Divina, misteriosa, intensa, ancestral. La maternidad es eso y muchísimo más. Es una fuerza primitiva y poderosa que tiene que ver con la capacidad de cuidar y que solo por el hecho de ser mujeres "sucede" y atraviesa nuestra vida. Nos une en red, nos hace cálidas, fuertes, poderosas. Y excede el hecho de elegir tener hijos o no, porque su alcance es infinitamente mayor. Pero para maternar a otros, también es necesario que seamos madres de nosotras mismas, y eso es algo que solemos pasar por alto porque el afuera siempre tiene prioridad y suele anteponerse a nuestras propias necesidades. La propuesta en este octubre es, entonces frenar, mirarnos al espejo así como somos y simplemente conectarnos.
El círculo de oro
Como lo haríamos con nuestros hijos, nuestra madre interior deja sus miedos de lado para permitirnos crecer y experimentar. Porque está buenísimo que arriesguemos, que nos alejemos un poco del camino, que probemos, que nos equivoquemos una y mil veces, pero también que después de darnos un golpe nos sacudamos el polvo, nos levantemos y volvamos a empezar. Porque es la única forma en la que podemos conectarnos con nuestros propios recursos y, sobre todo, que podemos aprender, para de a poco ir avanzando hacia donde queremos estar. Intentemos, entonces, maternarnos desde un lugar amoroso y comprensivo, que entiende que, en medio de la vorágine, algunas cosas saldrán bien, pero otras seguramente van a fallar. Y así como nos felicitaremos por los logros, también acompañaremos los fracasos, entendiendo que son parte de la vida.
Decálogo para una auto-maternidad amorosa
- Permitirnos ser quienes somos: por dentro y por fuera. Enteras, completas, sinceras con nosotras mismas y con nuestro alrededor. Sin personajes ni caretas. Orgullosas. Sea cual sea nuestra identidad. ¿En concreto?: vestite con lo que se te antoje, enamorate de tu compañera de trabajo o de ese hombre diez años menor, hiberná abrazada al control remoto o pasate los findes de plan en plan. Todo vale si está en línea con quien de verdad sentís que sos.
- Reconocer y honrar lo que hacemos: que es mucho. Y requiere esfuerzo, energía y dedicación. Mirar lo que hay siempre es más sabio y reconfortante que fijarnos en lo que falta. ¿En concreto?: regalate algo. Mimate y consentite. Tomate un momento de confort caprichoso: un delivery de sushi, un fin de semana en el campo, una salida en pareja o la clase de yoga que venías posponiendo. Respirá y dejá de correr. Hay momentos para todo, a veces también para una pausa.
- Centrar nuestro foco en el presente: evaluar cada situación, decidir cuáles son las posibilidades en el ahora y actuar. Y también reconocer con humildad y sabiduría todos los casos en los que no podemos hacer nada y las cosas escapan a nuestro control. ¿En concreto?: soltá toda predicción que te estrese. El cambio laboral que no sale, el futuro del país, a dónde va a llegar el dólar y hasta los planes para las vacaciones que no sabés si vas a poder concretar. Ocupate de lo que sea presente.
- Abrazar los fracasos y dolores con comprensión: empatía hacia nosotras mismas y mucha amorosidad. Así, con paciencia, con suavidad, entendiendo que seguramente hicimos lo que pudimos, y que fue suficiente, y estuvo bien. La adversidad es parte de la vida y tener siempre la vara muy alta nos expone a un estado de frustración. ¿En concreto?: si apostabas fuerte a algo en tu trabajo y no salió, si tu pareja está atravesando alguna crisis o incluso si está llegando al final, si diste todo por un proyecto que no pudo ser, quedate con vos misma. Acompañate y sembrá el terreno para volver a empezar.
- Celebrar los logros: reconocerlos, no pasarlos por alto. Hacerles un pequeño podio en el día a día. ¿En concreto?: nos pasa a todas. La cantidad de veces que las cosas salen bien son muchas más que las que pensamos. Sea que logramos algo laboral, que cerramos un buen negocio, que conocimos a la persona indicada, que encontramos la casa que queríamos para mudarnos, que pudimos hacer ese viaje que tanto deseábamos, que pudimos sostener un hábito que queríamos cambiar desde hacía tiempo o que armamos la familia que queríamos tener. No todo es adverso en la vida. Sonreí, celebrá, celebrate.
- Cuidarnos de lo que sabemos que nos hace mal: esa persona que nos resulta tóxica, aquella actividad que sabemos que nos deja agotadas y no nos suma o las miles de veces que cedemos, entregándoles nuestro poder a los demás. ¿En concreto?: no tenés que hacer ese favor a esa amiga si sabés que va a dejarte agotada ni encargarte sola del tema de los disfraces del concert del jardín de tus hijos si no tenés el tiempo. No tenés que compartir un plan de fin de semana con ese grupo que no tiene nada que ver con vos ni salir a almorzar con un jefe que te hace sentir incómoda y al que no soportás. No tenés que hacer nada que te quite energía. Ese tiene que ser el límite y la respuesta siempre la misma: un correcto y educado NO.
- No rechazar nuestras partes oscuras: seamos astutas, no les demos la espalda, integrémoslas, tratemos de conocerlas y seguramente hasta puedan jugar para nosotras y dejar de pertenecer al equipo contrario. ¿En concreto?: no te enojes con vos misma si te agarra un ataque de ansiedad y tirás por la borda una semana de dieta, si le pifiaste fuerte con ese mensaje que no tenías que mandar a las 3 a. m., si dejaste de hacer algo importante porque te frenó el miedo o si nuevamente te descubrís una mañana rehén de la pereza y sin poder arrancar. Ya lo sabemos: la vida misma es un juego de luces y sombras, conozcamos todas nuestras partes, integremos en vez de separar.
- Ser nuestra propia interlocutora, sin terceros en el medio: intentemos dialogar con nosotras mismas, con las diferentes partes, con todos los opuestos que conviven en nuestro interior. Debatamos, escuchemos, analicemos con el corazón abierto y aprendamos de todo aquello que somos y aún no terminamos de conocer. ¿En concreto?: está buenísimo que el entorno opine, que tus amigas te den sus puntos de vista, que compartas tus cosas. Pero tené siempre en cuenta que todas las respuestas (todas) están primero adentro de nosotras, antes que en cualquier otro lugar.
- Establecer límites sanos: darle un borde saludable a todo el círculo de relaciones que nos rodean, al encuentro-desencuentro-disfrute-molestia-enojo-felicidad... ¿En concreto?: no te vayas de mambo con las emociones ni sobreactúes. Ni para un lado ni para el otro. Buscá tu medida. Disfrutá de la pareja sin asfixiarte, generá tus tiempos individuales sin desconectarte, poné límites saludables sin llegar a un extremo estricto, trabajá para una felicidad tranquila, sin excesos, sin engancharte en nada que te pueda alterar.
- Encontrar en nuestro interior el mejor calmante: y sí, como decimos siempre, el silencio, además de saludable, es el mejor pasaporte para conectarnos con quienes somos de verdad. Y volver a la fuente alivia, calma, ordena, pero sobre todas las cosas, trae muchísima paz. ¿En concreto?: no descuides tus momentos privados. Retirate cada tanto a tu espacio de mayor intimidad, no te sumes a cualquier plan, anda convirtiéndote de a poco en experta gourmet de tu vida personal.
¿Sos la madre que necesitás hoy?
Formas de maternar, hay tantas como personas en el mundo. Y aunque es imposible describir a todas, aquí van seis de las más características. ¿Te identificás con alguna? Y más allá de todo eso, ¿creés que estás siendo la madre que necesitás hoy?
- La permisiva: te cuesta ponerte límites y, aunque sos adulta y consciente de lo que hacés, a veces te gustaría tener un poco más de disciplina y autocontrol.
- La culposa: te torturás con todos los "debería" que a lo largo de la semana van quedando pendientes. El gimnasio, el llamado a esa amiga que te necesitaba y que no encontraste momento para hacer, la visita a tus padres que venís posponiendo, etc.
- La exigente: se te va la vida en todas las causas y el nivel de frustración es altísimo cuando no llegás a cumplir con todo lo que te habías propuesto.
- La desconectada: la casa, los chicos, el trabajo, la pareja, siempre hay alguna prioridad que se interpone para que te conectes con vos misma y con lo que de verdad necesitás. Y sí, poner el foco en causas solidarias tiene excelente prensa, pero..., a la larga, posponerse nunca es un buen plan.
- La narcisista: te priorizás siempre y estás convencida de que te merecés tiempo y dedicación, más allá de los otros y de lo que pase con el afuera. Sentís que lo necesitás y le das para adelante. Y está buenísimo, pero cuidado, no te pierdas la enorme satisfacción que devuelve una vida de empatía y conexión.
- La colgada: te conocés y por eso mismo te "dejás pasar", te cuesta organizarte, el reloj es tu peor enemigo y te perdonás todas las desprolijidades porque sos "un cuelgue". Si este es tu caso, te sugerimos, antes que nada, desetiquetarte y probar nuevas formas y sistemas, porque una vida prolija, lejos de ser sinónimo de esclavitud, es un signo de respeto y amor no solo a vos misma, sino también a los demás.
Experta consultada: Inés Dates. Nuestra psicóloga.
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