Cerro Catedral: trabajar con vista a la montaña y los esquíes puestos
El día a día de la encargada de tener la mesa servida en el refugio Lynch, del médico rescatista que cambió el guardapolvo por las tablas y del encargado de poner a punto los esquíes
Con la comida siempre lista
Tanto para los que están arrancando como para los pro, una jornada en el cerro siempre es agotadora. Y no hay mejor horario que el almuerzo. Gabriela Chávez (26) es la jefa de partida del Refugio Lynch, el más antiguo del Cerro Catedral y también el más alto, a 2100 metros. Entre el cansancio, el frío y el hambre, los esquiadores que llegan al Lynch no toleran mucha espera, y por eso la misión de Gabriela es doble: esperarlos con platos calentitos y suculentos, que se despachan rápido para renovar energías. "Hago todas las comidas de la carta, y el secreto está en prever las cantidades para que nunca falte. Hasta las 16.30 que cierra la cocina hay comida esperando", y agrega que los platos que más salen son el goulash, las sopas y el infaltable guiso de lentejas, que espera humeante en ollas enormes para dar de comer al cerro. Esquelense y esquiadora desde la cuna, para esta chef que ha hecho contratemporada en centros de esquí en España -como gastronómica y también como instructora-, la vocación es cocinar durante el día, pero el premio espera al final: "Me encantan la nieve y el invierno. El solo hecho de subir con ropa de esquí y sentir el aire frío es maravilloso. Termino de trabajar y bajo esquiando, ese es mi relax del día".
Un doctor en las pistas
Un consultorio al aire libre y a varios grados bajo cero posiblemente no sea el más tentador para un médico. Aunque sí para Rodrigo Ricaurte Maggi, que es lo que se dice un doctor todo terreno. Abundan en su jerga diaria palabras como montaña, rescate y avalanchas, y en su diccionario de lesiones, los casos más recurrentes son luxaciones y traumatismos en muñecas, manos, rodillas y piernas. Este marplatense declarado fanático de la nieve y los deportes extremos es, a los 32 años, el médico socorrista del Cerro Catedral.
En su segunda temporada en Bariloche -en 2011 también trabajó en La Hoya, Esquel-, Rodrigo es un doctor sobre esquíes de tiempo completo. La habilidad para este deporte fue crucial para el puesto. Aun viniendo del mar -donde surfeaba, claro-, su pasión siempre estuvo en la nieve: "Esquío desde los 6; con los años me hice instructor y hacía contratemporada en Europa". Cuando comenzó la carrera de médico en la UBA ahorraba peso a peso para poder escaparse a esquiar en invierno, y la montaña lo siguió hasta elegir la especialización: "Primero me dediqué a medicina familiar, pero mi ámbito no era el hospital. Hice el curso de emergentología en la Asociación Médica Argentina (AMA), y después me fui a España a hacer un curso de medicina de montaña", explica con el entusiasmo de quien logró unir sus dos grandes vocaciones. Está claro que no es un médico convencional: la labor que concentra durante la temporada invernal tratando lesionados en plena montaña se completa el resto del año, cuando se dedica a viajar y trabaja como segundo guía y médico en expediciones.
Por estos días, una jornada en Cerro Catedral, no tiene rutina. "Trabajamos en equipo con 35 patrulleros, con los que cubrimos la montaña, dividida en cuatro sectores. Chequeamos las pistas y definimos las condiciones para ver cuáles se abren y cuáles no. Marcamos los sectores para ofrecer una montaña segura: nuestro mayor trabajo es la prevención", explica Ricaurte Maggi. El equipo está preparado para dar primeros auxilios, pero si hay un caso grave es él quien asiste inmediatamente: "Se trata de actuar rápido para eliminar el dolor, inmovilizar y ver la manera más rápida de evacuar al paciente para estabilizarlo". Inseparable de su handy, con el que está al tanto de todo lo que pasa en la montaña, el doctor sobre esquíes siempre está en zonas altas, para deslizarse allí donde la emergencia lo llame: "Estoy siempre en la pista, no podría estar abajo esperando que caiga un accidentado. Es mi pasión y éste es mi lugar".
Alessandro, el arregla tutti
Hace 30 años que el Tano vive en invierno. Su refugio, tanto en la base del Cerro Catedral como en los Alpes italianos, cerca de la frontera con Austria, tiene el mismo nombre y la misma esencia: Il Laboratorio. En sus dos bases y desde hace casi cuatro décadas, su labor junto a su esposa, Carla, es poner a punto los equipos para que los esquiadores disfruten al máximo de la montaña.
"Esquío desde chico, pero arranqué a trabajar en un negocio deportivo a los 14 años y fui aprendiendo el oficio", cuenta con orgullo y con inconfundible acento italiano Alessandro Dalla Costa (58), el Tano a secas para todo Bariloche. Con tantos años de experiencia fue testigo de los cambios en la tecnología a través del tiempo: "Antes se hacía todo a mano. Después salieron las maquinarias más modernas. Hoy se combinan las técnicas, pero esencialmente es un trabajo artesanal", explica. En su carrera como ski-men o, simplemente, reparador, como él se define, fue técnico de deportistas profesionales y marcas de esquí. En su laboratorio no hay nada que no pueda repararse: "Esquíes, tablas de snowboard, botas. Acá se pone a punto todo lo que se necesita para la nieve. En general, el 95% de lo que traen es arreglable". Para Dalla Costa, de los esquíes de madera a esta parte, la materia prima y los diseños han evolucionado mucho: "Cuando estás en este trabajo todo el año sabés cuáles son los mejores materiales. Esa es nuestra fortaleza. Tenemos todos los repuestos, insumos y maquinarias necesarias, todo traído de Europa". El trabajo de rutina, con el que asiste a los esquiadores que llegan al Cerro Catedral desde hace quince años, es un trabajo de base, canto y encerado, además de asesorar en cómo cuidar y hacer buen uso del equipo: "Si el esquí se usa a diario durante bastante tiempo, el mantenimiento tiene que ser semanal. ¡Los esquíes son como el auto! Al que viene una semana al año, le recomendamos llevarse el equipo reparado y guardarlo listo para la siguiente temporada", cierra el Tano. Y aunque queda claro que la nieve es su hábitat natural, al final de la nota admite que cuando termine el invierno argentino y antes de adentrarse al europeo, no faltará una escapadita a las playas de Brasil, costumbre que ya es ritual año a año, para mechar los esquíes y el horizonte blanco por un poco de arena y sol, al menos por unos días.
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