Cuando el mármol se hace arte
En unas 25 hectáreas de la Barra de Maldonado, el escultor Pablo Atchugarry montó un museo-fundación que es ideal para pasar un día distinto en Punta del Este
Enormes bloques de mármol, de siete, ocho metros y más también, y de hasta 40 toneladas, de pie o acostados. Es lo primero que impacta apenas se ingresa en este predio de unas 25 hectáreas, en el kilómetro 4,5 de la ruta 104, en Barra de Maldonado, donde el arte compite mano a mano con una naturaleza exultante. Pero no hablemos de vencedores ni vencidos, sino de un amigable empate.
El mentor de este museo-fundación es Pablo Atchugarry, que divide sus meses entre su casa uruguaya, en este predio, e Italia, donde también vive y trabaja, y donde elige en distintas canteras y en persona esos enormes bloques de piedra, como quien clasifica el tesoro más preciado. Bloques que, en algún punto, pese a sus casi dos metros, lo empequeñecen cuando decide abordarlos con su talento y herramientas.
Él no está, pero la que sí se asoma a una de las modernas salas para darnos la bienvenida es Silvana Neme, directora de la fundación que lleva el nombre de su marido, creada en 2007 y sin fines de lucro. ¿Su meta? dar a conocer no sólo la obra de Pablo, sino también la de artistas emergentes, con exposiciones anuales, y de maestros consagrados, sobre todo en verano.
Pero, además, desde esta institución se lleva adelante un intenso programa de educación artística anual dirigido a los alumnos de las escuelas públicas rurales de Maldonado. Todo es gratuito, desde el ingreso a la fundación-museo hasta cada una de sus actividades, que son muchas.
"Cada verano transitan por aquí más de 200.000 visitantes en busca de un encuentro con el arte en un ámbito amigable con la naturaleza", explica Silvana, muy cerca del taller de su esposo, desde donde se observa, a lo lejos, la casa que comparten, entre las copas de árboles centenarios.
Como es costumbre, este mes y el próximo se realizarán distintas muestras y conciertos al atardecer, en el auditorio al aire libre, con música para todos los gustos.
Está claro que hasta aquí se debe llegar con tiempo suficiente, dejar de lado el ritmo a veces intenso que impone la playa y disfrutar tanto de ese manto verde y de esa arboleda añosa, como de las esculturas, que juegan armoniosamente con la naturaleza.
Más allá de la posibilidad cierta de ver a Atchugarry en acción, dando forma a esos enormes bloques de piedra caliza, el museo vale la pena: cuenta con tres salas en las que se exhibe medio centenar de obras, y 25 hectáreas de parque, con lago incluido, donde se distribuyen y destacan unas 50 esculturas, de gran porte, realizadas por artistas brasileños, italianos y alemanes, entre otros.
También cuenta con un auditorio, un restaurante, un salón didáctico, donde se brindan clases de arte, estacionamiento y helipuerto.
"Pablo elige personalmente y trae el mármol directamente desde Europa. A veces son bloques semielaborados, otras veces la piedra en bruto. La logística es muy importante, incluye maquinaria de gran porte para movilizar esas moles. ¿Cómo trabaja? Dibuja directamente sobre la piedra, que luego va esculpiendo con paciencia asombrosa", explica Silvana.
Mármol blanco, mármol gris de Bardiglio (Italia), rosado de Portugal o negro de Bélgica (cada vez más difícil de conseguir) son los más usados por el renombrado escultor uruguayo, que también trabaja, aunque con menos frecuencia, la madera, el bronce, el hierro, el cemento y el acero inoxidable.
Elección de vida
Los Atchugarry son de Montevideo, pero en 2005 decidieron cambiar de vida y se radicaron en este parque. En principio, la idea fue tener una casa-taller para vivir, disfrutar y trabajar durante el invierno europeo. Y también para estar más cerca de la familia. Sin embargo, con el tiempo, se fueron sumando otros proyectos, uno tras otro, hasta llegar a un presente cargado de actividades.
Silvana se ríe cuando define todo esto como "Pablolandia" y está convencida de que todavía resta más. "Pablo empezó a construir cada vez más espacios, que fueron trascendiendo su obra hasta convertir esta iniciativa en una gran movida, que se fue irradiando a otras instituciones culturales de Maldonado y del país", asegura. Y sigue: "La gente suele traer mate, cosas ricas, y se pasa todo el día. Siempre hay actividades, música, presentaciones de libros, conferencias. Es mucho más que un sitio de exposiciones".
Hace unos años, Silvana ayudaba a su marido a pulir las obras. Una tarea que Pablo, de 59 años, suele delegar ahora a tres asistentes. Y si bien sus inicios fueron con la pintura, que nunca abandonó por completo, lo escultórico siempre estuvo, pero comenzó a vislumbrarse con más fuerza en aquellas pinturas de los años setenta. Una disciplina que no pudo esperar más allá de 1979, cuando realizó su primera escultura en mármol.
Formatos monumentales, verticalidad, abstracción, varios pliegues, curvas y espacios abiertos son una marca registrada en su obra, que se paseó por Nueva York, París, Buenos Aires, Madrid, San Pablo y Abu Dhabi, entre muchas otras ciudades.
Pero al margen del reconocimiento sin fronteras, Atchugarry siente el llamado de la ayuda social. Sin ir muy lejos, en noviembre pasado, una de sus esculturas, en mármol y de sólo 70 centímetros de altura, fue subastada en Nueva York con fines solidarios. Finalmente, los 60.000 dólares obtenidos fueron destinados a la entidad Reaching U, que promueve la educación entre niños y jóvenes uruguayos de bajos recursos.
Es que los jóvenes son parte central en la tarea del escultor, que entiende el arte como "una expresión interior profunda, donde pasado y futuro se funden creando una plataforma para el vuelo de las nuevas generaciones".ß
Datos útiles
Cómo llegar: Fundación Pablo Atchugarry, ruta 104, km 4,5, Barra de Maldonado. Entrada, gratuita. www.fundacionpabloatchugarry.org
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