Crisis de pareja: cómo saber si tenés que terminar o continuar con tu relación
Domingo a la noche, termina el finde y nos damos cuenta de que lo único que queremos es que llegue el lunes para volver a trabajar. En casa el aire se corta con cuchillo, no conseguimos ponernos de acuerdo en nada y hasta un "pasame la sal" puede devenir en batalla campal. ¿Te suena? Quizá sí. Porque después de un par de años de relación, más tarde o más temprano, a casi todas las parejas les golpea la puerta una crisis. ¿Cómo atravesarla?. Veamos:
Perder el "nosotros"
Al comenzar una pareja, dejamos lo individual para ir en busca de algo común en donde la suma de nuestras partes nos potencie y nos ayude a crecer. Claro, la teoría suena divina, pero en el día a día es uno de los desafíos más grandes que nos toque atravesar. Porque queremos certezas ("que nos amemos para siempre", "que me respete", "que sea buen padre", "que se lleve bien con mis amigas", uffffff...) y no las tendremos y porque solemos querer el control y eso es algo que (¡por suerte!) tampoco vamos a lograr. Porque la vida es movimiento y cambio permanente, porque no somos las mismas que hace un par de momentos ni, mucho menos, que años atrás... ¿Entonces? ¿Qué hacer con la ilusión que diseñamos juntos el día en que nos conocimos? ¿Cómo seguir adelante con ese proyecto si en la realidad de los que somos hoy no está pudiendo encajar?
Surfear la incertidumbre
Damos vueltas y vueltas y vueltas. Nos alientan los pros, desaniman los contras, y tenemos que respirar hondo si imaginamos los efectos colaterales que podríamos generar. Y sí, tomar la decisión es algo así como hacer las valijas para un viaje incierto. Mientras tanto, ¿qué hacemos? Claro que podemos seguir remando, observando qué nos pasa y qué sentimos, apostando a que la tormenta sea tan solo pasajera. Porque hasta que no hayamos tomado la decisión, todo sigue siendo posible y la ilusión se sostiene igual. Y tal cosa puede superarse, y tal otra puede cambiar, y aquello que nos desvela puede desaparecer y a veces nos sorprendemos pensando "pero si así no estamos TAN mal...". No des explicaciones. Ni siquiera a vos misma. Los tiempos del "hasta aquí llegué" son íntimos, personales, nacen de un lugar muy profundo y no tengas dudas de que en el momento en que te pase, lo vas a saber identificar.
¿Por qué sostenemos?
Un buen ejercicio para hacer en silencio es preguntarnos qué hay debajo de la elección de seguir remando.
1. ¿Por los chicos?: cuando hay hijos en la pareja, sentimos que, separándonos, seríamos responsables de causarles sufrimiento y dolor, pero... ¿nos cuestionamos en algún momento si así ellos están bien?
2. ¿Para no desarmar la familia?: porque nos enseñaron que lo más importante es la unión familiar. Tranquila, todas cargamos con chips ajenos o heredados. Lo fundamental es revisar y reelegir. La vida pasa rápido. Que nada que no sea una elección tuya te impida disfrutar.
3. ¿Por motivos económicos?: va a ser más complicado, vamos a tener que renunciar a algunas cosas, limitarnos en otras, quizás aumentar la carga de trabajo y ni hablar del tedioso camino de las cuotas alimentarias y negociaciones legales, en el caso de que haya hijos en común. Pero si no somos felices..., ¿cuánto vale nuestra libertad?
4. ¿Para sostener un nivel de vida?: la foto de Instagram puede ser divina, de fondo se ve un cielo azul, vacaciones y mar. Idílico por donde se lo mire..., siempre y cuando sea sincero y real. Si es tan solo una pose para las redes, mejor sacarle el filtro y ver la foto tal como es.
5. ¿Por los amigos y la vida social?: ¿qué pasa con los "amigos gananciales"? Aquellos que fuimos conociendo juntos, en viajes, mudanzas, en el cole de los chicos... ¿En algún lado se explica cómo lidiar con la división de afectos? Al principio va a ser complicado, pero cada relación y cada persona ocupará de a poco un nuevo lugar, y no tengas dudas de que los que valgan la pena se van a quedar.
6. ¿Para no enfrentar a los demás?: uff... Uno de los peores efectos colaterales de este tipo de movidas es sentirte obligada a dar explicaciones. Porque todos van a querer saber e indagar, muchos van a sentirse con derecho a ser informados y otros te van a interpelar. Si llega a pasarte, te recomendamos tener un speech pensado, contar lo que creas suficiente, compartir tu intimidad solo con los que elijas y poner límites a aquellos que preguntan de más.
7. ¿Porque tenemos miedo?: de lo que viene, de lo que queda, de cambiar de vida, de dejar lo conocido, de soltar. La lista de miedos suele ser infinita. Cuando este sentimiento te tome, respirá, dejalo pasar, conectate con el presente y recordá que las certezas no existen y que detrás de esa muralla de temores está tu poder personal y tu libertad.
8. ¿Porque la otra persona no quiere separarse?: cuando uno de los dos quiere seguir intentando, la cosa se pone difícil y la puerta de salida se angosta. Y nos da culpa, y remordimiento, y nos sentimos mal porque no queremos que la otra persona sufra. La culpa nunca es buena consejera, todas las relaciones son 50/50 y lo importante es, siempre, priorizar el respeto por las decisiones del otro, la individualidad de cada uno y, sobre todo, el buen amor.
9. ¿Porque no sabríamos por dónde empezar?: mmm, bueno, si este es tu tema, entonces, malas noticias porque: ¡nunca se sabe! Por dónde empezar, ni seguir, ni terminar. En estos procesos no hay manuales, como tampoco hay una cronología ni un tiempo, ni nada que de afuera te pueda ordenar. Pero lo que sí hay es sentido común y, sobre todo, mucho amor: hacia la historia, los años compartidos y todo lo construido en sociedad.
¿Y si hay una oportunidad?
Si, como un árbol fuerte, las raíces de nuestra relación están bien plantadas, seguramente la estructura resista y pasada la tormenta podamos volver a empezar. Por eso, no dejes de intentar reconstruir la relación si todavía:
Extrañás: lo que compartían, lo que solían ser.
Hay atracción sexual: aún te gusta, lo mirás y sentís que, más allá del momento que están pasando, volverías a elegirlo.
Tienen proyectos juntos: comparten un plan de vida que te hace feliz y te entusiasma.
Los dos están dispuestos a remar: y a empujar para el mismo lado, hablando, revisando, haciéndose cargo de por qué llegaron a ese lugar.
Sienten que, más allá de todo, hay amor de verdad: pueden ir, venir, alejarse y acercarse, pero si todavía hay amor del bueno, sea lo que sea lo podrán superar.
Entonces..., ¿cuál es el límite?
La pregunta clave parecería ser esa. Y también: ¿cómo darse cuenta?, ¿cómo identificar?, ¿cómo saber finalmente cuándo actuar? La realidad es que nadie más que una misma conoce ese borde, que es absolutamente personal. Un límite al cual nos vamos acercando despacito, con el que fantaseamos muchas veces e imaginamos otras miles, pero que nunca nos atrevemos a cruzar. Y puede ser que nunca lleguemos a hacerlo, que nuestro vínculo sea más fuerte y la podamos surfear. Y si ese es el caso, ¡festejemos!, porque, sin dudas, el resultado será positivo y habremos salido fortalecidos.
Pero, si no tenemos tanta suerte, si sentimos que no podemos más, si una luz roja se prende y nos marca la presencia de peligro para nuestra alma y felicidad, entonces paremos. Y es en ese momento que la decisión baja fuerte y clara, que no dudamos y que, tomando todos los riesgos, asumimos que la vida es incierta y que nunca podremos controlar lo que va a pasar. Porque las crisis de pareja no tienen solución sino desarrollo y porque si la decisión llega a ser separarnos, siempre podremos tener un vínculo saludable y elegir un futuro que honre lo que fuimos y en el cual nos podamos respetar. Un camino en el que recuperemos el brillo perdido y nuestras versiones florezcan.
Expertas consultadas: Inés Dates, nuestra psicóloga. Claudia Kaltakian, psicóloga, sexóloga, especialista en parejas y orientación familiar.
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