Eco ansiedad. Cuando ayudar al planeta se vuelve una angustia constante
El planeta está enfermo, la Tierra nos necesita. Necesita que frenemos la oleada de consumo irresponsable, que no la llenemos más de parches, que tomemos conciencia. Nos invita a accionar. El mundo que habitamos necesita que lo cuidemos, espera que lo curemos.
La marea de desinformación muchas veces provoca que, antes de preguntar, nos limitemos a sufrir y ver el deterioro sin hacer nada y bajo la excusa de “mis acciones no son suficientes”. Todo eso provoca ansiedad, miedo frente a la incertidumbre y al no control. La crisis climática nos enfrenta a un grave problema, nos muestra nuestros errores en cada inundación o sequía, nos habla de aumento de temperatura y desastres climáticos, nos pone enfrente de un caos que provocamos y ahora nos cuesta destrabar. Esa “derrota” nos minimiza, nos angustia y nos genera esta ecoansiedad. Calma, ¡no todo está perdido! Es tiempo de ocuparnos de esta emergencia, ponernos en movimiento y construir un futuro mucho más green.
El peso del cambio
Modificar rutinas, por más pequeñas que sean, nos saca de nuestra zona de confort, nos invita a explorar nuevos hábitos. Usar poca agua, bañarnos rápido, apagar las luces, compostar, no comer carne, disminuir el uso de plástico, reparar lo que se rompe, reciclar, separar los residuos, dejar de usar vajilla descartable, usar más la bici y menos el auto… Todo junto nos parece una tarea interminable y nos genera esa ansiedad que suele aparecer cuando sentimos que no tenemos control sobre los pendientes.
Como individuos, todas las transformaciones que incorporemos se van a convertir, a la larga, en una invitación para las empresas o la misma política a cambiar, porque el impacto también tiene que venir de las grandes organizaciones. Para que esta ecoansiedad que nos puede llegar a atacar no quede atada solamente a un núcleo familiar, hay pensar qué se puede hacer para imponer los temas ambientales.
Acciones colectivas vs. Acciones individuales
Los cambios son incómodos, lo sabemos. Está bien focalizarse en modificar hábitos porque nos hace mejores como personas, pero tenemos que exigirles a las marcas, productos o servicios que consumimos que también cambien, porque si eso no pasa, cuando llegues a tu casa con tu mochila llena de responsabilidades ecológicas individuales, te vas a frustrar. La suma de las partes siempre da un resultado positivo y cada intervención cuenta. Los cambios más chiquitos que puedas sumar en tu rutina al principio van a ser pesados, pero son el primer paso para disminuir la ansiedad de la humanidad y del planeta.
Para que las acciones individuales tengan un impacto más grande, podemos poner el foco en los beneficios secundarios que todo lo que una pueda hacer traiga. Por ejemplo, ahorrando energía y agua también originás un ahorro económico. Si generás menos residuos, a la larga vas a tener menos bolsas para llenar y vas a ser más consciente de los alimentos que utilizás. Las individualidades nos muestran enseguida los beneficios económicos o de impacto social y ambiental. La dificultad es lograr proyectar eso a gran escala, visualizar que ese cambio chiquito que a vos te está haciendo bien también le está generando oxígeno al planeta, aunque lo percibas como algo mínimo.
No te desinformes
Hoy, la mayoría de las empresas comunican sin cifras ni indicadores, describiendo con palabras como “sustentable”, “eco-friendly” u “orgánico” todo lo que hacen. Lanzan la acción antes de hacerla, se habla mucho, pero se muestra poco… Existe una cantidad de información que muchas veces no viene de fuentes creíbles y esa desinformación a la que nos vemos sometidas nos genera desconfianza, dudas…, se convierte en un granito de arena más para nuestra ansiedad frente a la crisis. Lo que necesitamos son fuentes comprobables y exigirles a las marcas transparencia de información, que expliquen de dónde salen sus compromisos ambientales, que no solamente digan por qué son sustentables, y así podremos, entonces, comprender mejor la dirección en la que vamos como sociedad. Pedir más información a las organizaciones y al Estado nos va a ayudar a entender mejor el plano en el que estamos paradas.
Una gran parte de la población no fue educada con un fin ecológico y no entiende la importancia de incorporar hábitos sustentables. La mayoría cree que las individualidades no van a generar impacto, pero esas individualidades son las que provocan que las organizaciones empiecen a replantearse sus productos, como el caso de los cepillos dentales de bambú de grandes marcas o las leches vegetales en empresas dedicadas desde hace décadas a la industria láctea. Porque hay una realidad muy positiva en medio de este enredo de consumo desmedido: las nuevas generaciones ya vienen con esta mirada y nos encontramos en el medio del choque entre lo que ellos nos van a exigir en unos años y lo que nosotros tenemos que tener para cubrir esa demanda. Los niños nos miran acusándonos cada vez que notan que cometemos una infracción contra el planeta. Ellos son los consumidores del futuro, quienes nos van a comprar en 10 años, tenemos que entender su postura y ofrecerles lo que necesitan.
¿Apocalipsis ambiental?
No. Siempre estamos a tiempo de cambiar; tenemos que actuar, eso sí. Podemos empezar por entender que los recursos no son ilimitados y aprender a cuidarlos. Porque si nuestro foco está puesto en que la crisis climática no tiene solución y nos cegamos en esa postura, difícilmente logremos activar la rueda. En tiempos de redes sociales es muy sencillo comunicar qué cambios estamos incorporando y generar conciencia desde nuestro lugar. Vale la pena comunicar las cosas que hacemos, porque todo lo bueno contagia y nunca sabés a cuántos podés mover. No importa que sea pequeño, lo importante es que lo muestres, que informes, para generar un efecto dominó. Nadie tiene ganas de seguir recepcionando informaciones negativas o trágicas, es hora de enfrentar la emergencia con acciones positivas, con futuro y esperanza. Hay un problema, tenemos que ocuparnos, pero lo podemos resolver. El primer paso es nuestro. •
¿Cómo calmamos la ecoansiedad?
- Animarse a informarse: hay tanto para saber y conocer que nos paralizamos y muchas veces no sabemos por dónde empezar. Mirar documentales, explorar cuentas en las redes o leer libros que hablen sobre transformaciones de vida, de hábitos y los beneficios que eso puede traerte son una gran terapia para bajar los niveles de ansiedad. Nos clarifican las opciones y nos invitan a remangarnos y activar.
- Conversar: dedicarle tiempo y charlar con nuestro círculo sobre este tema es un gran avance para contagiar nuevas rutinas y ser más consciente en lo personal. Es importante generar debates, filosofar o mismo hacer una especie de brainstorming de ideas sustentables. Ojo, no se trata de imponer, sino de intercambiar ideas para conseguir un cambio sostenido. Hablar, dialogar para poder entender cuáles son las mejores formas de cuidar el planeta y a nosotras mismas.
Experta consultada: Belén Arce. Especialista en sustentabilidad y comunicación.
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