Distancia y silencio
Me gusta ejercitar la distancia y el silencio con mis hijas.
Me pregunto por qué me es más difícil ejercitar la distancia y el silencio en otros vínculos...
¿Quién nos hizo creer que estar hablándonos o escribiéndonos, en todos los formatos posibles de texto que ahora tenemos, es necesariamente señal de conexión y afecto?
Detecto en esa dificultad -para sostener silencio y distancia en otros vínculos- el miedo a que la relación se diluya, a que la soga que nos mantiene unidos se suelte...
¡Otra vez el miedo!
Pero volvamos a lo nuestro, al vínculo protagonista de este blog, madre-hijos.
Ejercitar distancia y silencio, ¿qué sería eso?
Madre pare al hijo, hijo nace, madre e hijo son Uno y lo mismo -o casi- en un principio.
Esa fusión de la que todos los libros actuales de maternidad hablan, ya saben.
Hijo no come por su cuenta, el cuerpo de su madre lo alimenta. Hijo no sostiene la cabeza ni se sienta ni camina, madre lo sostiene entre sus brazos, lo acuna, lo mueve, lo desplaza, lo higieniza... Hijo no habla, no razona, madre lo interpreta, lo contiene... y así.
En un arranque es tal la necesidad del hijo que madre vive completamente a su merced, a su servicio.
Pero a medida que ese hijo crece, y para que ese hijo pueda crecer, madre debe ir corriéndose.
Hijo y madre van despegándose progresivamente.
Despegar de a poco el pegote inicial no significa borrarte de un día para otro, no significa desentenderse, des-involucrarse, no estar presente cuando tu hijo todavía necesita que sí estés presente.
Tiempo al tiempo, es un proceso leeeeento.
Lento pero necesario.
Pienso lo nocivo, lo perjudicial que resultan esos padres que no dan aire, que no solo no estimulan ese despegue sino que obstaculizan, lo patean eternamente.
Pienso en esas madres metidas hasta lo ridículo en la vida de sus hijos, aunque el niñito ya tenga canas o pelada... o aunque la nena ya vaya por los 40.
Madres absorbentes, invasivas, queriendo digitar cada paso de su retoño o retoña.
Convencidas de que su exceso es un mérito y no una falta.
Yo he sido crítica de mi madre (¿quién no?), pero en este punto la valoro.
A veces sentí que se pasaba de desapegada, que su desapego rayaba el egoísmo, el límite es delicado a veces.
Me llevó tiempo apreciar su estilo.
Hoy lo agradezco. Siento que buena cuota de mi libertad, en el sentido de capacidad de hacer lo que quiero en la vida (en proceso, todavía hay taaanto por conquistar), no habría sido posible sin aquella distancia, sin aquellos silencios.
...
A nosotras nos falta todavía un buen trecho, somos madres de niñ@s.
Pero estos días, este tiempo de andar sueltas con hijas, de hablar poco y nada, y que baste con esas pocas palabras y un par de fotos para saberlas bien, me hicieron dar cuenta de la importancia de ese ejercicio... de modo paulatino.
¿En qué aspectos o situaciones se sienten ejercitando distancia y silencio con sus hijos?
Paulina, mamá de Clara, me mandó fotitos de las nenas. ¡Gracias, Pauli! Como diría mi abuela: "no me extrañan ni un poquito esas sinvergüenzas", jaja.
PD: Y como siempre, para contactarse por privado, me encuentran en FB. ¡Que tengan un muy, muy buen día!