Correcta para vos
"¿Cuál es el hombre correcto?", le pregunté a mi mentor espiritual Akash Barwal hace algunos meses. Me debatía entre dos amores, uno más templado y sereno, de esos hombres que son casi hermanos; y otro que me despertaba mi costado más salvaje, de esos amores más políticamente incorrectos, pero que me tenía en vilo. En la sabiduría vedanta se dice que son las energías las que nos matchean a los seres humanos siguiendo los designios y vericuetos del karma. Todos los que te rodean hoy seguramente ya fueron tus hijos, o hermanos, o padres, o amantes, o amigos, o esposos o esposas en otras vidas. Fuimos hombres y mujeres, buenos y malos, fuimos y somos todo, y vinimos a esta vida a sanar aquello que todavía nos falta y quedó pendiente. Entonces, simplemente nos estamos reencontrando.
Hace varios años hice un proceso que se llama Eternity que recorre y "limpia" las vidas pasadas, hay una expectativa cuando una hace este tipo de regresiones, fantaseás: "¡Seguramente fui Cleopatra!", o algún personaje memorable de la historia, aunque sea una reina, no sé, ¡algo! Dicen que vivimos miles y miles de vidas (no todas humanas), y en este tipo de experiencias con suerte llegás a ver cinco o seis. Yo vi cuatro y en esas cuatro ¡estaba mi ex! (no es que aparecía con el mismo cuerpo, sino con otros, pero era su energía). Imagínense el reseteo de karma que significó separarme. Son miles y miles de vidas. Pero, como dice mi maestro, Sri Sri Ravi Shankar: "¿Para qué te sirve saber sobre tus vidas pasadas si apenas podés con esta?".
Entonces, ¿qué queremos hacer con ESTA vida?
Tenía esta disyuntiva amorosa, ¿qué elegía? Porque cada elección implica soltar algo. Así que estaba expectante de la respuesta: "No existe el hombre correcto, solo existe que seas correcta para vos misma", me dijo Akash. Y disolvió cualquier bifurcación en un único camino donde no hay nada que completar, porque vos sos suficiente.
Ningún "hombre correcto" va a saciar esa hambre de sentirnos completas. Entonces, dejé de poner la atención en buscar a alguien para, finalmente, encontrarme. Ser correcta para mí significa cuidarme, mantenerme consciente, meditar, reconocer lo que todavía me cuesta, amar y amarme en todas mis facetas, comprometerme con mi felicidad y, en la medida de lo posible, expandirla a otros.
Nadie va a completarnos, no solo porque la metáfora de la media naranja quedó trillada, sino porque esta vida (que nos reúne casual o causalmente en este editorial) nos invita a salirnos de los caminos conocidos o, por lo menos, a cuestionarlos. Si te fijás, hay algo que nos está provocando a ir por más. No importa que ya tengas la casa, el marido, los dos hijos y el perro; o que estés soltera viajando por el mundo: ¿es eso?, ¿ya está?, ¿o hay algo más? Es esa pregunta que arde.
Podría ser nuestra eterna insatisfacción de querer lo que no tenemos, pero si logramos ir más allá, lo que verdaderamente nos estamos preguntando, una y otra vez, es quiénes somos. Eso nos convierte en buscadoras espirituales, que, sin dudas, es mejor que ser Cleopatra.
Por eso, ya no nos llena cumplir con la check list de deseos. Ya no. Hay algo más que nos llama en esta vida y que se vuelve llama: ir por esa verdad que nos dé, al fin, libertad. Recién ahí –asegura la sabiduría vedanta– ya no volvés a reencarnar más. ¿Será? Todo es un misterio para mí. Mientras, yo me mantengo agradeciendo aquello que se me presenta. Ya sean amores apasionados o hermanados, todos vienen a enseñarme algo.
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