Diálogo feminista
Hace un mes se despertó un pequeño debate en Twitter criticando una nota de 2013 de OHLALÁ! sobre el feminismo. Entonces llamé a una amiga que me enorgullece decir que no solo es feminista, sino una promotora de todos los derechos de igualdad (que también había twitteado haciendo su descargo), para que me explicara qué era lo que más ruido le hacía de la nota. Me puntuó las falencias del contenido, me dijo que se podía esperar más de una revista femenina. Debatimos un poco y acordamos que quizás en muchas cosas no pensamos parecido. En un momento álgido de la conversación, le dije: “No me gusta sentir que con vos estoy pisando huevos”, vieron, cuando el correctismo político ya no te deja hablar. Y ella me respondió: “Conmigo nunca vas a pisar huevos, yo te quiero mucho, no hay que tenerle miedo al intercambio”. Me emocionó su frase. Cuántos vínculos se estropearon porque el ideal era más fuerte que el amor. ¿Y de qué se trata la vida si no?
Ya en marzo, con el Paro Internacional de Mujeres el próximo jueves 8, me viene esta conversación como faro, porque siento que nuestra deuda pendiente en la lucha es hermanarnos como mujeres. Bajarse de cualquier estrado de “yo tengo razón” para contemplar otras realidades y miradas. Soy una convencida de que la verdad se construye de a muchas, y es cierto que para mover el bloque patriarcal que nos oprimía se necesitan discursos sólidos, contundentemente acordados, una visión en bloque para mover el bloque. Y creo que quizá no es momento para entrar en sutilezas. Pero en esa construcción absoluta también se abren resquicios incómodos que nos obligan a pensarnos una y otra vez. Por ejemplo, en este número hay una nota sobre la confrontación de dos posiciones: la de las estadounidenses (#TimesUp, #MeToo) y la de las francesas, que proponen no rigidizar el discurso sobre los abusos. La primera pregunta que me hice fue: ¿por qué no podemos encarrilarnos todas para el mismo lado?, ¿esto le saca fuerza al pensamiento reinante que tantos beneficios ya trajo? Pero después entendí que, si estamos hablando de romper el silencio, este también es el resultado, y puede ser la base para que no haya fronteras en el feminismo.
Cuanto más abierto, flexible, diverso, el movimiento nos mueve a todas, nos incluye a todas. Porque, en definitiva, ¿quién no es feminista? A veces nos quedamos en la letra chica, en lo que otra dijo que era y a vos no te representa, en lo que no te gusta de una voz referente, en lo que se cristalizó con los años... Todo está cambiando. Y vos también construís el feminismo, porque también querés igualdad de derechos, respeto, ser cuidada y ser fuerte. Todas queremos ser mujeres cada vez más libres. Y tanto mejor cuantas más seamos, cuando no haya patovicas diciendo quién entra y quién no, cuando podamos ser compasivas con nosotras mismas y con las demás, cuando seamos capaces de explicarnos lo que no entendimos o explicamos mal en vez de defenestrarnos, cuando nos respetemos más allá de las palabras, como mujeres.
Las formas machistas se cuelan como cucarachas en el sistema, en tu vida, en tus vínculos, en hombres y mujeres, a veces te vuelve víctima y otras, victimaria. Por eso creo que la única salvación es identificarlas no solo en los otros, sino en nuestros propios patrones, porque hay algo superador de un mundo feminista y es la construcción de un mundo consciente: qué decimos, qué hacemos, para qué lo hacemos, cómo lo hacemos. Eso nos define como seres humanos.
Nos deseo un mes de la mujer en el que ayudemos a otras a crecer, a empoderarnos, a respetarnos, en el que escuchemos voces diferentes sin juzgarlas, en el que estemos dispuestas a cambiar –incluso– lo que pensamos.
Gracias por esta comunidad.•