De síntomas y expectativas
Por Agustina Ramos Mejía
Qué lindo es poder escribir sobre mi experiencia como embarazada y de ese mundo que crece adentro de una. Porque si hay algo que te crece además de un bebé, es un MUNDO completo.
Siempre miré a las embarazadas pensando que tenían sólo un poco de peso encima suyo, una piñata en el estómago y bueno, algo de cansancio y alguna que otra náusea. Critiqué sin tapujo cuando las veía caminar como patos cansados las 24 horas del día y las escuchaba desvariar una y otra vez. Hoy las miro y no hago más que observarlas, apiadarme de su estado y admirarlas. Es que hay una personita creciéndoles adentro suyo y solo pude comprenderlo una vez que lo viví.
Siempre me imaginé esplendida embarazada, llena de proyectos, saliendo y trabajando como si nada. Básicamente, viviendo la misma vida intensa que tuve siempre. Cuando decidimos buscar un hijo con Facu, mi marido, tuvimos la suerte de no tener que esperar ni un mes, pero desde el instante en que me enteré, empecé con mis primeros mareos y mucho cansancio.
Las náuseas las tenía las 24 hs. Antes iba y volvía en bici del trabajo, hacía yoga y tenía mis programas. Empecé a vomitar mañana, tarde y noche. Recuerdo querer salir de casa para ir a trabajar y no poder cruzar la puerta porque tenía que volver por segunda o tercera vez al baño. Creo que fui la embarazada que nunca quise ser. No tenía fuerzas ni para caminar dos cuadras. A veces me sentaba en el piso para esperar el ascensor. Era como si ese mundo que crecía adentro mío me estaba chupando todas mis energías, mi sonrisa, mis ganas de hacer cosas. Un día vomité en el subte volviendo del trabajo y me di cuenta de que no podía tomármelo más. Pobre gente… Y tampoco tenía fuerzas para ir en bondi, así que tuve que empezar a ir en taxi al trabajo con bolsita en mano. Si podía salir a la calle en pantuflas y con una gorra de baño puesta lo hacía. No podía importarme menos todo lo que alguna vez me había importado. Mi vida se convirtió en tratar de reclutar la poca energía que tenía para ir al trabajo. Chau sociabilidad, chau todo. Y lloraba pensando que tenía que irme a dormir y que todo volvería a ser igual al día siguiente. Nada cambiaba, tachaba los días como un preso. Seguí así hasta el cuarto mes, que me dieron reposo y me pidieron que baje un cambio ¡¿Que baje un cambio?! Para mí yo estaba en punto muerto.
Por suerte todo fue mejorando, si bien vomité hasta el octavo mes, era una vez cada diez días así que era mucho más piloteable. La energía la recuperé pero nunca como antes. Si me "zarpaba" con la comida un día, a la noche no podía dormir del dolor de panza.
Y entendí muchas cosas y aprendí otras. Aprendí que realmente no todo es como uno planea. No sé si fue mejor o peor, pero fue simplemente lo que la vida me regaló y estoy feliz por eso. Entendí que una embarazada es un mundo de sensibilidades, de emociones y de reacciones que hay que cuidar y mucho. Que existen otras mujeres que podían sentirse peor que yo o que hubieran deseado estar en mi lugar con tal de poder quedarse embarazadas y por eso siempre estuve agradecida. Tuve que aprender a soltar a la fuerza y entender que no podía llevar el mismo ritmo que llevaba antes. Ya era mamá, tenía un bebé que si bien no había nacido ya me estaba marcando el ritmo. Y pienso que por alguna razón tuve que vivirlo así. Posiblemente para bajar muchísimo el ritmo que llevaba y que hoy lo agradezco porque el cambio no fue tan brusco. Hoy Fini tiene siete meses, Facu y yo tenemos una nueva vida, y el corazón repleto de alegría. Seguimos mirando al cielo y agradeciéndole a Dios habérnosla regalado. Porque es un regalo, el más lindo de todos.
Agustina Ramos Mejía
Soy Agustina, casada, melliza y mamá primeriza de Fini. También soy hermana de 5 mujeres y 2 varones a los que amo, licenciada en Comunicación Social, amante de la moda, la naturaleza y las buenas amistades. Trabajo como consultora externa para Fundación Vida Silvestre y tengo un blog sobre moda, bebés y sustentabilidad: Lookconnected.
Por qué elegimos esta historia con panza
Todas tenemos ciertas expectativas de lo que será nuestro embarazo y muy pocas veces coinciden con lo que termina pasando. Como dice Agustina, "no todo es como uno planea", y a veces nos vemos forzadas a hacer cambios en nuestras vidas que requieren aprender a adaptarse a un nuevo cuerpo y un nuevo ritmo.
Los síntomas durante el embarazo son de lo más variados y a cada mujer le tocan más o menos. Lo que es seguro es que el cuerpo no es el mismo de siempre y nos cuesta reconocer las distintas sensaciones nuevas. A mí estos días me está agarrando bastante acidez, por ejemplo. Es algo que jamás en mi vida había experimentado, pero me enteré de que es muy común durante el tercer trimestre.
¿Alguna más tiene síntomas inesperados? Cuéntenme ¡y descarguen si tienen molestias!
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