“Él está demasiado en casa”
¿Qué onda cuando te sentís asfixiada porque nunca estás sola?
Con la convivencia, la vida se transforma. Está buenísimo compartir y acompañarse, pero también es probable que te encuentres con situaciones y momentos en los que ahora él está y que antes eran solo para vos. No hablamos de decisiones trascendentales, sino de pequeñas cosas que hacen al día a día pero que –como mucho de lo que pasa en una relación– pueden ir echándole kerosene a la mecha. Lo mismo pasa con los espacios: ninguno de los dos tiene la casa enteramente para sí cuando se le da la gana. A todo esto, vos le sumás que el horario in-house es amplio porque los dos trabajan freelance, porque él no tiene actividades en su tiempo libre o porque tiene horarios flexibles en su laburo y los maneja a gusto e piacere. ¿Cómo ordenar el desorden y negociar algunos ítems para que sea un win-win para los dos?
Los momentos de soledad
Olvidate de leer un libro tirada en el sillón del living o clavarte un maratón de una serie porque, si no aparece él para comentarte algo, están tus hijos dando vueltas.
¿Qué hacer? Planteá tu necesidad y abrí la puerta para que él se cuestione por qué se da que está siempre ahí. ¿No hace ningún deporte? ¿No se junta con los amigos? Proponele conectarse con momentos de disfrute o hobbies que dejó abandonados: salir a correr, a andar en bici, estudiar un idioma, aprender a tocar un instrumento u otra ocupación que te deje la casa vacía por un buen rato.
Los horarios
Ser freelance puede traer tensiones si no hay organización. El desorden crece si tu pareja también tiene horarios flexibles que pueden terminar molestando a uno o al otro.
¿Qué hacer? Ordenen los horarios como si estuvieran en una oficina. Preseteen el almuerzo así se toman un descanso y lo comparten. Por otro lado, pueden escalonar los horarios de laburo. ¿Van a trabajar seis horas? Él puede empezar más temprano y vos, más tarde; y en esa diferencia de dos o tres horas, cada uno dejarle espacio libre al otro.
Las responsabilidades
Pasan varias horas juntos, pero nunca sabés quién de los dos se ocupa de llevar a los chicos a natación. O, si vos laburás afuera, llegás y pensás que, porque él estuvo en casa, todo va a estar impecable o la cena resuelta... y no.
¿Qué hacer? Si él trabaja desde casa, es lógico que se ocupe de más tareas del hogar o de ir a buscar a los chicos al colegio. Claro que no puede encargarse de tooodo porque, si la situación fuera a la inversa, tampoco sería justo para vos. Entonces, por ejemplo, puede que él no se encargue siempre de preparar la cena, pero sí de hacer las compras. Igual, está claro que, si vos invertís más horas en trabajar fuera de casa, él tiene que estar al frente de más cuestiones domésticas; básicamente por el tiempo disponible.
Buscar espacios propios
En la pareja, hay ámbitos que son compartidos y otros que son únicamente para vos. Esta es la noción de interdependencia. Por eso, cuando pasan mucho tiempo juntos, sentís esa necesidad fuerte de estar sola. No se trata de ser independiente al 100%, sin tener en cuenta al otro, ni codependiente al top. Imaginate un vector en el que en cada extremo está cada uno de ustedes y en el medio, el espacio compartido, el del encuentro. El tema es cuando este espacio de a dos se amplía y, en lugar de compartir cinco o seis horas diarias con tu pareja, compartís 15. No hay duda de que es muy probable que terminen asfixiándose y la solución es “darse aire”, casi de manera literal. ¿Cómo?
Redistribuí los espacios de trabajo: ¿no tenés lugar para que puedan estar separados? Si algún amigo tuyo o de él también es freelo, pueden ir a laburar con él una o dos veces por semana. O averigüen si alguno tiene un escritorio extra en su oficina para pasar ahí alguna que otra tarde.
Generen hábitos fuera de casa: si los dos hacen home office, túrnense y –al menos dos veces por semana– uno se puede ir a trabajar por la mañana a un bar.
No dejen que escalen las discusiones: tengan como código que el freno es ir a dar una vuelta, salir un poco del ámbito hogareño y laboral. No se trata de dar un portazo; todo lo contrario. Es frenar la discusión para después poder seguir cada uno en lo suyo. Cuando terminen con sus tareas, retomen la cuestión para revisarla y resolver el conflicto que haya surgido.
Negocien un “solo para mí”: acuerden juntos que, sí o sí, vos tengas una tarde o noche con la casa solo para vos. Si tienen hijos, coordinen para que, una vez por semana, él salga solo con ellos. Tomarse estos espacios de respiro, individuales, y volver a la pareja con frescura es una decisión sana que, ya a corto plazo, va a hacer que los encontronazos disminuyan. Es más, quizás él esté en un bar y vos le termines mandando un mensajito, o salga con los chicos y a mitad de la cena te den ganas de sumarte.
Volvé fecunda la crisis
La convivencia no es fácil y no está de más decirlo porque –aunque lo sepamos– nuestro frente idealista, a veces, insiste en que no deberían surgir problemas cuando el amor prevalece. Pero el famoso “contigo pan y cebolla” caducó hace tiempo y, de vez en cuando, nos vemos surfeando alguna que otra complicación que asoma en nuestra pareja. Es normal... Y aún más cuando dos personas comen, trabajan, miran series, tienen sexo y duermen bajo el mismo techo. O cuando las agendas se superponen o la vorágine diaria no nos permite comunicarnos con el otro. Que te haga ruido que él esté mucho en casa es parte del aprendizaje que se da cuando vas de la mano con otro. Lográ que esta crisis sea, a la larga, un pasaporte al cambio.
corregir el rumbo
Por Patricia Faur, psicóloga especialista en pareja.
Si en casa también trabajan o pasan muchas horas juntos, aumenta todo: los fastidios, las irritaciones, el malhumor...
Hace unos años, para tomar aire, tenías que ir fuera de la pareja o terminar la relación. Hoy, el aire se busca adentro. Está buenísimo porque podés seguir con tu pareja, buscando ahí tus espacios. Y cuando hablamos de espacios, la soledad con vos misma es imprescindible. Y va más allá de la pareja, porque a veces estás sola pero no estás con vos. No se trata del tiempo para un posgrado; es el momento para el ocio, para tirarte en la cama o leer un libro, es el espacio para saber si estás en la vida en la que querés estar, qué cosas querés negociar. Es un espacio para tus duelos y frustraciones, para llorar, pensar. Te permite saber si los roces de la convivencia son reales o hacés escenas por nada. En soledad, podés medir mejor lo que sucede y corregir el rumbo.
¿Te pasó tener que compartir demasiado tiempo con tu pareja? ¿Cómo se organizaron? También leé: Por qué la menstruación es más que "un asunto de mujeres"y "Mi amiga es muy posesiva y no sé cómo manejar sus celos"
Experto consultado: Marcelo Cebeiro, psicólogo, director de la Escuela Sistémica Argentina y autor del libro Los juegos del mal amor.
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