Cómo crear un año intencional
Maneras para elegir los objetivos correctos según nuestros proyectos
Solemos tomar decisiones guiadas por mandatos, creencias y metas ajenas que obedecemos sin detenernos a cuestionarlas. Por ejemplo: “Necesito tener el título X para ser alguien”. Una buena práctica es, cada tanto, rever los objetivos que venimos persiguiendo y preguntarnos, como si fuera por vez primera: ¿es esto (este trabajo, este hobby, este estilo de vida) algo que realmente quiero? ¿Me da alegría pensarlo? ¿Me puedo ver -no a una hipotética versión mía del futuro, sino a la persona que conozco y que soy, hoy- en el escenario que proyecto?
Para armar una lista de intenciones verdaderas, vamos a empezar por cambiar la pregunta “¿Qué quiero hacer?” por esta otra: “¿cómo quiero sentirme?”. Enumeramos, entonces, emociones o estados de ánimo que nos gustaría sentir: por ejemplo, “calma”, “apasionada”, “enfocada”, “inspirada”, “alegre”. Miramos la lista y hacemos un círculo en torno de la palabra que contiene más energía (la que, al mirarla, nos da un pequeño salto el corazón). Si elegimos “inspirada”, el próximo paso es preguntarnos qué cosas nos han hecho sentir de ese modo en el pasado, y qué cosas imaginamos que podrían hacerlo en el futuro. La respuesta será una lista de acciones que quizás alguna vez hiciéramos pero que dejamos caer, o no practicamos lo suficiente, más otras que seguramente nos obliguen a salir de nuestra zona de confort. ¡Está muy bien! ¡El confort no es un buen consejero! Cada tanto, reevaluamos: “¿esta acción/trabajo/vida social, me sigue resultando inspiradora?
Cada mañana, al levantarnos, podemos plantearnos algunas preguntas disparadoras: ¿Qué es lo que más me importa en la vida? ¿Cuáles son mis valores más profundos? ¿Qué puedo hacer hoy para estar alineada con esos valores esenciales?
Al final del día, en el mismo cuaderno, anotamos -amorosa y compasivamente, sin castigarnos- qué acciones o gestos pudimos hacer ese día que nos alinearon con los objetivos profundos que nos planteamos. Luego nos perdonamos por los fallidos -mañana será otro día- y agradecemos los aciertos.
Practicar el poder de la intención. La atención, el foco y la intención son tres herramientas poderosas, pero es necesario saber usarlas. Para visualizar intenciones, es importante: primero, centrarse y entrar en estado meditativo. No sirve hacerlo desde el yo egoico, superficial, desconectado de lo profundo. Una vez centrados, nos concentraremos en esas emociones deseadas, y las sentiremos “en tiempo presente”, como si nos observáramos disfrutando de una película hermosa, de la que somos, al mismo tiempo, protagonistas. Al final, soltamos todo esfuerzo y entregamos la visión al universo.
Si, a pesar de las visualizaciones, el foco y la intención, nos sentimos presas de emociones difíciles o creencias negativas acerca de nosotras mismas, habrá que dedicarle tiempo y cariño a intentar sanar esas heridas. De nada sirve enterrarlas detrás de una montaña de buenos deseos. Una vez que hayamos podido aflojar esas profecías negativas, nuestras intenciones tendrán una pista despejada sobre la cual desplegarse, y la magia no tardará en ocurrir. En eso consiste, después de todo, la verdadera magia: en transformar nuestra realidad aprendiendo a mirar más profundo. Ya lo supo el Principito: lo esencial siempre fue visible a los ojos del corazón.
Por: Fabiana Fondevila. Escritora, facilitadora e investigadora de las tradiciones de sabiduría.
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