El desafío de Buenos Aires
Sofi!
Después de leerte, siento que quiero una vida simple. Así, muy parecida a la que relatas.
Creo que alguna vez te conté que suelo soñar mucho con agua.
Hay un sueño en particular que tengo desde chica: un pueblo que conozco aunque no sabría decirte dónde queda o si alguna vez en esta vida lo vi. Calles sin asfaltar, casas bajas muy sencillas y un acantilado. Justo al borde del precipicio, una casita de madera oscura. Y ahí adentro estoy yo, parada frente a un ventanal que va de punta a punta, viendo como las olas crecen y se vuelven gigantes paredones. Me fascina y estoy como hipnotizada; siento adrenalina, pero también paz, aún sabiendo que esas olas me van a alcanzar. No me preocupa. Es como si supiera que nada va a pasarme.
En el agua siempre me siento feliz. Y ese sueño, por más raro que suene, me hace pensar en una vida simple.
Pero bueno, mientras pasan los días y la certeza de ese anhelo crece, Buenos Aires me responde con todas sus cartas, su insolencia y rebeldía. Es que si la mirás a los ojos, Buenos Aires te desafía y jamás te devuelve lo que esperas.
Todo puede empezar, por ejemplo, si un viernes le decís que sí a una invitación que se sale de la rutina. Nada de juntadas en lo de alguna amiga, o ir al bar de siempre. No no, mejor es ir a un Vernissage de una muestra fotográfica en pleno microcentro de la Capital Federal. Ya la palabra "Vernissage" te trae una imagen cosmopolita y una pregunta clásica: "¿estaré bien vestida para esta situación?"
Y para estas ocasiones peculiares, lo mejor llega cuando tu gran amiga -que tal como me pasa a mí, no la llevás a Capital ni loca al menos que sea por trabajo o por amor-, de pronto te dice: "Dale, voy con vos". Raro.
Así nos encontró el viernes a Vero y a mí: dos amigas ante una muestra bellísima, con una copa de vino en la mano y escuchando a mi mejor amigo del colegio relatar con pasión los pormenores de cada foto.
"Vero, son las 20:30, momento ideal para volver a provincia, antes de que salgan los monstruos nocturnos de las baldosas de Florida."
Si crees que Buenos Aires nos soltó así de fácil, estás equivocada.
"Caminemos por Reconquista que está lleno de barcitos. Es más lindo", dijimos.
Sofi, vos sabés cómo me gusta ver jugar a la Selección, que jamás me pierdo un partido del Mundial o la Copa América. Bueno, con todo esto de la separación no sé qué me estuvo pasando. Me estuve olvidando de los partidos.
Resulta que a medida que nos acercábamos a los bares del microcentro, mi memoria y mi pasión por el fútbol de Selección volvió toda junta. "No podemos irnos, acaba de empezar el partido. ¡Hoy juega la Argentina con Colombia!" Y así, en dos minutos, encontramos un bar de dos plantas: arriba una pantalla y mucha gente; en el subsuelo otra pantalla, mesas libres, ambiente muy oscuro, los mozos más amables del planeta tierra y un barman igual a Brandon Lee (te dejo la foto por las dudas, es el hijo de Bruce, actor de The Crow y un placer para la vista. El local iba sin maquillaje, claro).
Sí, ya sé qué estás pensando: querían huir de los monstruos que salen por debajo de las baldosas, pero se metieron derechito y solitas abajo de una. Eh.... sí.
Para los que lo vivieron, ya saben. Para los que no, te digo que estar en un bar antro lleno de gente, tomando una cerveza, gritando como histéricos, sufriendo como condenados y abrazándonos entre todos al final, es una experiencia increíble. Y de pronto, fin de partido, corrieron las mesas, sonaron los clásicos temas nacionales a todo volumen y ahí estábamos, 22 horas, Capital Federal, bailando como locas con una sonrisa de oreja a oreja. Qué manera de transpirar.
No sólo era viernes de Vernissage y de partido, sino que cuando dieran las 00 hs iba a ser el cumple de Vero.
Y así fue como decidimos volver a la superficie para ir a otro bar porteño.
Merval es uno de esos bares que se llena de extranjeros, locales y gente del interior. Lo atiende un francés y hay pantallas con las alzas y bajas de los tragos y cervezas, según demanda. "¿Qué cerveza sale barata ahora?".
Después de cantar como tres veces el feliz cumpleaños de mi gran amiga y otras personas más, Vero salió a tomar aire y yo llegué más tarde con las cervezas en mano. Unos cordobeses muy simpáticos nos dejaron compartir mesa. O sea, apoyar las botellas y demás. Nunca nos sentamos.
Vero me tironeaba del brazo mientras un cordobés me contaba no sé qué historia. "Cari, tenés que venir conmigo. Tenés que hablar en alemán. Hay dos suizos muy simpáticos y no sé si me entienden en mi inglés."
Charla va, charla viene, al rato estábamos tomando un taxi al casco histórico de San Isidro. Resulta que no querían irse sin conocer un lugar que nos pareciera bello para mostrarles.
Paseamos por las calles adoquinadas, todos encantados con los árboles milenarios, los faroles y la catedral imponente; tomamos la última cerveza en el famoso bar de la zona y dimos por concluida la noche.
Cada uno tenía que volver a su realidad: Vero al día hermoso de cumpleaños que le esperaba, los suizos a planificar negocios con la soja y extrañar por unos días más a sus amadas mujeres e hijos.
Yo, a soñar con mi vida simple.
Te adoro.
Beso,
Cari
PD: Tus dibujos son increíbles.
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