Darío Sztajnszrajber: "Está bueno sostener una popularización de la creatividad"
¿De qué hablamos cuando hablamos de creatividad? Decimos "creativo" ¿y a quiénes nos imaginamos? ¿Todos somos creativos o la creatividad es un don de un puñado de seres humanos?
Para contestar éstas y otras preguntas, nos juntamos a charlar con Darío Stajnszrajber, filósofo y profesor, en esta segunda entrega de "¿Cómo crean los que crean?".
-Empecemos por lo primero, ¿cómo definirías la creatividad?
-Yo entiendo que la creatividad tiene que ver con la transformación incesante y permanente de lo que hay. O sea, para mí tiene que ver con la reinvención y casi nunca con la creación desde la nada.
-¿Todos los seres humanos somos creativos o sólo algunos nacen con esta capacidad? ¿Qué pensás?
-Sí, claramente. Todos los seres humanos nacen con la capacidad creativa. Hay una diferencia en todo caso que tiene que ver con una cuestión más profesional, de posibilidad que otra cosa. O sea, es creativo el que cocina, es creativo el que maneja un taxi, es creativo un filósofo o un artista. La creatividad, como decíamos, tiene que ver con esas modulaciones o transformaciones frente a una rutina preestablecida... Estamos acostumbrados a asociar la creatividad con los grandes genios o inventores o artistas, pero lo interesante es cómo ser creativo en las pequeñas cosas, en dar una clase, en escribir una nota, en cambiarles los pañales a los chicos. Está bueno sostener una popularización de la creatividad y no restringirla netamente a una clase, a una especie de aristocracia creativa, que en realidad es una de las tantas formas de separación en clases, de marcar diferencias donde no las hay.
-"La escuela mata la creatividad" es el título de una de las charlas más conocidas del educador Ken Robinson, en la que acusa al paradigma del sistema educativo de ser el principal responsable de que la mayoría de la gente no se reconozca creativa. ¿Cuán importante es para vos, como padre y docente, hacerla ejercitar?
-Es paradójico el lugar de las instituciones escolares en relación a lo creativo. Toda institución, por normativa, es conservadora, busca sostener un estado de cosas, mientras que la creatividad supone básicamente un ejercicio de transgresión. Entonces, ¿cómo pensar una escuela que al mismo tiempo promueva la transgresión pero normativamente normalice, institucionalice conciencias? Los que abogamos por una educación emancipatoria, crítica, sabemos que nos la tenemos que ver con esas oscilaciones, con que al mismo tiempo que promovés la creatividad, tenés que tomar un examen... Pero bueno, podés tomar un examen creativo y sin caer en ninguno de los dos polos de esa falsa dicotomía, generar un espíritu creativo desde la norma.
-¿Identificás algún gran enemigo en esta tarea?
-Obviamente todo lo que obture la posibilidad de creatividad es negativo, sobre todo la rutina, la burocracia, la repetición de ciertos conceptos, hacer las cosas bien. La Historia muestra que los grandes creativos no son los que se ajustaron a las reglas, sino justamente los que, por algún motivo, las transgredieron o se pelearon con ellas. Hay que encontrar ese lugar de tensión creativa, la promoción de aquello que Nietzsche llamaba "un espíritu libre", sin que eso implique caer en la locura y en lo contrario, que también es negativo.
-¿Qué valor tiene el error en la creatividad?
-Es muy difícil pensar que una creación esté "equivocada". A mí me cuesta mucho pensar en términos de error en relación a la creatividad porque se supone que el éxito o error de la propuesta no tiene que ver con la propuesta en sí misma, sino con cómo después se plasma en su recepción.
-¿Y qué no aconsejarías jamás a otros padres o docentes en relación a sus hijos o alumnos?
-No está nada bueno insistir en que el chico sea creativo. Esa presión termina incurriendo en lo mismo que criticábamos antes: la repetición de lo creativo no tiene nada de creativa.
-A vos en particular, ¿qué te inspira? ¿Hay alguna situación que te ayude a escribir? ¿Caminar, darte una ducha, por ejemplo?
-Yo no creo en la inspiración como un acto epifánico, que te toma. Para mí, más que inspiración mágica, lo que hay es trabajo. Yo me siento en la computadora y escribo, escribo, escribo, escribo. Tengo que encontrar el deseo de escribir, a veces no lo encuentro, entonces casi mecánicamente escribo, incluso en contra del deseo. Y de todo lo que escribo casi con todo me peleo y bueno, con algo no, algo queda.
-¿Todo proceso creativo tiene un momento de crisis? (Pregunta fija de esta sección).
-Sí, obvio. Ojalá uno de primera saque aquello que quiere escribir o aquello que quiere generar, pero te lleva mucho tiempo. Uno va bocetando. Uno boceta y boceta, y no es que en el medio de los bocetos uno encuentra el verdadero. No hay una verdad en la creación. Hay ensayos. Y uno de esos ensayos conjura una serie de variables que lo hacen ser el elegido. En lo que no creo es en la mitología del creador o escritor que tiene un momento en el que no le sale nada y se flagela. Cuando a mí cuando no me sale nada, me pongo a mirar fútbol. O me voy a cocinar o le doy besos a mis hijos. No lo vivo con pesimismo. Si no le faltaría el respeto a cualquier otro laburo. El pizzero no puede darse el lujo de decir: "hoy no estoy inspirado, no te hago la pizza".
-¿Y cuán importante para vos es divertirte con tu trabajo?
-No sé si la palabra sería "divertirte".
-¿Entusiasmarte?
-La palabra "entusiasmo" me gusta. Uno busca realizarse, busca sentirse prendido, erotizado por el laburo, enamorado del trabajo.
-De ese en particular que vos elegiste. Si no, ¿por qué no estás haciendo pizza en lugar de filosofía?
-Y porque me sale más fácil.
-Te sale fácil pero también te gusta, ¿o no?
-Sí, pero te gusta lo que te sale fácil. A mí en el colegio me gustaban las materias en las que me iba muy bien. O te pega al revés... Pero no creo en una concepción esencialista de la vocación, del estilo "encontré lo que me gusta", porque el gusto es social también, es construido. Si yo hubiese nacido en otro contexto, no sé si me hubiera dedicado a esto. No lo sé. Obviamente me entusiasmo mucho con lo que hago, me encanta estar haciendo filosofía y no otras cosas, pero incluso te diría que el 90 por ciento de las actividades que tengo que hacer desde la filosofía no son las que hubiera elegido, porque no dejo de vivir en una sociedad capitalista donde uno tiene que trabajar, y mejor trabajar con aquello con lo que uno se realiza... Ahora, si fuera por mí, hoy yo estaría en la playa escribiendo un libro, y el libro que se me canta y no el que me piden. Y no es así, doy clases, hago cursos, estoy en diferentes lugares, todas cosas que tienen que ver con una profesión. Me parece que lo importante en este caso es saber lidiar con el no-entusiasmo, porque cuando hay entusiasmo, bueno, todo fluye, pero cuando no lo hay, ahí se ve la fibra. Nadie debería notar qué programa yo hice a gusto y qué programa no. Si vos lográs eso, le encontrás la vuelta, o como se dice en el mundillo, tenés oficio.
-Gracias, Darío.
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