Edén, un hotel todo incluido... para fantasmas
En la localidad de La Falda, un edificio de 1898 aloja hoy curiosas leyendas y, dicen, también espíritus de antiguos visitantes, que rondan por pasillos apenas iluminados. Un interesante tour lo cuenta todo.
Los fantasmas aún se mueven entre las sombras del viejo edificio. Andan por los largos corredores, abren puertas, hacen crepitar las maderas de las escaleras hacia las terrazas y lanzan risas burlonas que hielan la sangre. Algunos son remedos de personajes ilustres, otros arrastran deudas nunca pagadas en vida, heridas de alguna bala fatal o la simple mancha de una peste mal curada. Todos ellos, sin importar rango ni alcurnia, se sienten dueños del Edén Hotel.
Ubicado cerca de la localidad cordobesa de La Falda, en 1965 dejó de funcionar como hotel. En sus habitaciones se alojaron alguna vez celebridades de la talla de Albert Einstein, Rubén Darío, el Príncipe de Gales, el Duque de Saboya y el presidente Julio Argentino Roca. Incluso existe la leyenda de que allí se refugió Adolf Hitler tras el final de la Segunda Guerra Mundial, luego de haber simulado su suicidio en aquel búnker de Berlín asediado por el ejército soviético. Harto de esperar por una redención que nunca llegará, su espectro podría ser otro de esos tantos que vagan por los rincones del hotel.
El Edén tiene casi 120 años. Es uno de los hoteles más antiguos de Córdoba y su pasado cuenta no sólo con una rica lista de huéspedes famosos sino también con el contraste de sucesivos tiempos de glorias y decadencias que conforman una historia apasionante. Atraídos justamente por esa historia, decenas y decenas de visitantes llegan hoy diariamente al hotel. Se mueven curiosos de una habitación a la otra, por los salones y los pasillos, siempre detrás de un guía.
Historia y esoterismo
"Es increíble la cantidad de gente que viene y quiere conocer de todo, desde la habitación en la que estuvo Rubén Darío hasta el lugar en el que supuestamente se escondía Hitler. Son tantos que las visitas se han dividido en horarios diurnos y nocturnos. Las visitas diurnas están más centradas en lo histórico y las nocturnas en lo esotérico, en el tema de los fantasmas", explica Sergio Peloccio, encargado de prensa y difusión del Edén.
Calvo y muy alto, Gustavo es un ingeniero tucumano de 29 años. Lleva tres días paseando con su mujer, Laura, por Córdoba y la especial recomendación de un compañero de trabajo lo ha traído al Edén. "No podés dejar de ir", le dijo antes de empezar el viaje. Por eso está allí, en las puertas del hotel, listo para empezar la visita nocturna que durará casi dos horas. Laura lo agarra fuerte de la mano, porque tiene miedo de asustarse con eso de los fantasmas. Él sonríe para tranquilizarla y le da un beso en la frente justo cuando comienza el tour con otras siete personas. "Preparensé para conocer un lugar del que nunca se van a olvidar", asegura el guía con una voz que intenta ser misteriosa.
La historia del Edén comienza en el final del siglo XIX, exactamente en un frío invierno de 1897 en el que un ex oficial del ejército alemán llamado Roberto Bahlcke decidió comprar casi mil hectáreas de tierras en la zona cordobesa que hoy se conoce como La Falda. Con la idea de levantar un hotel, el alemán obtuvo un crédito millonario de Ernesto Tornquist y apenas un año después abrió las puertas del Edén, inaugurado con la intención de ser un exclusivo lugar de descanso para familias adineradas de la Argentina y Europa.
En la entrada, flanqueando una fuente y de espaldas a una enorme escalinata, dos enormes leones tallados en mármol son herederos directos de esa primera época de esplendores en la que el hotel contaba con un centenar de lujosas habitaciones, un salón comedor para casi trescientas personas, una cava subterránea que guardaba diez mil vinos traídos de Francia e Italia, dos jardines de invierno con techos corredizos para los días más templados, una usina eléctrica propia, calefacción central y un par de grandes balcones con vista al parque arbolado. "Esto debe haber sido maravilloso", le dice Gustavo a su mujer, con la vista fija en los leones y la fuente que en la noche se iluminan con luces blancas y amarillas.
Muy poco tiempo después de la inauguración, el Edén tuvo su primer tropiezo. Ahogado por las deudas, Bahlcke debió vender el hotel que en 1912 pasó a manos de Bruno y Walter Eichhorn, dos hermanos de origen alemán que llevarían al Edén a su período de mayor esplendor. A los lujos de la época de Bahlcke se sumaron una caballeriza con sesenta caballos, un coto para cazar zorros, varias canchas de tenis, un campo de golf, una piscina con agua que provenía de vertientes naturales y una flota de automóviles Ford T que llevaban y traían a los huéspedes a través del camino arbolado que conectaba con la estación ferroviaria a un kilómetro y medio del hotel. En esos autos, luego de viajar en tren desde Buenos Aires, llegaron al Edén el poeta Rubén Darío, el músico Arturo Toscanini, el científico Albert Einstein, el Duque de Saboya y Eduardo Windsor, entonces aún Príncipe de Gales.
Tiempos de guerra
En 1924, durante un viaje realizado a Alemania, Walter Eichhorn y su esposa Ida Bonfert conocieron en un bar de Berlín a Adolf Hitler, con quien entablaron amistad. Menos de diez años después, Hitler se convertía en Canciller Imperial y daba comienzo a lo que se llamó el Tercer Reich. "Queridos señor y señora Eichhorn, gracias por sus felicitaciones por mi elección como Canciller. En este momento histórico, aprovecho para agradecerles su actuación en todos estos años en el movimiento. Los viejos amigos son los responsables como yo de esta victoria", le escribió el Fürher al matrimonio a poco de llegar al poder. Para entonces, los dueños del Edén ya formaban parte del Partido Nazi y habían colaborado con treinta mil marcos para la causa hitleriana, una pequeña fortuna que fue administrada directamente por Goebbels, el tristemente célebre ministro de propaganda del régimen.
La decisión de Hitler de invadir Polonia en septiembre de 1939 marcó el comienzo de la Segunda Guerra Mundial, lo que estrechó aún más los lazos entre los Eichhorn y el líder alemán. En esos días aciagos para la humanidad, un enorme retrato del Fürher precedía el Salón Imperial del Edén, en el que se organizaban frecuentes reuniones y bailes para recolectar fondos para el nazismo. Cada victoria de los ejércitos del Tercer Reich era festejada como propia en el hotel y muchos se juntaban allí a escuchar los discursos victoriosos de Hitler, que se sintonizaban por una antena para radiorreceptores ubicada en uno de los jardines.
Sin embargo, la euforia de los triunfos duró muy poco y en los primeros meses de 1945, cuando la caída del nazismo ya parecía inminente, el matrimonio le ofreció al Fürher un refugio seguro en La Falda en caso de necesitar huir de Europa.
En la tarde del 30 de abril de 1945, mientras los soviéticos bombardeaban fuertemente la ciudad de Berlín, Hitler se suicidó en una sala de su búnker. Sin embargo, durante largo tiempo se dudó de la veracidad de este suicidio y el FBI señaló que el Fürher podía haber huido a la Argentina para refugiarse en el Edén. "En Córdoba, en esos tiempos, muchos aseguraban haberlo visto asomarse a las ventanas del hotel, no sólo a él sino también a otros jerarcas nazis que habían logrado escapar de Alemania", cuenta el guía mientras Gustavo y el resto del grupo caminan hacia una serie de viejas habitaciones que parecen estar en ruinas. "Allí, en esos cuartos, andan los fantasmas", dice el guía, otra vez con voz misteriosa.
La derrota del nazismo terminó abruptamente con la época de gloria del Edén. Luego de la tardía declaración de guerra del gobierno argentino al régimen alemán, las autoridades nacionales se hicieron cargo del hotel y lo despojaron de la mayoría de los símbolos nazis que lo caracterizaban, entre ellos un águila que adornaba el frontis de la fachada principal.
Los cazafantasmas
Ya sin los Eichhorn, el abandono del edificio se hizo notorio, la decadencia fue inevitable y en 1965 el Edén debió cerrar sus puertas. Convertido en una ruina colosal, el hotel estuvo abandonado durante más de tres décadas hasta que en 1998 el Municipio de La Falda lo adquirió con la intención de reacondicionarlo y ya en 2006 lo concesionó a una empresa que completó la resurrección. Hoy en día, gran parte del Edén ha sido restaurado y sólo quedan en estado ruinoso algunas habitaciones de la parte trasera del hotel, precisamente esas por las que ahora marcha el grupo en el que van Gustavo y su mujer, que no le suelta la mano por nada del mundo.
Apenas iluminados por la luz débil de una bombita desnuda que cuelga de un techo, el guía lleva al grupo por un pasillo de paredes descascaradas. Por ese pasillo, cuenta el guía, anduvo hace algunos años un grupo de cazadores de fantasmas, armados con todo tipo de aparatejos especialmente concebidos para rastrear situaciones paranormales. Venidos especialmente desde Estados Unidos, detectaron varios espíritus y grabaron voces del más allá que parecían proferir maldiciones. "Esto no me gusta nada", susurra la esposa de Gustavo cuando entran a una habitación pequeña en la que sólo hay una cama con patas de bronce y un armario desvencijado. Una historia macabra narra que en esa cama murió una niña muy pequeña, tras agonizar varios días a causa de una enfermedad incurable. "Su fantasma sigue por acá", afirma el guía mirando hacia un rincón.
Al cuarto de la niña le siguen otros, también desprovistos de casi todo, también tenebrosos. Gustavo abraza fuerte a Laura, que siente presencias extrañas y cierra los ojos cada vez que escucha un ruido. "Es el viento, señora. No se asuste", le dice un chico de ocho o nueve años que parece disfrutar enormemente de la visita. Va mascando un chicle que nunca parece acabarse y espera encontrar en algún momento al fantasma de Hitler para sacarle una foto con su Ipad. "Si hacés esa foto te vas a volver muy famoso", bromea el guía cuando ya la recorrida termina.
Un largo pasillo, uno más, devuelve al grupo al sector del Edén en donde todo está refaccionado. A salvo ya de esas habitaciones ruinosas que tanto la perturbaron, Laura sonríe aliviada. Sin embargo, no le suelta la mano a Gustavo.
Datos útiles
Edén Hotel. El Edén Hotel está ubicado en la localidad cordobesa de La Falda. Desde la ciudad de Córdoba son 76 kilómetros por la Ruta Nacional 38. Diariamente hay varios servicios de transporte público que cubren la distancia en menos de dos horas.
Todos los días, de 9 a 19 horas, es posible hacer visitas diurnas del hotel. Las mismas tienen una duración de dos horas y un costo de 40 pesos, con descuentos para grupos mayores a las quince personas. En días prefijados y a partir de las 22 horas, se pueden llevar a cabo visitas nocturnas, por un valor de 50 pesos.
Si bien en la actualidad no es posible alojarse en las habitaciones tradicionales del Edén, el hotel dispone de una posada en sus jardines, a 200 metros del edificio principal. En temporada de verano el valor de la habitación doble es de 650 pesos, con cochera incluida. www.edenhotellafalda.com
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