Dos eventos
El lunes pasado pude ver mi futuro, y no me gustó. Ya había estado en situación de cumpleaños infantil en salón -con animador, pelotero, castillo inflable, quilombo ensordecedor y piberío- pero nunca había sentido que, de manera inevitable y en unos pocos años, yo iba a estar en la misma situación. Sentí terror, angustia y miedo. También algo de culpa a futuro, porque si bien existe la posibilidad de hacer el festejo a la vieja usanza, en casa, con familia y amiguitos esperando por la piñata, ¿qué sentido tendría ir contra la corriente? Si de algo sabe el marketing es de niños, y que el negocio es ofrecer a los papis sobreocupados la solución ideal: por una poco módica suma la casa queda impecable, y el cumpleañero, feliz. ¿A quién le importa cómo la pasan los adultos? Todo cierra.
Me pregunté si era el único con ese sentir. Busqué rostros cómplices entre los que se quedaron adentro y no se escaparon a la vereda para fumar, y una respuesta contundente que salió de la boca de una mamá con más cumples sobre sus espaldas fue la que me tranquilizó: no estaba solo.
- ¿Son todos así los cumpleaños?
- Sí, insoportables.
Pero necesitaba algo más. Twitter suele ser una fuente de consultas y catarsis bastante segura, sobre todo porque ninguna (o al menos eso creo) de las personas presentes en el cumpleaños me sigue.
A mi descarga le siguieron dos respuestas que pegaron donde más dolía: en mi potencial papel como organizador y participante de algún futuro cumpleaños de Ben. "A ver el papi si juega también" y "cuando te toque organizarlo..." fueron los puñales que clavaron mis (a pesar de todo) queridos Sir Chandler y Luis Güerri. Porque si algo me cuesta en todo este circo es ponerme en el centro de la escena, y tener que disfrazarme, bailar y jugar el juego del animador. Me gusta cuando los demás lo disfrutan, pero no me veo ni un poco disfrutando de ocupar ese lugar. "¿No lo harías por tu hijo?", interrogó al regreso Naty, que por ser madrina de la agasajada tuvo su momento de protagonismo. "Supongo que sí", dije, y mientras manejaba sufrí mi futuro en silencio.
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Ya no frecuento los sitios que solía. Como periodista de espectáculos acostumbraba a ir a muchos recitales, funciones privadas en cines, presentaciones de series y algún que otro evento relacionado con el arte y el entretenimiento. Podía entrevistar a Lali Espósito o a Slash, y aún así divertirme. Pero desde que escribo esta sección (casi en simultáneo con el nacimiento de Ben), el espectro de invitaciones se amplió, y ya no todo está relacionado con la noche y sus personajes. Algo cambió. Y si uno hace todo por los hijos, ¿por qué no habría de ir a un evento de presentación de ropa infantil?
"Te invito el jueves a un evento en el Paseo Alcorta, me encantaría que vayas". Es posible que me escuchen poner varias excusas (que era un buen horario, que era cerca del trabajo, que estaba de paso por ahí, que la ropa estaba inspirada en Londres, etc etc etc) para explicar cómo terminé en el lanzamiento de la nueva colección de Mimo, pero son sólo eso, excusas. Me hago cargo. Acostumbrado a anunciarme en nombre de los medios para los que escribo desde hace más de 5 años, admito que decir "Hola, soy Leo Ferri de Ohlalá" fue, cuanto menos, raro. Pero más raro me sentí rodeado de mujeres -niñas, jovencitas, señoras y señoritas- que miraban con atención las nuevas prendas, comparaban modelos y elegían colores. Me encanta la ropa, pero para comprar la de Ben suelo ir con Naty, porque todavía no domino la cuestión de los talles infantiles.
Y ahí estaba yo, tomando el mismo café que Nicole Neumann, Pía Slapka, Maju Lozano, un ex Mambrú y otras caras más que Google no supo identificar y yo no logré reconocer, pero que de algún lugar me sonaban. Yo era presentado como "el que escribe en Ohlalá sobre su bebé", y de a poco crucé algún saludo, me presentaron a una famosa wedding planner que yo no conocía, y una periodista de una revista para mamás me dio su tarjeta para que estemos en contacto. "Yo no uso tarjetas", expliqué, pero prometí escribirle. Y también me enteré de algo que debe ser obvio para quienes están en el medio, pero que yo no sabía: que hay una señora Mimo, que le puso su nombre a la marca. Un rato después, mientras saludaba para irme y agradecía la invitación, alguien me preguntó sobre qué iba a ser el próximo post. "Todo esto", dije, "ser papá me cambió hasta los eventos laborales, necesito decir algo sobre esto". Ya me siento mejor.