El monstruo todavía anima al lago Ness
En las Highlands de Escocia, a tres horas de Edimburgo, la leyenda acompaña a los visitantes, que disfrutan de la naturaleza, un parque temático y las ruinas de un castillo
Unos creen que es un pez gato, otros que es un esturión, hay quienes afirman que puede ser el antepasado de un plesiosaurus, y aunque no haya pruebas concretas al mito del Loch Ness ya le probaron cientos de caras. Se dice que su primer registro es del siglo VI cuando se dejó ver ante el monje misionero, Saint Columba. Otra aparición posterior fue noticia en los medios el 2 de mayo de 1933. Un año después la fotografía de Robert Kennet Wilson sirvió como prueba, pero despertó tanta fascinación como desconfianza. Desde entonces el extraño ser es buscado y tiene nombre, se llama Nessie.
En las Highlands escocesas, a tres horas en auto desde Edimburgo, las aguas del lago Ness llegan a una profundidad de más de 200 metros y recorren 37 kilómetros, entre las localidades de Inverness y Fort Augustus. Es el segundo lago más grande de Escocia después del Lomond, cerca de Glasgow. Con o sin bestia toda la zona tiene su propio atractivo, porque en definitiva visitarla no es ir ver puntualmente a un monstruo, sino disfrutar de su naturaleza, descubrir un centro de investigaciones, un parque infantil o las ruinas de un castillo aislado entre el lago y los bosques.
La aparición de una criatura no identificada se publicó por primera vez en el Inverness Courier, un medio local, cuando Aldie Mackay y su marido vieron el movimiento de un cuerpo parecido al de una ballena. Al año siguiente, Robert Wilson capturó una imagen donde se veía un cuello largo que emergía del agua, aunque tiempo después fue acusado de haber usado un submarino de juguete con cabeza de dinosaurio para fomentar el mito. Versiones nuevas y desmentidas surgieron con los años y se sumaron a una industria alrededor del lago que planteó otra duda: ¿Monstruo o conspiración turística?
¿Nessie, estás?
El agua se ve tan calma que por momentos parece una placa de metal. El viento se oye bajito hasta que toma fuerza y empuja el paso de quienes caminan cerca. A lo lejos una mancha oscura se mueve, sube y desaparece. Cada movimiento contracorriente, una boya, o una rama caída, hacen creer que la bestia está ahí, se asoma y espía. Pero no pasa de ahí, para desilusión del que se queda minutos sin quitar la vista del lago, lo único que interrumpe esa quietud es una lancha que pasea con turistas.
Drumnadrochit se llama el pueblo donde nació esta leyenda y en el que todo parece girar en torno de ella. Un poco alejado de la orilla, un hombre disfrazado de un animal verde (poco identificable) saluda a los que pasan cerca. Por la alegría y atención que genera entre los más chicos, si se presentara al casting de un programa infantil le darían trabajo seguro. No es casualidad que esté ahí, detrás de él está Nessieland, un parque que simula la vida bajo el agua y fomenta la ilusión de que escondido por la zona vive un fenómeno casi amigable. Los negocios que rodean el área refuerzan esta idea con la venta de remeras estampadas y peluches de un Nessie que se parece a Margarito Tereré.
Cerca de la entrada al parque, al costado de un bar con mesas sobre una terraza, un monstruo gigante con un cuello tan o más largo que el de una jirafa y cara de bicho alegre funciona como trepador y tobogán. Su cuerpo, distinguible desde la distancia, se divide en tres lomas por donde los chicos saltan y suben.
La muestra del parque fue organizada por un experto en el tema que vive en la zona hace 30 años, Donald William Skinner. Hay once cuevas con una iluminación tenue dedicadas a investigaciones, datos prehistóricos, curiosidades, conclusiones y sucesos famosos relacionados con Nessie y el lago Ness. El paseo se completa con una sala de proyección, un castillo y un teatro.
Como Skinner también hubo otros curiosos que con el tiempo se convirtieron en expertos. Steve Feltham es un estudioso incansable que en 1991 dejó a su novia, su casa, y renunció a su trabajo para dedicarse a buscar pruebas. Steve es como un Fabio Serpa, pero dedicado a hacer contacto con la vida bajo el agua. Según su opinión no es una bestia prehistórica, ni un monstruo, sino un pez siluro, una especie que puede crecer hasta cinco metros de largo y pesar más de 300 kilos. Su teoría se basa en la época victoriana cuando se introdujeron estos peces para incentivar la pesca.
A pesar de que el misterio supera todas las hipótesis, éste año resurgió la noticia con el aniversario número 81 de la famosa fotografía de Robert Kenneth Wilson que muestra un cuello largo y una cabeza que emerge del lago. Google se sumó a la celebración y le dedicó a la imagen en blanco y negro un doodle, un logo conmemorativo como homenaje.
A pocos metros de Nessieland, el centro de exhibición es una construcción de piedra que por fuera parece un instituto de estudio. Al lado de la ventanilla donde venden las entradas hay un equipo de buzo que se podría confundir con el de un astronauta, si no fuera porque lleva escafandra. La mujer detrás del vidrio cuenta que fue el primer traje que se usó para buscar a Nessie en las profundidades, y aunque no es para asustarse, los más chicos que pasan cerca lo miran con desconfianza.
En este centro se conservan las herramientas usadas para las búsquedas bajo el agua. En uno de los laterales del edificio está en exposición un submarino amarillo, muy parecido al de la canción de Los Beatles, que nada tiene que ver con la música sino con el aparato que recorrió las profundidades en 1969.
La exposición se divide en siete áreas temáticas que abarcan 500 millones de años de historia. El plato fuerte son los resultados de las expediciones, el ecosistema, las filmaciones bajo el agua y alrededor de mil testimonios de personas que aseguran haber visto al monstruo, sumado a las fotografías. Al terminar la visita, es inevitable pensar que entre creer o no creer en su existencia, también vale la posibilidad de imaginar.
Huellas de otra historia
El dibujo que traza el lago Ness en el mapa es largo y fino como el cuello del extraño animal que lo convirtió en leyenda. En una de sus orillas, a poco más de 3 kilómetros del centro de investigación, las ruinas medievales del castillo Urquhart se dispersan por una especie de península.
Entre los siglos XIII y XVII tuvo lugar su historia más activa, cuando Escocia e Inglaterra disputaban batallas por su control que pasaba de mano en mano. Posteriormente dos años marcaron su decadencia: 1692 tras ser destruido para evitar que los jacobites lo ocuparan; y 1715 cuando una tormenta derribó su torre de cinco pisos. En 1913 el terreno pasó a estar bajo tutela del Estado escocés y en 2002 se construyó el centro de visita que cuenta su historia desde el siglo VI hasta el XVII.
La calma del bosque y la energía del lago funcionan como sedantes. Algunos grupos que se acercan lo hacen en silencio, sólo se escuchan pisadas sobre hojas. Después de cruzar el estacionamiento, el acceso a las ruinas de Urquhart es a través de un puente en dirección al lago Ness. Antes de seguir camino cuesta abajo vale la pena tomarse unos minutos, olvidar fenómenos ocultos y disfrutar lo que está a la vista.
Datos útiles
Paseos: Loch Ness Centre &Exhibition. Abierto todo el año, excepto Navidad. El horario de apertura entre noviembre y marzo es de 10 a 16.30, con última entrada a las 15.30. La tarifa para adultos es 7.45 libras (una libra equivale a 1,51 dólares), para menores de entre 6 y 15 años, 4.95 libras. www.lochness.com
Nessieland. Durante el invierno abre de 9 a 17. La entrada para mayores de 16 años es de 6 libras, para menores, 3. A pocos metros del centro de exhibición. www.nessieland.co.uk
Urquhart Castle. Abre todos los días. Desde el 1° de noviembre hasta el 31 de marzo el horario es de 9.30 a 16.30, con acceso hasta las 15.45. El precio de la entrada es de 8.50 libras para adultos y 5.10 libras para menores. Los menores de 16 años deben ir acompañados por un adulto. www.historic-scotland.gov.uk
Desde Edimburgo: hay trenes que salen diariamente hasta Inverness desde la Estación Central Waverley, en un viaje que dura 3.30 horas. El mismo tiempo tarda el recorrido en ómnibus. Desde Inverness el colectivo 919 va al castillo Urquhart o a Drumnadrochit, en media hora.
Otra opción es ir en auto. Un trayecto de 3 horas, con destilerías en el camino... que pueden causar demoras.