El inesperado regalo de Navidad: un emotivo cuento de Julia Coria
Los tíos son anfitriones, así que el nuevo ritual lo idearon ellos. Sabemos que no involucrará regalos porque no pidieron que trajéramos nada; una pena, porque con prendas y premios es todo más divertido, pero la regla es que quien recibe planea, así que, en fin... El tío abre la puerta y no bien nos saluda pide que escribamos nuestros nombres en papelitos, los doblemos y los coloquemos en una caramelera; yo dejo en la cocina las ensaladas, que son nuestro aporte a la mesa navideña, y vuelvo junto al tío para escribir por Sebi y por mí: él está cargado de paquetes que se apura a esconder antes de que mis sobrinos los vean.
Cuando ya saludamos, ya nos apostamos en nuestros lugares en la mesa y antes de que lleguen las entradas, la tía se ubica en la cabecera y da las instrucciones: cada uno deberá sacar un papelito y escribir en otro deseos o intenciones para quien le tocó. Lo dice excitadísima, pobre tía, como si fuera una idea genial; intercambio con Sebas una mirada que significa "qué bodrio" y pienso que le voy a proponer que cuando vivamos juntos seamos siempre anfitriones, navidades llenas de premios, adrenalina y diversión.
Ahora la caramelera, que va de mano en mano, llega a mí, abro mi papelito y leo "Nico". ¿Quién corno es Nico? Hago un paneo y entiendo que la única opción es que sea el novio de mi prima menor, un rubiecito al que hoy veo por primera vez y con el que intercambié, literalmente, solo el saludo. Cuando la tía me alcanza la birome y el papel en el que deberé escribir cuáles son mis mayores deseos para Nico, estoy por escribir lo más neutral que me venga a la mente, alguna derivación de "salud, dinero y amor", pero veo que todos están concentrados, incluso Sebas; quisiera preguntarle quién le tocó, ayudarlo, obviamente yo conozco mejor a todos, pero ayudar está prohibido, lo dijo la tía: el próximo rato no se puede hablar. Y nadie habla, todos piensan sus deseos a conciencia y de pronto siento culpa de querer resolver el asunto cual si fuera un trámite.
Miro a Nico, me esmero. ¿Qué se desea para alguien que no se conoce? Lo único que sé de él es que es el novio de mi prima. Aunque también..., también sé que Nico la quiere tanto que se avino a pasar con nosotros la Nochebuena. Lo veo pensar sus propios deseos para alguien de quien sabe incluso menos que yo de él y me da ternura. Pienso que al fin lo que sé de Nico es que quiere mucho a mi prima. Levanto la birome y escribo: "Nico, te deseo mucho, mucho amor".
Mientras junta los papelitos, la tía se emociona al decir que lo que queremos para los demás refracta sobre nosotros mismos, y aunque a veces pienso que la tía es medio naíf, creo que esta vez tiene razón. Estiro la mano por sobre el mantel y agarro la de Sebas, nos miramos un instante hasta que el tránsito de fuentes y ensaladeras interrumpe. Disimula tan bien que no sospecho para nada que su papelito decía mi nombre y que aprovechó la ocasión para preguntarme si quiero casarme con él, ni tampoco que entre los paquetes con juguetes para mis sobrinos hay un estuchecito aterciopelado que contiene, dorado y redondo, mi regalo de Navidad.
Inspirado en la historia real de Sofía Valle Mayorga.
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