El plácido ritmo de una Asunción sofisticada
Del centro tradicional a barrios satélite, un circuito de cafés, restaurantes, negocios y hoteles boutique
ASUNCIÓN.- En la explosión del intenso verde del paisaje aparecen los árboles de perfecta copa. "Son los tajy", nos dice Jorge, el guía, en esa impronunciable y gutural del indescifrable guaraní, que tratamos sin mucha suerte de imitar. Los bellos jacarandás siguen pincelando el corto trayecto desde el aeropuerto en cantidad de rosados y hasta un amarillo intenso.
"¿Estamos en el centro?", inquiere sorprendido mi acompañante, cuando nos detenemos frente al hotel, en lo que parece ser una suerte de barrio-parque. "Sí señor", afirma Jorge mientras descarga nuestro equipaje. El lugar, Villa Morra, es el más claro ejemplo de esta Nueva Asunción, que en la última década desplazó el tradicional centro de la capital hacia los suburbios, creando una serie de pequeños barrios satélite alrededor de los principales shoppings, donde se asentaron cantidad de hoteles, cafés, restaurantes y negocios de todo tipo, y donde transcurre la más exclusiva movida de la ciudad.
Dentro de un clima plácido en las avenidas se entrecruzan relucientes camionetas último modelo, donde el habitual tránsito de cualquier capital, con bocinazos incluidos, está ausente y hasta la rush hour , que la hay, pasa desapercibida.
Primera sorpresa: ¿dónde está la gente? En esta parte de Asunción no se camina, para eso están los parques ad hoc como el Ñu Guasú, de La Salud y el Metropolitano, que en las primeras horas de la mañana se llenan de asunceños haciendo sus rutinas. El resto del día todo se hará en auto, aunque sólo sea por un par de cuadras, siempre protegidos por la burbuja del aire acondicionado, un bien muy apreciado por los locales.
Chipá y shopping
Pero para ver cómo late el verdadero espíritu asunceño habrá que llegar hasta la calle Palma y arrancar allí para disfrutar de uno de los principales atractivos del viaje: el siempre bien apreciado deporte del shopping. Allí estará, como hace más de 20 años, Clara la chipera, la primera en llegar a su lugar de siempre donde acomoda su puesto de chipá, la tradicional delicia de harina de mandioca y queso, junto al oriental vendedor de orquídeas, frente al Panteón de los Héroes donde los dos guardias de la marina, de impecables polainas blancas y fusil al hombro, parecen pintados.
Temprano en la mañana, hora ideal para recorrer este circuito antes de que el sol haga de las suyas, se puede ver cómo rápidamente se instalan los puesteros que, bajo la imprescindible sombra de las recovas de las casas, convierten el trayecto en un mercado a cielo abierto. La calle Palma se llena de color y ritmo con el ronronear del guaraní tamizado con la música que aportan los vendedores de copias de CD y películas, lo que impregna a la zona de ese toque típico latinoamericano de la región.
En una maraña de prendas y mantelería bordadas en finos tejidos de aó poí y ñanduty, artesanías en cuero y tallas en madera, junto a las famosas hamacas y coloridos abanicos de paja, sobresalen las guampas, el particular recipiente en forma de cuerno que los mateadores sabrán apreciar. Versión paraguaya del rioplatense, que en hueso, cuero y hasta plata fue diseñado para largas tenidas de tereré, la refrescante bebida fría que combina la tradicional infusión con hierbas varias machacadas y que en termos bajo el brazo parecen ser el álter ego de todo asunceño y su principal antídoto contra el calor.
En un par de cuadras, la oferta cambia y aparecen algunos puestos de equipajes de todo tipo, valijas y mochilas siempre necesarias para los espíritus viajeros, junto a un variado surtido de copias de carteras de marcas ultra fashion. Pero el plato fuerte lo da el Central, epicentro de todo lo tecno de última generación, donde los fanáticos del tema tendrán cómo divertirse recorriendo los comercios especializados, mientras las mujeres aprovechan la cercana Vendome, para surtirse de perfumes, cosmética y accesorios de reconocidas marcas de la moda internacional.
Para tamizar con un poco de turismo y un necesario stop para reponer fuerzas hay que llegar a El Bolsi, primer sitio con aire acondicionado de la capital, que sigue siendo una buena opción para disfrutar de sus ricos jugos y sándwiches en la barra circular o en las mesas, atendidos con esa especial amabilidad paraguaya siempre presente. Si la temperatura lo permite, está la opción de comer afuera y ver pasar la vida cotidiana de los asunceños.
En el circuito, principalmente de casas bajas, resaltan algunas muy antiguas con balcones de aire itálico, que como la Casa Clari -otro buen sitio para un almuerzo rápido- han sido elegidas y puestas en valor como parte del Centro Cultural Manzana de la Rivera, un ambicioso proyecto en marcha que le suma a la capital muchos atractivos. El recorrido se acerca a la costa del río, donde reluce el bello Palacio de los López, actual Casa de Gobierno, rodeado de una gran explanada de jardines. La zona invita a visitar además la antigua catedral y la iglesia de la Santísma Trinidad, esta última de particular fachada, así como la cantidad de museos con que cuenta la ciudad que sólo será posible hallarlos mapa en mano, previamente agenciado en Turismo Roga, el edificio que ese ministerio tiene en la calle Palma. Uno imperdible es el Museo del Barro, con más de 4000 piezas de gran valor, en una emocionante muestra de lo que dejó el mestizaje paraguayo.
Dormir en Asunción
Que Paraguay se suma a la oferta turística de esta parte de América del Sur queda claro en la capital, nada más ver la cantidad de hoteles que han surgido en los últimos años y cuyos edificios resaltan en esa suerte de ciudad-jardín que es Asunción. Algunos pertenecientes a cadenas internacionales, de moderna estética y equipados a todo confort, como el Asunción Sheraton, el Guaraní Esplendor reciclado con mucho estilo, Ibis o el Granado, entre otros, que pueblan el centro y los barrios residenciales asunceños.
De impactante arquitectura y a todo lujo está el Bourbon Conmebol, parte de un complejo con un monumental centro de convenciones donde se rinde homenaje a una de las pasiones de los sudamericanos en su Museo del Fútbol, que los fanáticos de este deporte no dejarán de visitar. Para los que quieran disfrutar de la bonhomía de la Nueva Asunción, hay deliciosos hoteles boutique como La Misión, moderno y refinado en su equipamiento y decoración, con valiosos detalles que remiten a la mejor esencia paraguaya, o el Villa Morra, que le suma a una elegante y despojada ambientación una umbría cava con barra y mesas donde catar los buenos vinos de la Argentina y Chile.
La gastronomía, insoslayable condimento de la buena vida, impregna la zona de Villa Morra con cantidad de lindísmos cafés que, a pesar del clima, han convertido a los locales en amantes de la infusión. Los restaurantes de moda de cuidada ambientación se colman de habitués en las noches asunceñas. Entre los favoritos de los residentes de la zona, que dejaron atrás el chipá o la sopa paraguaya -que se come con tenedor- y se atreven a nuevas propuestas gastronómicas, están el San Pietro, El Dorado, Mburicao y el Veranda, este último una nueva prolongación Miami Style del tradicional Yacht & Golf Club, hoy totalmente renovado en su equipamiento, que frente al río invita a disfrutar de los encendidos atardeceres paraguayos, cuando la puesta de sol tiñe de rojo el cielo de Asunción.
Yaguarón y la huella franciscana
Paraguay salió a la cancha turística y en un renovado plan ofrece varios atractivos como su relevante Ruta Jesuítica, con importantes misiones de esta orden cuidadosamente restauradas, una manera de adentrarse en el Paraguay profundo presente en los pueblos que las rodean. Para los espíritus ecológicos está el Pantanal, que comparte con Brasil, pleno de tesoros de la naturaleza en su fauna y flora en estado puro.
Cerca de la capital hay circuitos como San Benardino junto al lago de Ipacaray, pero uno imperdible es el que lleva a Yaguarón, donde reluce la iglesia de San Buenaventura, parte de la huella franciscana que la orden imprimió a la zona. Rodeada de un jardín tropical aparece la impactante arquitectura de la iglesia, con su techo a dos aguas. En su interior de grandes proporciones se puede apreciar el espectacular trabajo de los artesanos indígenas, que en un colorido entramado de dibujos, pinturas y guardas, como una gran tela estampada con diferentes diseños, reluce también el oro, que tapiza a la iglesia del piso al techo.
Cerca está Pyporé, un pintoresco pueblo de artesanos para ver a las famosas bordadoras trabajando en sus bastidores el ñanduty, esa finísima trama traslúcida, en una técnica heredada desde generaciones atrás. El pueblo invita a detenerse en la Cocina Yma de doña Ursula, para degustar el Py’ ajoko ( refrigerio) en el colorido comedor al aire libre y probar platos tradicionales de exóticos nombres.