Cosas insospechadas que hacemos los lectores para leer todo lo posible
Entre varias costumbres extraordinarias de los adictos a la lectura, ejercitamos el mañanero, practicamos el amor libre y somos expertos en detectar la parada exacta en la que debemos bajar del subte sin pasarnos de estación
No es tan sencillo poder leer todo, cuando y cuanto queremos. Entre el precio de los libros cada vez más desalentador, la inabordable cantidad de títulos y autores nuevos que salen todos los meses, las agendas personales, el trabajo, las responsabilidades y a veces la falta de amigos con quienes compartir una charla sobre esos libros que nos interesan a nosotros pero que a ellos tal vez no, esta pasión por la lectura a veces puede volverse algo más difícil que enamorarse.
Tal vez, habría que hacer un Tinder de lectores, anotarse en Google Reads, o pasar más seguido por este mismo Club de Lectura Ohlala! que ya tiene más de tres años con presencia casi perfecta de varios de ustedes desde el primer día.
O quizá, el secreto para poder leer todo lo que uno quiere -corrijo, quisiera - está en agarrar lo que a uno le gusta y entrarle sin preámbulos, como se le entra a un rico plato de comida o se va al cine a ver cualquier película solo por el placer de participar del ritual.
Lo real es que los lectores a veces adoptamos costumbres que a los ojos de los demás pueden parecer extrañas, incluso desquiciadas, sólo por conseguir momentos y espacios de lectura.
¿Qué cosas alejadas de nuestra situación de lectura ideal tenemos que hacer para poder leer todo lo que queremos? Veamos algunas:
El mañanero
La mayoría de la gente tiene la costumbre de leer de noche, como forma de relajarse antes de ir a dormir. Pero este hábito tiene un lado negativo: uno se queda dormido con el libro en la mano. Eso, en el mejor de los casos, porque si la historia es muy atrapante podemos terminar pasando la noche vela leyendo hasta que suene el despertador y ¡ops! es el momento de meterse en la ducha y preparare para arrancar el día.
Por eso, los espíritus entrenados hemos descubierto que uno de los mejores momentos para leer es por la mañana, en esas horas previas a que la casa despierte, cuando todos duermen y todavía reina el silencio. Un buen café, un desayuno sabroso o un mate (el mío, con miel) y nosotros con nuestro libro, listos para sumergirnos en esa historia que nos prepara para empezar la ardua jornada que tenemos por delante con una sonrisa, con los sentimientos a flor de piel. Alguien afecto a las comparaciones podría llegar a llamar a esta costumbre como "El mañanero", no estaría demasiado errado.
Viajar en transporte público... y no seguir de largo
Hay que tener un sensor especial para poder abstraerse en la lectura durante el viaje en el subte o en el colectivo y bajarse en la parada que nos corresponde. Cierto sentido del timing y de la ubicación, porque de levantar la vista de la hoja para ver por donde va el recorrido, ni hablar.
Nos hacemos pasar por FOMOs
Nos volvemos parte de la maraña de zombies alienados que no pueden despegar la vista de su teléfono celular. Pero tenemos un pequeño secreto, aunque parecemos víctimas del miedo a perderse algo de las redes, esa enfermedad de la época conocida como FOMO, lo nuestro es un verdadero acto de resistencia cultural. Como no tenemos un aparato de lectura electrónica tipo Kindle o un elegante Ipad, transformamos nuestro querido y sencillo smartphone en un dispositivo ideal para poder leer en cualquier sitio. En el viaje, en el bar, en la sala de espera o cuando esa amiga con la que finalmente logramos citarnos para tomar un café, nos abandona por esos 20 segundos en que no logra eludir el llamado hipnótico del tilin de su grupo de watsapp.
Somos discriminadores
Antes que a alguien se le ocurra denunciarnos al INADI, cabe aclarar que lo hacemos en pleno ejercicio de nuestro Derecho del lector, tal como fue enunciado por Daniel Pennac. Si el principal motor de un buen lector es leer porque le gusta, entonces no hay nada ni nadie que pueda prohibirle abandonar un libro empezado a la segunda, la tercera página o dejarlo por la mitad. Si no da placer, que pase el que sigue.
Ratones de biblioteca, a mucha honra
Asociarse a una biblioteca, visitarla regularmente, sacar libros y devolverlos a tiempo, revolver los ficheros en busca de ese ejemplar, ese título difícil de encontrar, enamorarse del bibliotecario... Son costumbres que parecen de otra época. Pero algunos románticos el ritual de encontrar refugio en una cálida y silenciosa sala de lectura de una biblioteca pública es y será eterno. No es exactamente mi caso, salvo en algunas ensoñaciones que suele disparar una pequeña biblioteca de barrio que está en La Plata y Rivadavia y cada vez que paso por su puerta me juro que un día voy a entrar. Es una alternativa excelente, sobre todo porque suele ser gratuita y permite ejercitar ese placer solitario de enfrascarse en un libro sin sentir realmente el peso de la soledad. Una biblioteca es un lindo lugar para hacer nuevas buenas amistades.
Practicamos el amor libre
Por lo general leemos varios géneros muy diferentes de libros al mismo tiempo: novelas, biografías, a un nuevo autor joven, en otros idiomas, algún titulo de política o de no ficción, cómics, tratados de alimentación saludable, incluso la denostada autoayuda y por qué no quizás nos tentemos con alguno de esos booms de la divulgación que abusan del prefijo "neuro". Nuestros estantes tienen de todo para que podamos elegir qué leer según nuestro estado de ánimo, la cantidad de tiempo de que disponemos, o para encontrar orientación en algún momento crítico de nuestra vida. Practicamos el amor libre porque aunque tengamos un estante con la colección completa de los títulos de nuestro autor preferido (los míos son ... o eran, creo... Auster y Saramago) no nos sentimos infieles si algún nuevo escritor se gana nuestro corazón literario.
Nuevo funcionamiento del Club de Lectura
Leí por ahí que pensaban que el blog se cerraba. Noooo, por ahora seguimos y con más entusiasmo. Hubo un desajuste muy temporario y excepcional con la frecuencia la semana pasada pero hoy retomamos los encuentros.
La idea, para poder volver a esas lecturas y comentarios que compartíamos, es hacer un posteo semanal. Dos jueves por medio leemos juntos y los otros dos salen entrevistas y novedades o notas como esta, para entendernos y reírnos de nosostros mismos.
El próximo jueves 28 de mayo les propondré un título para leer, con algo de info sobre ese autor o cuento y a las dos semanas lo comentamos y programamos el otro.
¡Aporten propuestas! Por si no leo los comentarios y se mueren por un texto en especial recuerden que es más certero el mensaje que me llegue al mail clubdelecturaohlala@gmail.com
Y miren qué linda esta nota de Soledad Hessel para Tren Insomne donde me entrevistó para contar la experiencia de nuestro espacio en Clubes de lectura: leer en companía
Recuerden que también podemos encontrarnos en Instagram y Twitter @danielachueke
¡Cariños!