¿Cuáles son los trámites para el cambio de género en Argentina? Frustración, tristeza y esperanza, Laura lleva meses de espera
Laura Luque lleva meses de trámites, pero sabe que vale la pena cada vez que ve su nombre en un documento oficial
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“Para una persona trans no hay ninguna ponderación que hacer. Es un tema de ser feliz con vos misma, y hay pocas oportunidades de ser feliz con vos misma”. Laura Alejandra Luque tiene 52 años y en medio de la pandemia decidió emprender su transición, primero clínica y después legalmente. Para esta analista de sistemas -que todo lo analiza- fue un proceso largo que tomó muchos años; en sus propias palabras “una fantasía”, al menos, hasta que se promulgó la Ley de Identidad de Género (el 24 de mayo de 2012) y sintió que las cosas podían empezar a cambiar.
“Lo último que me pasó fue, realmente, perderle el miedo a perder cosas. Es decir, a perder amistades, a perder el trabajo… Yo tuve mucha suerte, pero esa suerte la pagué de otra forma”. Laura es consciente de sus ‘privilegios’. Tiene una carrera, un trabajo profesional y el apoyo de sus colegas, familia y amigos. Entiende que las chicas y chicos que transicionan a temprana edad se exponen de otra manera y muchas puertas se le cierran de entrada: los echan de sus casas, no tienen el debido acceso a la educación ni a la salud, mucho menos una red de contención. Por eso se estima que el promedio de vida de una persona trans en Argentina no supera los 40 años. Ella, como remarca, tuvo suerte, pero “el precio que pagué fue la frustración de no haberlo hecho antes, de haber vivido oculta un montón de tiempo”.
Para Laura y su entorno fue un aprendizaje conjunto, pero en el ámbito laboral no había protocolos establecidos sobre el cambio de género y, a pesar de las buenas intenciones de la empresa, muchas cuestiones se relacionaban directamente con la identidad legal. Las credenciales, los accesos de seguridad todavía figuraban bajo su ‘nombre muerto’: “El nombre con el que te bautizaron, no el que vos elegís una vez que tansicionás”, aclara.
“Me costó tanto sacarlo de mi vida que, cuanto menos lo menciono, mejor. No me representa como persona. Tu nombre muerto también representa una vida en la que no eras feliz, no era tu vida”, Laura Luque
Una transición que no admite cronograma
Como persona súper racional y ordenada, Laura armó su propio plan de transición… “y después la vida te lo tira todo por la cabeza”. Su hermana menor fue la primera con la que compartió sus miedos y sus ganas, una charla cargada de identidad que replicó con sus mejores amigos, muchos de los cuales no se sorprendieron para nada. Estaba “preparada para hacer el duelo si alguna amistad se llegaba a caer”, pero todos la aceptaron y la acompañaron en el proceso, demasiado estresante y pesado para recorrerlo en solitario.
La transición clínica implica hormonización, en el caso de las mujeres trans dos tipos de hormonas: un supresor de andrógenos y testosterona y un estrógeno. Depende de cada persona, su estado de salud, su edad, y los riesgos están ligados a contraer cáncer de mama, osteoporosis o algún coagulo, los mismos a los que son propensas las mujeres cis. “Pasás por una segunda pubertad, que es insoportable, porque tu cuerpo cambia físicamente”.
Por recomendación de un amigo, Laura arrancó consultando con una endocrinóloga a través de la Fundación Huésped, donde tienen un programa de asistencia a personas trans. Los remedios se los cubre la prepaga -es un tratamiento crónico como la diabetes-, una de las prestaciones mínimas obligatorias amparada por la ley, y cada tres meses se hace análisis clínicos completos para chequear que todo esté bien.
“Fueron varios meses de adaptación a los cambios del cuerpo y decidí salir a visibilizarme. Es como decimos las personas trans, porque no salimos del armario, nos visibilizamos, ya que una vez que te visibilizaste no hay forma de volver para atrás”, Laura Luque
Laura tenía pensado hacer la transición legal con mayor tranquilidad, pero las complicaciones en el trabajo con la ART (que depende de la AFIP) la obligaron a agilizar los trámites. Trámites, en plural, para acceder a su nuevo documento nacional de identidad.
Con casi un año de tratamiento y la pospademia más normalizada, en octubre de 2021 dio el paso inaugural: rectificar su partida de nacimiento. Primer viaje al Registro Civil (en CABA) donde la anotaron al nacer, con partida de nacimiento original certificada en mano -si la perdiste, el Gobierno de la Ciudad te la provee-, y un turno para volver 15 días después. “Ante escribano decís: bueno, ahora mi nombre es Laura Alejandra, género femenino”. Esta nueva partida de nacimiento es la única válida a todos los efectos. La vieja no se destruye, pero nadie puede acceder a ella, salvo por orden de un juez en una situación extraordinaria.
Próximo paso, pedir turno en el Registro Nacional de las Personas (Renaper) para tramitar su nuevo DNI (obviamente, el número no cambia). Acá, Laura vuelve a insistir en su suerte. Ella solo tuvo que esperar dos meses, mientras que el promedio marca alrededor de seis. La entrega del plástico tardó un poco más -otros dos meses y medio-, complicaciones de logística, materiales y la mismísima pandemia que les dio la excusa perfecta a los organismos del gobierno.
Con su flamante DNI, Laura ya podía dirigirse al ANSES y comenzar los trámites que obstaculizaban su trabajo diario y otras trabas que todavía siguen sin solución, ya que su CUIT no está asociado a su nombre, lo que no permite, entre otras cosas, que pueda utilizar sus tarjetas de crédito y débito. “Lo que es corrección de datos es relativamente rápido, el problema son los turnos”, asegura mientras espera otros tres meses para volver al ANSES, ya que el día que fue no tenían sistema y no pudieron darle la constancia requerida para seguir el papeleo; y especula que su paso por la AFIP (tiene que presentar una declaración jurada y registrar su firma) va a tomar otros 90 días.
“No hay ningún mecanismo a nivel Registro Nacional de las Personas que dispare cambios automáticamente. Lo lógico sería que si yo cambio mi género en el Renaper, eso se replica en las demás reparticiones públicas”. Lamentablemente, la burocracia no lo permite y a 10 años de la ley los organismos todavía siguen rezagados.
Laura lo pudo comprobar con la vacunación, que comenzó antes de cambiar su DNI, por eso las primeras dosis figuran con su nombre muerto. Después de varias idas y vueltas, desde la aplicación Mi Argentina hicieron el ajuste para que figure vacunada ante el Ministerio de Salud, pero el GCBA no tiene dicho registro y “la cuarta dosis es para Montoto”.
Haciendo cálculos, Laura estima (con suerte) que va a tener todos sus papeles en orden para agosto/septiembre de este año. Sus prioridades son ANSES (“son mis aportes jubilatorios”) y AFIP (“es la ART, mi historia laboral, mis impuestos pagados”) y los bancos. En este momento se sigue manejando con medios de pago electrónicos alternativos que, asegura, le salvaron la vida. “Me solucionaron problemas que no imaginaba que iba a tener, lamentablemente. Es un bajón y es medio humillante”.
En todo este proceso, Laura no tuvo ninguna mala experiencia con las reparticiones públicas: “Vayan tranquilos porque, a lo sumo, se van a encontrar con una actitud distante, pero también te puede pasar siendo cis”. La clave es armarse de paciencia y estar preparado ante actitudes menos amistosas.
“Como somos un grupo muy chiquito nos aferramos al micro mundo de lo que nos pasa, entonces tenemos muchas historias de terror para contarnos entre nosotras. El DNI es la prueba de que la ley te ampara. Por lo menos tenés otra herramienta”, Laura Luque
“El DNI es un gran validador”
Cuando fue a rectificar su partida de nacimiento se dio cuenta que nunca había firmado con su nombre. “Yo no tenía firma como Laura, firmé la declaración jurada con una firma casi infantil”. Después de muchos garabatos de práctica, encontró la que mejor se ajustaba a su identidad, uno de esos tantos momentos emotivos a lo largo de su transición.
Laura no quiere ponerse sensible, pero admite que cuando llegó finalmente la partida por correo no se pudo contener al ver su nombre en un documento oficial por primera vez. Lo mismo ocurrió cuando fue a buscar el DNI: “Ahí sí lloré, ahí lloré fuerte. Un poco por emoción y un poco por la frustración de esperar tanto y ahora tenerlo en la mano… y las hormonas”.
“Son esas cosas súper cotidianas que vos das por sentadas, pero que hacen a tu identidad. Yo entiendo que a mucha gente le resulta difícil entendernos, cómo funcionamos, por qué hacemos lo que hacemos, por qué nos sometemos a un tratamiento, por qué queremos ser nosotras; y cualquier cosa que valide eso a vos te emociona. El DNI es un gran validador, un ticket con tu nombre es un gran validador”.
Consejos útiles de Laura Luque
- “Tené paciencia, las cosas salen. Nadie te va a tratar mal. Estás haciendo algo que es tu derecho. La mala cara se acaba cuando ponés la ley por delante y le decís: esto es tu obligación”.
- “Hacé el trámite de la partida de nacimiento, el DNI y después AFIP y ANSES. Armate de paciencia con todas las reparticiones públicas con las que vas a interactuar porque los tiempos son largos. Son tan largos como lo son para todo el mundo, pero no para nuestra ansiedad. Porque una vez que elegís un camino en la vida, y esto creo que aplica a cualquier persona, querés que empiece todo bien y rápido”.
- “Una vez que tengas en orden ANSES y AFIP, ahí peleate con todas las empresas privadas que quieras. Andá a los bancos, hacé los trámites para que tus medios de pago y todo lo demás tenga tu nombre”.
- “Planificá por adelantado la posibilidad de que no puedas usar tus medios de pago habituales por un tiempo y la única opción sea el efectivo”.
Programa de asistencia a personas trans de Fundación Huésped.
Defensoría LGBT de la Ciudad de Buenos Aires.
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