De familia, amor y otros mitos
Sofi,
¡Increíble lo que te tocó vivir en el campeonato de surf en Jeffrey's Bay, una noticia que dio la vuelta al mundo y vos estabas justo en ese instante para verlo en directo.
Cada mañana nos levantamos con un cierto plan, con actividades agendadas y tareas cotidianas que hay que cumplir y, sin embargo, hay un punto que está fuera de nuestro control. La vida es impredecible y por eso, a mi modo de pensar y sentir, apasionante.
Tu plan era (¿simplemente?) disfrutar del espectáculo que brindan los mejores surfistas del mundo; Mick Fanning tenía en mente dejar cuerpo y alma en las olas, no enfrentar tiburones. Pero como bien relataste, en un segundo las cosas pueden cambiar.
Después del incidente, Kelly Slater dijo: "Las buenas cosas le llegan a las buenas personas, y aunque no pueda decir que esto es bueno, el resultado fue asombroso."
Sus palabras me impactaron mucho. Sucesos como estos son una metáfora de la vida. Estoy convencida de que las personas más apasionadas, las que se arriesgan por sus ideales y por lo que aman, toman mayor dimensión de su propia vulnerabilidad y del valor que tiene estar en este mundo.
Y acá en Buenos Aires, te tengo una historia que habla de hechos que no fueron del todo buenos en el pasado, pero que -como dice Slater-, alcanzaron un resultado asombroso.
Todos los parientes estamos movilizados, vulnerables. Hace un par de semanas, en uno de esos días con su cierto orden, me llegó la noticia de que íbamos a conocer una parte de la familia que nunca vi en la vida. Y así, en un segundo, cambio de planes.
Vos sabes que hace muchos años la familia de parte de papá se dividió por diferencias de pensamientos. En nuestra sangre corren dos maneras de ser muy opuestas: somos mentales y emocionales; somos letrados e ingenieros matemáticos; llevamos el deber y la bohemia. ¿Qué pasó? El amor, como en toda gran historia, tuvo mucho que ver en el destino de la familia. Pero lo cierto es que fue tal el silencio, tanto lo que se calló, que siempre resultó muy complejo distinguir qué era mito y qué era realidad en relación a los relatos que nos llegaban a nuestros oídos.
Acá, para lo que sigue, te dejo un tema que papi me cantaba antes de dormir:
Nuestro tío abuelo, un ser sensible, amó intensamente a una mujer mucho más joven, se casó con ella y se fue a vivir a México para no volver nunca. Tuvo tres hijos increíbles que son nuestros tíos, tan jóvenes que tienen nuestra edad.
Cada domingo en México, ellos se juntaban a comer asado como nosotros; la diferencia es que lo hacían de a seis -junto con la abuela-, mientras a miles de kilómetros nosotros éramos cada vez más.
El hermetismo, la aparente indiferencia, la distancia, no podían tapar una realidad: la familia se extraña aún sin conocerla. Siento que es lo que conforma nuestra identidad, lo que nos completa y nos hace comprender en un segundo quiénes somos cuando estamos perdidos.
Inspirados por sus parejas, ellos -los hijos mexicanos, la nueva generación-, fueron los que tomaron coraje y volaron las ocho horas que nos separan para mirarnos a los ojos y, casi sin necesidad de hablar, encontrar en tan sólo un instante las respuestas a miles de preguntas acalladas.
Hace apenas unos días, cuando los vi por primera vez, fue como si me encontrara con cualquiera de ustedes, mis hermanos: jamás los había visto y sin embargo los conocía.
Nos miramos con Alix, tu tía que más bien es una prima, y fue como estar ante el espejo. ¡Qué impresión, somos iguales! ¡Y estudiamos lo mismo, y nos dedicamos a lo mismo y no lo sabíamos! Todos nos parecemos tanto. Andrés y Eddie son iguales a nuestro abuelo, y a papi y nuestro tío Claudio, cuando eran chicos.
Es tanto lo que te podría contar... Nos emocionamos mucho, lloramos, nos reímos más y nos abrazamos a cada momento. Tomamos mucho vino y tequila y hablamos de los temas más sensibles de cada uno. Conversaciones que te llevan mucho esfuerzo abordar con extraños, se dieron de manera instantánea.
Los recuerdos emergieron, como aquel momento cuando, antes de morir, nuestra bisabuela tomó de la mano a nuestro papá y nuestro tío, uno a cada lado de la cama, y les hizo jurar que jamás iban a dejar que la vida y sus sinsabores los distanciara. Así lo prometieron ellos.
Claro, para ella había sido doloroso pasar una vida en la cual sus hijos no se hablaban. Con los nietos no debía repetirse.
A veces, el orgullo nos juega una muy mala pasada; a veces, el enojo nos gana en el momento y permitimos que la vida se tiña con rencores. Y a veces no reaccionamos, no nos arriesgamos, porque como decía al principio, creo que el riesgo nos hace también vulnerables.
En ciertas situaciones es necesario que el tiempo haga su propia jugada. Esos dos hermanos distanciados no pudieron dominar sus emociones en su presente. Pero en nuestro presente estamos nosotros, para aprender de la experiencia y animarnos. Claro que había algo de miedo y no sabíamos lo que íbamos a sentir, esperar.
Resulta que somos familia.
En México, nuestro tío abuelo jamás dejó las costumbres argentinas, y le enseñó a nuestro tío Andrés todos los secretos de un buen asado. ¡Queda claro que la pasión por la cocina es algo que también corre en la sangre!
Este último domingo él nos agasajó con una comida increíble. Un domingo de asado como muchos de los domingos de nuestras vidas. Pero esta vez, juntos.
En este viaje ellos dejaron de ser aquellos seis.
Y con nuestra sobri en tu pancita, pronto vamos a ser más.
Te quiero,
Cari
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