En Machu Picchu, la aventura comienza en el camino. Tenés la oportunidad de vivir durante cuatro días una experiencia de superación y conexión con la naturaleza en el corazón de la montaña andina, recorriendo 43 kilómetros a pie hacia la ciudad sagrada de los incas. Es un desafío tan agotador como gratificante y tan místico como real.
Primera parada: un paseo por Cusco
La ansiedad por llegar a Machu Picchu muchas veces deja en un segundo plano la ciudad de Cusco, base de salida –y escala ideal para aclimatarte– antes de empezar el Camino del Inca o la travesía en tren a las ruinas sagradas. Si en lugar de vivirlo como un stop estratégico le dedicás algunos días extras de tu itinerario, vas a poder conectarte con la verdadera esencia del imperio inca y su cultura tan mística y fascinante a la vez.
En Cusco, podés sentarte en el banco de la Plaza de Armas y ser testigo de cientos de pequeños momentos que despiertan la curiosidad: una vendedora ambulante con una canasta gigante de verduras y su bebé envuelto en una manta anudada en la espalda, una familia tomando sopa en los escalones de la catedral, un fotógrafo capturando un beso, el aroma a maíz tostado que hace un poco más cálido el frío cusqueño, los hijos de los trabajadores del mercado que corren alrededor de la fuente o los pasos de otros viajeros sobre las calles empedradas que rodean la plaza.
El barrio de San Blas es visita obligatoria para descubrir el refugio de los artistas y artesanos que habitan sus calles. Hacé el recorrido sin prisa y con muchas pausas: el oxígeno no abunda a 3300 metros de altura y, además, vale la pena detenerte en los detalles coloniales del barrio, como sus puertas azules, sus balcones de flores, los techos de tejas y sus paredes de piedras construidas por los incas.
Si querés ver un espectáculo tradicional, en el Centro Qosco de Arte Nativo hay danzas típicas todos los días a partir de las 19 con entradas desde US$10.
En La Bodega 138 podés probar las "sopas para el alma" –tal como las publicitan– para combatir el frío y recargar energías en un lugar en donde vas a sentirte como en tu casa. Y si necesitás calentar la garganta, no te vayas sin probar el clásico pisco sour con limón orgánico y clara de huevo.
El Camino del Inca
Día 1: Wayllabamba
El punto de encuentro es en la Plaza de Armas a las 5:45 de la mañana. Además de Doly, una de mis mejores amigas, hay veinte aventureros más: argentinos, franceses y australianos. El Chino es el guía que va a acompañarnos durante los cuatro días. Después de la bienvenida, nos dice que el pronóstico anuncia buen tiempo, pero que estemos preparados porque en la montaña nunca se sabe qué puede pasar.
En el punto de partida, después del check-point obligatorio y de un té de hojas de coca, ya estamos listas para empezar el camino. Un puente de hierro y madera gastada cruza el río Urubamba –uno de los principales de Perú– y nos une con el mundo desconocido que nos espera del otro lado.
Hacia el fin de la tarde bordeamos el río Vilcanota y llegamos al primer campamento en Wayllabamba. Conocemos al resto del equipo que nos acompaña en silencio y siempre varios pasos más adelante que nosotros: el cocinero, los porteadores y los carperos. Ellos no usan zapatillas de trekking ni borcegos de montaña. Ni siquiera medias. Ellos andan y desandan el camino en unas sandalias gastadas de caucho que dejan al descubierto sus pisadas. Y ahí están, parados uno al lado del otro, en un semicírculo, recibiéndonos con una sonrisa tímida y una comida que es una delicia para el hambre de montaña, y por supuesto, un mimo para el alma. Después de una sopa de verduras y proteínas, es hora de descansar los músculos adentro de la bolsa de dormir. El segundo día promete ser duro.
Día 2: Pacaymayo
El pasto todavía está mojado y la madrugada es fría. Hay té de coca y chocolate caliente, también bananas, naranjas, avena y pan con manteca y dulce para el desayuno. El Chino nos advierte que es el día más difícil del recorrido: nos esperan ocho horas de ascenso hasta el punto más alto del camino.
Los escalones de montaña van aumentando de altura a medida que ascendemos: me pesan las piernas y ya no siento la mochila sobre la espalda, pero me alivia ver la sonrisa de Doly, que también está agotada, y nos alentamos mutuamente para seguir con pilas un poco más. Todavía nos quedan tres horas hasta llegar a Warmi Wañusca, o el "Paso de la Mujer Muerta", como lo llaman los locales.
Finalmente, pisamos los 4200 metros de altura y siento una mezcla de adrenalina y emoción. A pesar de la tormenta que se avecina, la vista es alucinante. Choque de manos de amigas, unas palabras de ánimo y a encarar el descenso hasta el campamento de Pacaymayo.
A la noche nos divertimos con el grupo de nuevos amigos, nuestros compañeros de aventura, y hay tiempo para sobremesa de chistes y rondas de té. Antes de entrar a las carpas, nos detenemos todos por un momento en el medio de la oscuridad: en el cielo hay millones de estrellas titilando que nos dejan sin aliento.
Día 3: Wiñaywayna
A las 5 de la mañana enrollamos las bolsas de dormir y preparamos las mochilas otra vez para un nuevo día. Hoy serán 15 kilómetros, caminando alrededor de 9 horas.
A mitad de camino conocimos el complejo de Phuyupatamarca, o "el pueblo entre las nubes", en donde los incas se sumergían en baños naturales que purificaban el cuerpo y el espíritu.
Después de tres horas de descenso y casi de noche, llegamos a Wiñaywayna, el último campamento antes de entrar a la ciudad sagrada. Esta noche hay más silencio que lo normal en la montaña. Quizá sea porque todos sabemos que es la misma base de montaña en donde una avalancha de barro sepultó a una argentina en el año 2010.
Por primera vez siento algo de miedo. Afuera, el viento del diluvio es tan violento que golpea la carpa y tenemos la sensación de salir volando en cualquier momento. Doly también está asustada, pero estamos juntas. Antes de dormir, nos agarramos fuerte de las manos y nos decimos que todo va a estar bien.
Día 4: Machu Picchu
Son las 4 de la madrugada y nos levantamos con más ansiedad que los otros días. Ya a paso acelerado, empieza a asomarse el sol atrás de una montaña. Mi corazón empieza a latir más rápido: soy testigo de un amanecer en Intipunku, el ingreso a Machu Picchu. Me olvido del dolor de panza, del cansancio, del pelo sucio, de los pies húmedos. Me cuesta respirar nuevamente, pero esta vez no es por la altura, sino por la emoción que me provoca ese momento.
Los highlights que no podés dejar de recorrer son el templo del Sol –al que solo los sacerdotes sagrados podían ingresar– y el de la Luna, ubicado en una de las cimas más altas del complejo.
En importancia, le sigue la Pirámide de Intihuatana: su nombre significa "donde el sol queda atado", era el reloj solar de la ciudad sagrada y conserva la energía más poderosa de Machu Picchu. Y si tenés suerte y hay sol, vas a ver cómo los rayos de luz atraviesan el Templo de las 3 Ventanas y generan un efecto mágico. Un abrazo es el sello que marca el final de este camino y el recuerdo más gratificante de la felicidad compartida.
Más info
¿Cómo llegar?
Con LATAM, hay vuelos directos a Lima desde Buenos Aires a partir de US$600. Desde Lima podés tomar un vuelo interno de una hora o un bus en un trayecto de unas 20 horas aproximadamente.
¿Dónde dormir?
En la Hostería de Anita (Cusco) tenés habitaciones dobles desde $1123 la noche, con desayuno casero incluido. ¡Tiene un jardín divino!
¿Cuánto cuesta?En la agencia local Inca Point podés elegir el paquete que mejor se adapte a tu estilo y cantidad de días disponibles. Hay diferentes precios y el paquete tradicional del Camino del Inca por 4 días y 3 noches incluye absolutamente todo lo necesario. Cuesta US$440.
www.incapoint.com/excursiones.
¿Cómo armar la mochila ideal?
Mudas de ropa necesaria: te lo va a detallar tu guía antes de partir, pero, como base, vas a necesitar: un par de medias por día, una campera impermeable por si llueve, una remera deportiva por día, dos pantalones largos, un par de zapatillas extra.
- Pasaporte: para el check point y la llegada a Machu Picchu.
- Anteojos de sol y protector solar: ¡obligatorios!
- Linterna: vas a necesitarla a la noche para ir al baño y camino a la carpa.
- Diario de viaje y birome: para registrar cada momento de tu camino.
- Frutos secos y barritas de cereal: para tener energía extra en las subidas.
- Termo personal: para ir recargando agua.
- Toallitas húmedas: las vas a necesitar cuando no puedas darte una ducha de agua helada en medio de la montaña fría.
- Caramelos: ¡para levantar la presión!
- Cámara de fotos: para guardar los mejores momentos ¡y paisajes!
- Repelente de mosquitos: sí o sí.
- Cartas: para cuando sale sobremesa de truco.
¿Ya fuiste a Machu Picchu? ¿O a algún otro destino sagrado? Contános. También te mostramos: 5 paseos en Buenos Aires y Zona Norte para hacer con ojos de turista y Horóscopo: qué te deparan los astros en agosto
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