Consejos de una mutante
En este nuevo espacio nuestra especialista en planificación estratégica, Mercedes Korin, se declara mutante y nos invita a aplicar el liderazgo en nuestro propio desarrollo laboral.
Tiempo de Liderazgo es una invitación a pensar el propio liderazgo, no tanto en términos de cuánto o cómo uno puede liderar a otros sino cómo cada persona puede intentar liderar su propio desarrollo profesional, proyectándolo a conciencia. Si en el espacio anterior en la web de Ohlalá, Buscando(me), estuvimos trabajando sobre las búsquedas internas y externas que generan cambios estratégicos en la vida, ahora vamos a dedicarle un tiempo a identificar factores que contribuyan encontrar un rumbo propio a nivel laboral.
Para esto, martes por medio, una mujer que va sabiendo cómo liderar su desarrollo nos dará tres consejos a partir de su propia experiencia. ¿Por qué elijo a estas mujeres? Porque vi parte o mucho de su recorrido profesional y me parece que tienen algo para enseñarnos. Cada una de ellas transmitirá saberes vivenciados a partir de estar en el ruedo: una actitud, una manera de entender una situación, una decisión tomada que le funcionó.
Tres consejos a modo de bienvenida
Como anfitriona de este espacio que se inicia, acá van tres sugerencias a modo de bienvenida para romper el hielo; sugerencias a partir de lo que a mí me resultó útil y que son del tipo de consejos que podrán encontrarse en las próximas entregas:
Permitido mutar. La vida laboral es larga. Hay quienes durante toda su vida sostienen la misma profesión o el mismo oficio y hay otros que necesitamos cambiar. Cuando uno no le encuentra sentido a lo que viene haciendo, qué difícil se hace seguir en lo mismo. Cambiar requiere de mucho esfuerzo, pero continuar en lo mismo requiere mucho esfuerzo también. La diferencia entre uno y otro es que el esfuerzo de cambio lleva consigo la vitalidad de intentar nuevos caminos para estar mejor. Para generar ese cambio se necesita mucha confianza, y probablemente con la propia no alcanza porque nos atraviesa la incertidumbre. Entonces está bueno contar con habilitadores emocionales (la palmada, “Vos podés”) y técnicos (por ejemplo, personas del nuevo campo laboral que le ayuden a uno a poner en valor aquello con lo que cuenta y a identificar qué habilidades o conocimientos debe adquirir para lograr lo que se busca).
Mi experiencia. Voy por la tercera etapa en mi vida profesional. Muchos años fui periodista en medios gráficos, radiales y digitales; otros tantos fui consultora en planificación evaluación de proyectos para el desarrollo de Iberoamérica, y actualmente me dedico a asesorar a personas y organizaciones en temas de desarrollo profesional. En el primer cambio de etapa todo fue nuevo: la sensación de que la mutación se venía de manera irrefrenable; el desconcierto por dejar atrás logros que otros veían como difíciles de alcanzar y por no saber lo que vendría, si es que venía algo; el alivio de que la persona a la que amo hace tantos años, me acompañara en esto. La segunda mutación ya la vi venir, y la acepté con ganas, aunque también con algo de temor. Lo que aprendí en este segundo cambio fue, de entrada, a buscar con otros; transitar la búsqueda en compañía de otros que también buscaban se hizo más fácil.
Pensar en grande, probar chiquito. Cundo llega la necesidad de un cambio de etapa laboral, ¿cómo saber si se está tomando la dirección correcta? Un criterio útil es proyectar con amplitud pero concretar paso a paso: probar con el menor costo posible en cuanto a lo económico, el esfuerzo y el tiempo. Probar puede implicar encarar una experiencia grauita de aquello que creemos que nos gustaría hacer, hablar con quienes ya están en ese nuevo campo de interés y pedirles pasar tiempo con ellos en sus horas laborales, hacer un curso que nos permita acercarnos a ese nuevo ámbito laboral.
Mi experiencia: En cada uno de mis dos grandes cambios de vida laboral intenté ir acercándome a lo que me interesaba de manera orgánica, sin prisa pero sin pausa: sin forzar el proceso pero manteniéndome activa. No es que salía fácil, porque tenía mucha ansiedad de que el cambio ya se hubiera concretado y de sentirme asentada en la nueva etapa, pero traté a conciencia de no tomar decisiones apresuradas sobre terrenos que me resultaban demasiado nuevos. Cuando esbocé los lineamientos del enfoque que utilizaría para asesorar a otros en su desarrollo profesional, organicé varios talleres gratuitos con amigos y amigos de amigos para probarlo en la práctica, y les pedí de manera sistematizada que me hicieran una devolución sincera y con propuestas de mejora. Eso me permitió ir afinando el enfoque y la manera de llevarlo adelante, y darme cuenta de cuestiones que sola y con el proyecto en papel no habrían aparecido.
Ofrecer direccionando. Cuando uno quiere estar en el radar de alguien para que ese alguien lo convoque para un trabajo (tanto un empleo como un ascenso, un proyecto específico o una acción puntual), se puede salir a ofrecer lo que uno tiene para dar y pensando en el otro. Esto aplica en tres asepctos. Uno es salir: no quedarse a la espera suponiendo que el otro ya pensó en uno y descartó la posibilidad, porque tal vez ni se le pasó por la cabeza nuestro nombre, o se le pasó y pensó algo como “No va a querer”. Otro aspecto es ofrecer: aportar ideas pensando en las necesidades del otro. Una idea de mejora de lo que el otro viene haciendo, por ejemplo. Muchas personas no lo hacen porque consideran que el otro las va a tildar de demasiado cancheras o porque no quieren brindar ideas gratis que después el otro pueda usar por su cuenta, pero así se quedan sin mostrar su potencial frente a quien podría ayudarles a concretar lo que quieren lograr. Y el tercer aspecto es direccionar: diseñar una idea de solución en función de quién es el que la necesita y en qué circunstancias se encuentra.
Mi experiencia. Cuando dejé de ser empleada y empecé a trabajar como consultora, mi primer trabajo con un organismo multilateral de desarrollo lo obtuve enviándole un mail que encontré en la web al encargado del área que me interesaba y ofreciéndole un par de ideas de qué hacer en Argentina. A los seis meses estaba trabajando para esa institución como consultora, no en las ideas que yo había ofrecido pero en proyectos afines a lo que estaba buscando. En otra oportunidad concursé para ganar una consultoría para el exterior y me enteré de que mis competidores eran todas empresas consultoras multinacionales. Cuando gané les pregunté a mis clientes: ¿por qué yo y no los gigantes? Me respondieron: “Porque pensaste en nosotros, en nuestras posibilidades y nuestras limitaciones; no nos ofreciste una solución enlatada”. En ambos casos ofrecer direccionando dio buenos resultados.
Estas sugerencias no pretenden ser consejos infalibles (¿qué consejo lo es?) ni servirán para todas las personas en todas las situaciones. En cambio, intentan ser útiles para abrirnos preguntas acerca de dónde estamos parados y qué posibles caminos podemos tomar de manera tal de liderar nuestro propio andar.
¡Hasta dentro de quince días!
¿Pensaste alguna vez en proyectar un cambio de etapa laboral, cómo encarar ese cambio o cómo ofrecer tu trabajo? ¿Qué te pareció la nueva columna de Mercedes?
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