Día del Padre: Gastón y Nico celebran con su bebé recién nacido por subrogación de vientre
La pareja tuvo tres intentos fallidos antes de dar con la gestante que llevó adelante el embarazo; la Justicia los habilitó a inscribir a Bautista como hijo de ambos; cómo vivieron el proceso, qué relación tuvieron con Dani, la gestante, y cómo se sienten hoy, con el bebé en casa
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Muchos años antes de que se encontraran en Facebook, Gastón Pérsico y Nicolás Molina ya querían ser padres. No se conocían, pero cada uno tenía ese sueño. Era uno de los motivos por los que ambos –después se lo confiaron mutuamente- se separaban de sus parejas. En ese deseo de paternar había algo innegociable.
Este es el primer Día del Padre para ellos: Bautista nació el 20 de mayo pasado. Con su bebé de días en su casa de Río Ceballos, un pueblito de las Sierras Chicas, en Córdoba, están acostumbrándose a la rutina de a tres, a noches entrecortadas por mamaderas, pañales, algunos llantos, muchas sonrisas y otras tantas visitas de amigos y familiares, algunos incluso que hacía años no veían. Todo eso genera Bauti, como lo llaman.
En medio de esta vida nueva, aún conmovidos por el nacimiento, encuentran momentos para conversar por teléfono –uno a la vez, mientras el otro asume las tareas de cuidado. Tienen ganas de contar cómo fue el largo camino de esta gestación solidaria y de mostrar fotos del nuevo integrante de la familia, que va de brazo en brazo. Nadie se quiere perder de alzarlo.
Gastón tiene 43 años, nació en Necochea y es ingeniero agrónomo: trabaja como inspector de Senasa en Córdoba. Nicolás (35) es de Córdoba capital, estudió Ciencias Políticas en la Universidad de Binghamton, en Estados Unidos, y es project manager para el sector privado. Pese a lo que podría suponerse, tenían más temas en común de los que pensaban. Pero lo que más los conectó no fue eso.
“Cuando conocí a Gastón lo primero que nos encantó de los dos es que queríamos ser padres. Más allá de compartir gustos similares, en las primeras charlas fuimos muy transparentes y honestos en decir que queríamos armar este proyecto de familia”, cuenta Nico. “Nos potenciamos muchísimo con ese deseo”.
Gastón traía ese sueño consigo. Su última relación amorosa había concluido, más que nada, porque su pareja no quería tener hijos. Incluso –cuenta Gastón- eran tantas sus ganas que, en 2010, cuando ocurrió el terremoto en Haití se acercó al consulado de ese país para averiguar si podía adoptar algún niño sin familia. No tuvo suerte.
Siguió leyendo sobre homoparentalidades porque quería estar seguro de que una familia como la que él imaginaba le garantizara las mejores condiciones de desarrollo a un hijo o hija. Concluyó que lo importante era una búsqueda amorosa y una crianza también amorosa, por eso supo que iría tras esa familia.
Al mes de haberse conocido, Gastón y Nico se fueron a vivir juntos. Al año de eso –en 2015- se anotaron en el Registro Único de Adopción. Cada año renovaban los papeles que les pedían, pero, al cabo de 5 años, no habían recibido ni un llamado para una entrevista. “No nos convocaron para una evaluación técnica ni psicológica, nada de nada”, dice Gastón. Conocían matrimonios que hacía 10 años que esperaban y no quisieron quedarse sólo con esa opción.
En medio de este proceso la pareja iba consolidándose: en 2017 decidieron casarse (la ley de Matrimonio Igualitario está en vigencia desde 2010). La idea de ser padres crecía. Les hicieron caso a esas ganas: en 2020 empezaron a averiguar para subrogar un vientre en el exterior. Creían que el procedimiento no era legal en la Argentina. Averiguaron en varios países –se enteraron, por ejemplo, que en Ucrania se discrimina a las parejas gays: la subrogación es legal, pero solo para heterosexuales-. En medio de esa investigación les informaron que en Córdoba habían nacido niños por subrogación o alquiler de vientre.
En la Argentina también se la denomina gestación solidaria, porque no se establece legalmente una transacción comercial, sino que una mujer acepta de modo altruista gestar en su vientre. Esta técnica de fertilización asistida no tiene una ley que la enmarque en el país. Por eso se interpreta que no está prohibida sino, por el contrario, avalada por el artículo 19 de la Constitución Nacional Argentina.
Supieron que necesitarían un abogado: sólo con el aval judicial se puede inscribir luego a los recién nacidos producto de una subrogación cuando ambos padres son hombres. Lo central para determinar la filiación de los nacidos mediante el empleo de estas técnicas es la voluntad procreacional, que debe estar plasmada en el consentimiento previo, informado y libre. La voluntad procreacional es la decisión de querer llevar adelante un proyecto parental, juntamente con otra persona o bien como una familia monoparental.
El disparador de la iniciativa fue un amparo colectivo presentado a fines de 2017 por tres familias que quisieron inscribir a sus hijos. La disposición 93/17 del Registro Civil de la CABA dispone en su artículo 1 “autorizar a inscribir, en términos preventivos, los nacimientos de los menores nacidos por Técnicas de Reproducción Humana Asistida (TRHA) de alta complejidad, denominada gestación solidaria”.
Tres intentos fallidos antes de poder gestar a Bautista
No bien la pareja se decidió por la gestación solidaria, además de contratar un abogado que los guiara en lo judicial, empezó el recorrido por clínicas de fertilidad en Córdoba. También, profundizaron la búsqueda de la subrogante.
Tuvieron tres intentos fallidos con amigas que se ofrecían para cumplirles ese sueño. La primera fue Nadia, la testigo de su casamiento; con ella estuvieron varios meses, hasta que la situación se complicó por problemas familiares suyos y, también, porque su trabajo full time dificultaba el proceso.
Después surgió una oportunidad con una amiga de Nico, pero cuando le hicieron los estudios tenía un problema en el útero y diabetes.
Luego intentaron con una conocida a través de Facebook que estaba dispuesta a ayudarlos, pero llegó la pandemia y empezó con ataques de pánico que le impidieron seguir.
Finalmente, la clínica de fertilidad fue el puente para que conocieran a Daniela, la mujer que llevó adelante la gestación. Estaba apta desde el punto de vista médico y, con esa garantía, presentaron la demanda en la Justicia.
El dictamen de Gastón y Nico, con Daniela como gestante, también salió favorable. Después de ocho meses de entrevistas y evaluaciones en los Tribunales de Familia de Córdoba, la jueza autorizó a que el bebé fuera inscripto con el apellido de ambos padres.
Entonces sí avanzaron en el tratamiento. Requirieron de una donante de óvulos (con una genética similar a uno de ellos) y con el esperma del otro formaron los embriones. Luego se hizo la transferencia embrionaria a la gestante.
Allí surgió una relación de cercanía con Daniela que aún hoy, con Bautista ya en casa de sus padres, se mantiene. Gastón, Nico y Dani compartieron desde las consultas por los estudios previos para asegurarse de que ella pudiera gestar, la fecundación y el embarazo, con todos sus controles. “Asistimos a todos los turnos habidos y por haber para estar los tres al tanto de todo”, recuerda Nico.
Rememora los viajes desde Río Ceballos a Córdoba capital (está a 30 kilómetros) y a Villa del Totoral, a 80 kilómetros de Córdoba, de donde es Daniela. “La acompañamos desde lo médico, para asegurarnos que el bebé se desarrolle bien, pero también para darle la contención emocional que Dani necesitaba”, dice Gastón. Ellos comparten desde entonces un grupo de WhatsApp. Ahora, más que turnos médicos, circulan fotos de Bautista, que los enamoró a todos.
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Experto consultado: Martín Attie, médico especialista en reproducción, director médico de In Vitro Buenos Aires
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