¿Cuál es el origen del corpiño?
El ítem que resume la historia de la moda y de la mujer.
Si tenemos que nombrar UN ítem de ropa inherentemente femenino, la respuesta es rápida: el corpiño. La historia nos muestra que esta prenda acompañó a las mujeres desde los primeros días y, acaso por eso mismo, los cambios en su morfología, sus materiales y su funcionalidad son coherentes con el progreso femenino. Del corsé con varillas de acero a la tendencia braless, ¡hemos recorrido un largo camino!
Pero, en este recorrido por la historia,debemos reconocer que adonde va la moda va la ropa interior. Y así es como, de prenda que se supone pero no se ve, el corpiño pasó a ser un objeto más del atuendo femenino, tan importante como los zapatos o los aros. Y, como ellos, se elige con amor y se muestra sin tapujos.
El fenómeno Victoria’s Secret fue clave en esta evolución. La empresa nació en San Francisco en 1977 por iniciativa de Roy Raymond, un marido enamorado que un día quiso regalarle a su mujer un conjunto sexy y no lo encontró en el mercado. Dicen que para crear la marca, Raymond se imaginó un toilette de madera oscura, lleno de frasquitos de perfume de vidrio biselado y con cajones pesados donde se guardaban los secretos, como en la era victoriana.
Antes y después del corsé
Fue la reina consorte Catalina de Médici quien impuso el uso del corsé en la corte de Francia. De personalidad fría y modales elegantes, era de esperar que bajo su mandato surgiera esta prenda carcelaria. El corsé te garantizaba una cintura de avispa, pero a costa de varillas de hierro que se ajustaban con lazos a la cintura. A fines del 1800, la modista francesa Herminie Cadolle dividió el corsé en dos y así, voilá, nació el corpiño moderno, que al principio se llamaba corselet gorge: “corsé para el busto”. Luego llegó el modelo de Mary Phelps Jacob, en 1914. Este era un corpiño mucho más cómodo, hecho con una suerte de pañuelos y tiras; sin embargo, no se destacaba por modelar la figura. Y fue entonces cuando aparecieron las tazas, los aros y el famoso estilo bullet (“bala” en inglés) de los años 40 y 50. Popularizado por Marilyn Monroe, Jane Russell y Jane Mansfield, entre otras actrices de Hollywood, era un modelo que daba la apariencia de tener muchas más lolas de las que se tenía.
Todo vuelve, mejor
La década del 60 se caracterizó por las protestas que consagraron el corpiño como un símbolo de la opresión femenina. Para reforzarlo, el diseñador Rudi Gernreich creó el “no bra” (el “no corpiño”), una versión de la prenda en una tela súper ligera. Pero todo vuelve. ¿Se acuerdan del modelo tipo torpedo que Jean-Paul Gaultier le diseñó a Madonna para su Blond Ambition Tour? Súper provocador, el infame corpiño de la Reina del Pop generó escándalo. Fue en los 90, con el boom del wonderbra y el push-up, diseñados para modelar el escote perfecto.
Vivimos en una era en que el uso del corpiño se define por su no uso. Basta de push-ups, de aros y de relleno: la idea es atrevernos a vivir más al natural. Sin duda, el movimiento #freethe- nipple (liberá el pezón), con Rihanna, Selena Gomez y Bella Hadid a la cabeza, tuvo bastante que ver en esto. El mensaje detrás de la tendencia es todo lo opuesto a una insinuación: re- velemos los pechos para desnudarlos de cualquier connotación sexual.
Cómo abrazar tu Rihanna interior
La moda braless es más cómoda para salir de noche que para llevar a la oficina, porque se trata de hacerlo evidente. Va bien:
- Con un body semitransparente o de encaje.
- Con una camisa desabotonada uno o dos botones más de lo habitual.
- Con un collar bien largo.
- Con un suéter o un top con escote en V pronunciado.
- Con un vestido de escote halter.
- Si tenés bastantes tetas, un crop top o una musculosa te van a ayudar a sostener.
Lo nuevo
El nuevo milenio se caracteriza por la experimentación con nuevos materiales. Tenemos, por ejemplo, el NuBra, un set de copas de silicona autoadhesiva que te permite llevar vestidos o tops con espalda abierta. O el Smart Memory Bra, un corpiño hecho con espuma que reacciona a los cambios de temperatura y se adapta al cuerpo de cada mujer.
Maquilló y peinó Belén Sanz para Vardo Management. Agradecemos a Le Bambolé por su colaboración en esta nota.
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