transformar una normalidad violenta y desigual que reproduce la vulneración de derechos de las mujeres”. Según propone: “Es tiempo de repensar qué pasa con los varones y que nos pasa a todas, todos y todes: qué nos pasa al avalar o no ciertas prácticas, qué nos pasa con la tibieza o no con la que encaramos estos problemas, hasta qué punto podemos ser o no cómplices”. Y agrega: “Es necesario repensar qué esperamos de los varones y comenzar a construir otras prácticas sociales y convenciones que desdibujen de una vez esos estereotipos”.
¿Qué pueden hacer en concreto los hombres para cambiar esta cultura violenta? Pensamos en los espacios que se ocupan en redes sociales, en sus hogares, con sus amigos. ¿Sólo los varones deben cambiar o es la sociedad en general la que necesita cambios? Algunas conclusiones del diálogo con este activista por la igualdad de los géneros y con la psicóloga Sofía Facal, técnica en igualdad y formadora.
- Si bien la sociedad debe desarrollar más herramientas para trabajar el problema de la violencia, desnaturalizarlas, los varones en particular deberían repensar situaciones de la vida cotidiana, tanto en los ámbitos privados como públicos, para construir nuevas y sanas masculinidades.
- Todos los espacios que hacen a la formación universal en diversas cuestiones, como la escolaridad en todas sus formas y espacios, la práctica deportiva y religiosa, la formación profesional y de oficios deberían tener y estar atravesadas por estas temáticas de género, no como un apartado sino como elemento constitutivo.
- Es importante leer e informarse sobre las violencias. La participación en organizaciones que trabajen estos temas puede ser valioso. También, sumarse en espacios escolares o en el trabajo.
- En lugares en los que solo interactúan varones, como los chats de fútbol u otros similares, se recomienda mostrarse disonantes ante gestos violentos, no sólo como condena sino proponiendo alternativas. Cuando se manda una foto de una mujer sin el consentimiento de ella, hay que repudiarlo. Lo mismo con chistes que pueden dañar o con insultos. No habría que quedarse callado, sino probar con frases como : “Eso no es gracioso”, “Lo que dijiste me parece ofensivo”. Es importante, también, cuidar el lenguaje que se utiliza y, si es violento, decirlo porque el silencio implica complicidad.
- Practicar siempre el consentimiento, en cuestiones sexuales y no sexuales. También es importante transmitir esto a otros varones. A veces, ellos generan condiciones para interpretar con mucha nubosidad el límite que supone entender el consentimiento. Algunos ejemplos: “Si una piba acepta bailar conmigo, quiere decir que está todo bien”, “si con una piba terminamos a los besos es obvio que terminamos en la cama”, “si tiene onda conmigo puedo avanzar cuando y como quiero”, “si le gusta tomar bailar y mostrarse libre y sin prejuicios puedo hacer lo que quiera con ella”. El consentimiento así entendido es cualquier manifestación que no sea un no rotundo y hasta a veces eso mismo no alcanza. Ser varón y si a eso le sumamos poder, dinero u otras formas de privilegio (como el color de piel u origen, etc.) distorsiona el consentimiento, que es la aceptación plena para iniciar un acto sexual o de otro tipo.
- Los hombres, en este camino de deconstrucción, necesitan un poco de humildad, aprender de las mujeres que tenemos más experiencia en ese recorrido de cuestionar el machismo.
- No se trata de que encabecen las marchas, sino tal vez de que asuman más responsabilidades en los cuidados, por ejemplo, para que las compañeras, hermanas, etc. puedan participar.
- Dar el protagonismo y voz a las mujeres.
- No ponerse a la defensiva en este tiempo: es contra el machismo, no contra los varones.
- Es importante que si alguna vez un varón (o cualquier persona) presencia violencia sexual o algún tipo de situación peligrosa intervenga de inmediato. Esto ocurrió en el caso de la reciente violación en grupo en Palermo.
- Tener consciencia de la responsabilidad afectiva. Para que haya responsabilidad afectiva debe haber, debe estar el reconocimiento de un otro/a/e, y para que haya consentimiento, para que pueda entenderse que la otra persona se ve implicada y atravesada por mis decisiones, gustos, deseos, etc. y viceversa debe entenderse al otro/a/e como igual. La negación o incapacidad para pensarse desde ese rol y lugar no permite desarrollar ninguna posibilidad de responsabilidad afectiva salvo como falacia u oportunismo momentáneo.
- La cultura de la cancelación hace mucho daño. Es necesario trabajar con los varones que ejercen o ejercieron violencia como práctica aprendida y procurar que desarrollen otras prácticas. Para eso es necesario contar con espacios para contenerlos y que puedan realizar ese proceso de aprendizaje en espacios terapéuticos en diálogo con sus vivencias cotidianas.
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