El pasillo de los grandes
En Florencia, el Corridoio Vasariano es una misteriosa galería elevada que une dos palacios y alberga la mayor colección de autorretratos de artistas desde el Renacimiento hasta hoy
Cerca trova (quien busca encuentra) se lee, enigmáticamente, en el fresco del multifacético arquitecto, historiador y pintor Giorgio Vasari, La Battaglia di Scannagallo , hoy en medio de toda una trama novelesca.
Semanas atrás, en el Salón del Cinquecento de Palazzo Vecchio de Florencia, debajo de este fresco, se confirmó la existencia de otro muy famoso de Leonardo Da Vinci, La Battaglia di Anghiari , que Vasari mismo ponderó en su obra literaria Le vite, y que fue buscado e investigado durante siglos. ¿Por qué Vasari habría pintado un fresco sobre otro de su estimado Leonardo?
Según el historiador de arte renacentista Marco Carniani, "la cuestión es fundamentalmente política. En 1537, al subir al poder, Cosimo I de Medici encargó a Vasari la restauración y decoración del Salón del Cinquecento de Palazzo Vecchio, en esa época su residencia. La Battaglia di Cascina, de Michelangelo, y L a Battaglia di Anghiari celebraban la República, mientras que Cosimo quería rescatar batallas que homenajearan su poder y la monarquía, como La Battaglia di Scannagallo ", cuenta el historiador.
Sin embargo, "Vasari era un conservador, respetuosísimo del arte y de los artistas; si La Battaglia de Anghiari hubiese estado íntegra, seguramente no la hubiese tocado", opina Carniani. Actualmente, la National Geographic Society lleva adelante estudios de la o las obras en cuestión, con apoyo de distintas entidades florentinas.
De palazzo a palazzo
En 1565, Cosimo también le encargó a Vasari otra obra importante: construir un pasillo elevado que uniera Palazzo Vecchio, su residencia, con Palazzo Pitti, sede del gobierno de la ciudad. Simbólicamente serviría para demostrar la unión del poder de los Medici con el gobierno. En lo práctico, frente a la envidia por su creciente poder, el pasillo representaba una útil vía de escape en caso de conjuras contra su persona.
El destino de este enigmático pasillo, llamado Corridoio Vasariano en honor a su ejecutor, fue otro: hoy aloja la colección más grande del mundo de autorretratos de ilustres pintores desde el Renacimiento hasta hoy.
La construcción, elevada a 1,5 kilómetros, pasando por el palacio Gli Uffizi y por arriba del Ponte Vecchio, hasta llegar a los jardines de Boboli, normalmente está cerrada al público.
"Su extensión implica una cantidad de personal fuera del alcance del presupuesto del Museo de Gli Uffizi, pero en algunas épocas del año es posible asistir a visitas especiales para grupos reducidos", explica Fabio Sostegno, encargado del museo, mientras abre camino durante el recorrido personalizado para este artículo, organizado por el Polo Museale Fiorentino.
Al Corridoio se accede desde las galerías de Gli Uffizi a través de una puerta normalmente cerrada con llave. "El Corridoio era un pasillo privado de los duques florentinos y estuvo bloqueado durante tres siglos, hasta 1866, cuando Florencia fue capital de Italia y finalmente Vittorio Emanuele II decidió destinarlo a la exposición de obras de arte", dice Carniani mientras baja las escaleras que llevan al Corridoio.
Detrás de la puerta
Al quedar atrás la puerta de Gli Uffizi, quizá por el silencio que corre a lo largo de sus espesas paredes, por su historia hermética o simplemente por estar siempre cerrado, el Corridoio es un rincón secreto, aristocrático, misterioso. "Milagrosamente ha sobrevivido a los bombardeos de la Segunda Guerra Mundial y al aluvión en 1966", explica el historiador mientras avanza por el tramo del pasillo que pasa por arriba de Lungarno Archibusieri, con una vista incomparable de Florencia, además de una serie de retratos de los Medici. Se destaca el del cardenal Leopoldo de' Medici, último hijo de Cosimo II, justamente el iniciador de la colección de autorretratos. En la mitad del siglo XVII, Leopoldo, apasionado del arte, inauguró la colección encargando autorretratos a artistas por toda Europa. Su sobrino Cosimo III y los grandes duques de Lorena, después, perpetuaron la serie, que fue constantemente incrementada durante el reino de Italia hasta hoy.
Así es que gracias a la intuición cardenal hoy se nos revelan los rostros de grandes artistas del pasado, desde las paredes del Corridoio. La colección empieza con un autorretrato de Giorgio Vasari, en homenaje a su ejecutor, y exhibe rostros de artistas desde el siglo XVI hasta el XX, con obras de Carracci, Reni, Domenichino, Guercino, Rubens, Rembrandt, Van Dyck, Sustermans, Velázquez, Kaufmann, Canova, Fattori, Boldini, Pelizza da Volpedo, Mengs, David, Ingres, Corot, Delacroix y también de los futuristas Balla, Severini, Guttuso y Morandi. El recorrido termina con el autorretrato de Chagall, donado por el artista en 1976.
Las paredes del Corridoio, sin embargo, no alcanzan para exhibir la colección completa, que pertenece al Museo de Gli Uffizi: el 80 por ciento de los autorretratos está guardado en depósitos. Allí se almacenan, por ejemplo, aportes de los argentinos Raúl Soldi, Antonio Berni y Juan Carlos Liberti.
DATOS UTILES
Visitas
Las visitas guiadas al Corridoio Vasariano se deben solicitar especialmente al Polo Museale Fiorentino. Teléfono, 39 0552388621. El costo es de 10,50 euros.
En internet: www.uffizi.firenze.it
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