Dubrovnik, con atractivos en serie
Historia, fantasía heroica y ciencia ficción coinciden en esta magnífica ciudad croata sobre la costa adriática, que también ofrece buenas playas
Subir al monte Srd, en Dubrovnik, es como disponerse a mirar un gran mapa de la ciudad. De fondo el azul del mar es tan oscuro que se diferencia por varios tonos del cielo de la mañana. Entre agua y tierra, la muralla de piedra es como un cordón que zigzaguea y encierra los techos naranjas de la ciudad antigua. Ahí mismo, entre muro y mar, hay veleros blancos perfectamente alineados. Una lancha parte en dirección a Lokrum, una isla que se reconoce enseguida porque se ve como una gran masa verde donde pareciera no caber un árbol más.
Dubrovnik está sobre la costa adriática, donde Croacia se estira como chicle hacia el sur. Justo después de que la ciudad de Neum interrumpa para darle a Bosnia y Herzegovina salida al mar. Es el último eslabón, una yapa del territorio croata.
Lo curioso de su historia es que, bajo protección del Imperio Otomano, entre 1358 y 1808, la ciudad fue una república llamada Ragusa. Su lema era La libertad no se vende ni por todo el oro del mundo. Al final su libertad no fue vendida, pero sí tomada por Napoleón.
Dos chicas al borde del monte no paran de sacarse fotos. Posan con tacos, vestidos cortos y maquillaje, sin mostrar el mínimo temor a resbalarse. Un tropiezo las haría caer más de 400 metros. Esa distancia que en las alturas se puede bajar en un funicular. La estación está ahí cerca, al lado del Fuerte Imperial, un museo para visitar antes de emprender el descenso porque también da un pantallazo sobre la historia reciente de Croacia.
La construcción de esa fortaleza fue una orden de Napoleón y se completó el mismo día de su cumpleaños, el 15 de agosto de 1812. Luego la historia hizo que pasara de mano en mano. Primero por los austro húngaros y luego por las dos Yugoslavias, la monárquica y la socialista. Desde 2008 es un museo con una muestra permanente dividida entre la caída de la república, el ataque serbio de 1991, la independencia y el sufrimiento del pueblo.
Stari Grad
La puerta de Pile exhibe la imagen de San Blas, patrono de Dubrovnik, en la parte superior. Antes de cruzarla todo parece la salida de una terminal de transportes. Los micros llegan desde varios puntos de la ciudad, hay puestos de artesanías y mesas donde se ofrecen tours como el de Game of Thrones o Star Wars. Estos son dos recorridos por la ciudad antigua, o Stari Grad en croata, donde se filmaron capítulos de la serie y el octavo episodio de la saga galáctica que se estrenará en Estados Unidos en diciembre de 2017. Afuera está la previa, el punto de encuentro. Del otro lado de la puerta empieza el paseo más turístico.
La Placa es la calle principal y brilla con baldosas que de verdad relucen. Enseguida se escucha a una guía, que pareciera venir a delatar el truco: “Es el mármol del piso el que refleja la luz”, dice para el asombro de su grupo. Si bien las guerras (y un terremoto en 1667) destruyeron gran parte del patrimonio, lo que sigue por ver son edificios que aún conservan su aire aristocrático. Por ejemplo, el Palacio de los Rectores, con su mezcla de estilo gótico, renacentista y barroco, como resultado de las sucesivas restauraciones; la Iglesia barroca de San Blas; o la Catedral con su cúpula que resalta sobre el resto de las construcciones. Acá no se necesitan mapas ni referencias porque las calles se confunden entre bares, negocios de caramelos, faroles y siempre se vuelve a la Placa.
Las escaleras hacia la muralla están ni bien se cruza la puerta de Pile, sobre la izquierda y detrás de unas rejas. Esa misma construcción del siglo X, restaurada en el siglo XVII, que se veía desde el monte Srd, mide 1940 metros de largo y 25 de alto. Un camino con buena altura para ver de cerca los techos naranjas en contraste con el mar. El boleto se compra en una oficina que está enfrente y cuesta 120 kunas, cerca de 16 euros por persona.
Esa playa que se ve cerca es Banje, la más popular quizás por ser la más céntrica. Y aunque Dance, Lapad y Copacabana son los balnearios señalados en los mapas, hacia el noroeste del casco antiguo, también hay arenas sin nombre y sin instalaciones que se encuentran si uno sigue la orilla y desoye a los carteles de publicidad, como es el caso de una especial para perros cerca de Copacabana.
La isla fuera de serie
Dubrovnik tiene dos puertos: el de Gruz, donde llegan los grandes barcos y cruceros; y el de los veleros alineados donde termina el Grad. Desde ahí salen unas lanchas, parecidas a las interisleñas que pasean por el Tigre, que cruzan a Lokrum. El boleto de ida y vuelta cuesta 100 kunas (14 euros) e incluye la entrada al Parque Nacional. Acá hay dos puntos para resaltar. Uno es que la vuelta es obligatoria porque en la isla no se puede pasar la noche. Dos, que la reserva natural abarca en sí toda la isla y está protegida por la Unesco.
Después de 15 minutos de viaje, en la isla espera un pavo real que atrae miradas aunque no despliegue sus plumas. A pocos pasos y a los saltitos aparece un conejo. Lo sigo como Alicia, no en el país de las maravillas pero sí en la tierra de Game of Thrones. Al rato la cantidad de pavos y conejos desencantan cualquier entusiasmo. Están por todos lados.
A Lokrum hay que caminarla. No existe otra opción porque no circulan autos ni servicios de transporte público. Junto con el boleto para tomar la lancha entregan un mapa con rutas y fotos de cada punto de la isla. El centro de la serie Game of Thrones es uno de los más buscados. Se trata de una exhibición con pantallas que muestran el detrás de cámara, los testimonios de los actores y las locaciones donde se filmaron los capítulos a partir de la segunda temporada. Eso sí, la mayor atracción queda detrás de un telón: el trono de hierro está frente a una máquina que saca fotos y las imprime como postales. Todo es cuestión de poner una moneda de 20 kunas, correr a sentarse y, si se quiere, sonreír.
Los saltitos de conejos acompañan el camino hacia la zona que el mapa indica como las rocas. Hay que estar preparado con buen calzado para moverse por superficies irregulares y resbaladizas. Justo debajo de una gran piedra se ve una cueva. Con cuidado al bajar el agua se siente fría, unos charcos de mar reflejan el sol que pasa por una apertura, como una ventana. Del otro lado no se ve más que azul.
En la isla no hay playas, pero sí escaleras al mar en la bahía de Portoc y una especie de laguna cerca de las rocas, el Mar Muerto. Ahí la gente se sienta en la orilla, algunos nadan, mientras un hombre pesca y devuelve los peces pequeños. Se queda con los grandes.
La ruta del paraíso es una senda empinada cuyo destino final es el Fuerte Real. Esa construcción circular de piedra que está en la cima de la isla fue iniciada para el ejercito de Napoleón, pero concluida durante la administración austríaca cerca de 1833. Toda la subida está rodeada por eucaliptos, cipreses y, cada tanto, bancos sobre el precipicio con vista al mar.
Minutos antes de las 17 sale la última lancha y la gente se pone en fila. Un pavo real se suma a la espera. Todos ríen y nadie se resiste a sacar su cámara. El ave rodea a un señor que toma un helado, parece que su propósito está en conseguir un poco de ese cucurucho. La lancha zarpa puntual, el pavo se queda en el muelle sin probar miga.
La fortaleza de Ston
Parece casualidad que un grupo de chinos se amontonen para comprar el boleto. Casualidad porque ellos tienen la muralla más extensa del mundo y detrás le sigue ésta, la de Ston. Un pueblo a poco menos de 60 kilómetros de Dubrovnik, donde la gente habla bajito, las santa Rita colorean las calles y el pescado y los vinos son tan buenos que se come y se toma bien en cualquier barcito.
Antes de llegar y desde lejos se ve una línea de piedras que sube y bordea una colina. Lo que no se distingue hasta estar ahí es que el mismo muro tiene dos recorridos. La visita es así, o al menos es el modo en que lo explica con paciencia y pausas la señora de la boletería. Primero se pagan 40 kunas (5 euros) y luego se elige entre dos direcciones, izquierda o derecha. El camino corto lleva 15 minutos; el largo, el doble. El primero sube y baja en la misma Ston, tiene vista a una salina y descanso en una de las torres. El segundo es más alto, con escalones más angostos, da más vértigo y bordea la colina hacia Mali Ston. Por supuesto se pueden hacer ambos recorridos, siempre que se recuerde el horario de cierre.
Después de 1333, cuando Ston formó parte de la República de Ragusa, ésta fue una zona defensiva de gran importancia. De los siete kilómetros de muro original, hoy se pueden recorrer cinco y medio. Con sombreros, barbijos y anteojos algunos turistas orientales caminan con cuidado por tramos en reconstrucción, mientras hablan con una euforia que se puede interpretar como la alegría de sentirse cerca de casa o la satisfacción de tener una muralla que supera a esta, la más grande de Europa.
Qué hacer
El museo del Fuerte Imperial. Se llama Homeland war museum. La entrada cuesta 30 kunas. Abre de 8 a 16, entre el 3 de noviembre y el 21 de marzo, y extiende su horario hasta las 18 entre el 22 de marzo y el 2 de noviembre.
Lokrum. La isla está abierta de abril a noviembre. Aunque los horarios de las lanchas se confirman cada temporada, se estima que salen cada media hora a partir de las 9, con vueltas cada media hora desde las 10:15. El boleto para adultos vale 100 kunas, y para menores de entre 5 y 15 años 20 kunas.
Ston. Los horarios de apertura varían a lo largo del año. Las murallas abren durante la temporada de invierno (1 de noviembre - 31 de marzo) entre las 10 y las 15. Desde el 1 de abril desde las 8 hasta las 18.30. Del 1 de junio al 31 de julio son los meses fuertes y se extienden una hora más. A partir de agosto el horario se reduce media hora y todo octubre se mantiene de 8 a 17.30. El costo de la entrada para adultos es de 40 kunas y para menores de 20. Los niños de hasta 6 años entran gratis.